Cuando alguien afirma que Jesús fue un “gran humanista” o un “gran filántropo”, o un “defensor de los derechos humanos”, por citar solo algunos de los títulos que con toda propiedad se le pueden atribuir a Jesús, todos sensatamente asumimos que se está estableciendo una relación de afinidad entre los parámetros fundamentales del mensaje de Jesús por un lado y los valores implícitos a estos títulos por el otro. Nadie exige que para hacer a Jesús merecedor de esos títulos tendría que haberse dedicado a fundar brigadas de la Cruz Roja u organizar comités contra la discriminación de la mujer, por ejemplo.
En estos días hemos leído declaraciones desde el sector eclesial católico que intentan descalificar y hasta hacer aparecer como un exabrupto las afinidades entre la propuesta de Jesús y las metas del socialismo.
Lo primero que se debe asumir es que la palabra socialismo arropa muchas propuestas sociopolíticas y que sus concreciones históricas van desde unas claramente dictatoriales hasta las más apegadas a la más pura democracia. Lo que marca la especificidad del socialismo, desde donde se establecen las distancias respectivas, es el planteamiento sobre la propiedad social de los medios de producción. Propiedad social de los medios de producción (recursos energéticos, servicios públicos de primera necesidad, por ejemplo). No se habla de propiedad colectiva de los bienes de consumo como sería tu casa, tu carro, tu celular, etc.
El neoliberalismo, que sería su contraparte ideológica, defiende el ejercicio ilimitado de la propiedad de todos los medios sobre todo de los medios de producción que son privatizados y sobre los cuales no se prevé ningún control ya que toda actividad económica se rige por las leyes de la oferta y la demanda: el así llamado “mercado”.
Cada una de estas dos propuestas para hacerse viables tienen que priorizar unos valores determinados. Los valores que cultiva el socialismo van en la dirección de la igualdad, cooperación, preeminencia de lo público sobre lo privado, solidaridad internacional, mecanismos que hagan posible la justicia social, acción del Estado a favor de los sectores menos favorecidos, etc.
El neoliberalismo por su parte, no es un mecanismo intencionalmente demoníaco pensado para destruir a la humanidad. No. El neoliberalismo es también un intento en la búsqueda del bien común. Su perversión está en los mecanismos que le son intrínsecos. De tal forma que el Papa Juan Pablo II en la Exhortación Apostólica “Ecclesia en America”(22/1/1999) llega a decir estas palabras que hoy parecen ignorar los nuevos flamantes defensores del neoliberalismo en la Iglesia Católica: “Cada vez más, en muchos países americanos impera un sistema conocido como "neoliberalismo"; sistema que haciendo referencia a una concepción economicista del hombre, considera las ganancias y las leyes del mercado como parámetros absolutos en detrimento de la dignidad y del respeto de las personas y los pueblos. Dicho sistema se ha convertido, a veces, en una justificación ideológica de algunas actitudes y modos de obrar en el campo social y político, que causan la marginación de los más débiles. De hecho, los pobres son cada vez más numerosos, víctimas de determinadas políticas y de estructuras frecuentemente injustas”. Y esto es inevitable porque el neoliberalismo es impensable sin la competitividad, la desigualdad social, el estímulo del lucro, el consumismo desenfrenado, la libertad total que termina dejando a los más débiles a la intemperie.
¿ No se evidencia inmediatamente cuál propuesta social está más cercana a la conducta histórica de Jesús de Nazareth y a sus imperativos éticos ? ¿ Si hubiera que pronunciarse sobre el sistema que recoge mejor la propuesta de hombre que ofrece Jesús, podríamos negar que es aquel que promueve de forma radical la solidaridad, la reivindicación de los marginados, la responsabilidad social de la propiedad, etc o sea, el socialismo ? En cambio había que preguntarse si este desenfrenado materialismo consumista, este deterioro acelerado del planeta por parte de los poderes terrófagos del primer mundo neoliberal, este olvido grosero de continentes enteros, de países, de sectores mayoritarios, este poder ilimitado de minorías poderosas para imponerse a sangre y fuego, esta justificación del egoísmo como conducta individual y social, esta agudización de la desigualdad y tantas otras cosas que derivan automáticamente del neoliberalismo y que son condiciones insustituibles para su incremento, nos preguntamos, si esto tiene algún espacio en el proyecto de Jesús. O si no son más bien su negación más contundente.
Y si se quiere descalificar al socialismo haciendo memoria de sus concreciones históricas muchas de las cuales fueron efectivamente una auténtica negación de los valores que supuestamente se estaban sembrando, no tendríamos espacio en este momento para hacer la lista interminable de los “trofeos” que puede exhibir la realidad histórica actual del neoliberalismo. Ahí le ponemos a Haití, Kenia, lo que han sido la mayoría de nuestros países latinoamericanos, casi toda el Africa, la mayoría de los países asiáticos, el Irak y Afganistán destruídos por el ansia de apropiarse de su petróleo, hasta incluso sectores significativos empobrecidos de los Estados Unidos . Todos ellos son fruto de la aplicación estricta de la ortodoxia neoliberal. Sin olvidar que la superabundancia del primer mundo se da a expensas de la miseria del tercer mundo y a expensas de comprometer criminalmente el futuro del planeta.
Cuando uno se entera de esa súbita alergia hacia el socialismo de ciertos sectores católicos y uno entiende que está motivada más que por motivos teológicos por posturas políticas bastante viscerales y cortoplacistas, no deja de sorprenderse por esta vuelta en “U”, por este “frenazo” tan abrupto. Porque muy otro es el camino que veníamos transitando desde el Vaticano II, desde Medellín y Puebla. ¿ Será entonces que esos valores de justicia, igualitarismo, preferencia por el pobre en los que incluso habíamos “embarcado” a tantos cristianos, son tan frágiles y sustituibles dependiendo del lado en el que nos haya sorprendido la coyuntura política venezolana actual ?
Termino con una frase el sacerdote jesuita Alberto Micheo extraída del Folleto Venezuela Socialista. Centro Gumilla.1980. Página 18: “La conclusión es clara. Es indispensable irse educando en la práctica de las exigencias de un posible socialismo futuro. Sin embargo sigue la pregunta. ¿Es posible educarse y capacitarse para el socialismo dentro del sistema capitalista ? La respuesta no es fácil, porque a pesar de que ambos sistemas admiten la democracia política, los capitalistas no admiten la democracia económica, ni la igualdad como norma fundamental. Por lo tanto van a estorbar lo más posible toda tendencia educativa para el socialismo”
Cualquier parecido con la actual realidad del país es pura coincidencia…!