Bolívar y Chávez en tiempo presente

I

Durante nuestra reciente gira por la Federación de Rusia y la República de Belarús, tuvimos la oportunidad de reunirnos con autoridades de los Poderes Ejecutivo y Legislativo de estos países; así como con representantes de organizaciones políticas, del Movimiento de Solidaridad con Venezuela y de Instituciones culturales y académicas de ambas naciones.

También, establecimos contacto con becarias venezolanas y becarios venezolanos, y se desarrolló un intenso trabajo con medios de comunicación, a fin de seguir llevando al mundo la Verdad de Venezuela.

En todos estos encuentros las referencias al Padre Libertador Simón Bolívar y al Comandante Hugo Chávez fueron permanentes, dado el interés que ambos líderes despiertan en el planeta, como representantes de un mismo proyecto histórico; un interés que nos anima a dedicar un seriado de nuestro Sentir Bolivariano, precisamente, a la continuidad del proyecto de Bolívar, expresada en el proceso de amplias transformaciones que las venezolanas y los venezolanos hemos estado desarrollando a lo largo de los últimos veintidós años.

Recuerdo que, cuando era Teniente y se encontraba destacado en el Batallón Bravos de Apure, en la ciudad capital del querido estado Aragua; Hugo escribió un cuento que tituló Mauricio. Se trata de un relato en el que habla sobre la necesidad del retorno de Bolívar que nunca fue publicado, como la mayoría de sus escritos; algunos de los cuales aparecieron un tiempo después, como parte de sus manuscritos olvidados en el trajín revolucionario.

Tendría Chávez unos veintiséis años cuando lo escribió, a comienzos de 1980. Un fragmento del texto dice lo siguiente (cito): «Mauricio miró la figura inmensa, y entonces lanzó un grito que cruzó el espacio y fue a rebotar contra las praderas: "Padre, ¿eres tú?". Luego oyó una voz que salió de la profundidad del corazón, y una gran sonrisa iluminó su rostro cansado de noches en vela. "Sí, hijo, soy yo, Simón Bolívar, y al resucitar en medio de vosotros, mis primeros votos son por la felicidad de la Patria"».

Sin duda, es un cuento muy marcado por los versos del gran Pablo Neruda, testimonio de la gran admiración que desde su temprana vida ya profesaba Hugo por la figura de Bolívar. A esa devoción, a esa influencia, debe nuestro Comandante su pensamiento político; y debemos nosotros, en gran medida, el proceso de libertad, soberanía y justicia social que erradicó la vieja dominación de las castas oligárquicas en Venezuela.

II

Recordemos que en el momento en que triunfa la Revolución Bolivariana, la realidad política en el mundo era muy cuesta arriba para las fuerzas revolucionarias. La caída estrepitosa de la Unión Soviética y los países socialistas de Europa del Este, la derrota del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en Nicaragua y el debilitamiento de la lucha armada revolucionaria en algunas naciones, marcan una década de retrocesos para los movimientos populares verdaderamente democráticos y para las ideas socialistas.

El neoliberalismo salvaje, que en los años 80 del siglo pasado esclavizó a los Pueblos más pobres y de gobiernos más sumisos, terminó por instalarse a sus anchas. Los grandes pensadores del sistema dominante pregonaron a toda voz el fin de las ideologías y el triunfo del capitalismo, presentándolo como la única forma de satisfacer los anhelos de las ciudadanas y los ciudadanos de la Tierra.

Todo esto tuvo indudablemente un efecto paralizante en el progresismo mundial, y en nuestro país se reflejó sobre todo en los partidos políticos tradicionales de la izquierda venezolana, que se vieron muy afectados por las divisiones y los procesos desmoralizadores internos: muchos abandonaron la lucha política, desconcertados, desilusionados y sintiéndose también traicionados.

En ese duro contexto de adversidades surge entonces la figura del Comandante Hugo Chávez y el Movimiento Bolivariano Revolucionario 200, el MBR-200. Pero hay que decir que ese poderoso movimiento cívico-militar no nace por generación espontánea, ni se construyó de la noche a la mañana. Toda una rica acumulación de ideas y acciones venían gestándose desde los tiempos en que el líder bolivariano comprendió, durante sus años de formación, que esa realidad neoliberal y dependiente, no podía seguir siendo el destino del Pueblo de nuestro Libertador.

Y así lo resumió aquel día, el 4 de febrero de 1992, jornada de insurrección militar, cuando el país lo conoció a través de las cámaras de televisión; reconociendo la derrota militar y asumiendo valientemente la dirección de la rebelión: «Definitivamente, el país debe enrumbarse hacia otros destinos». Era el legado de Bolívar latiendo con fuerza en la voz de aquel joven Comandante, quien además se definió como bolivariano.

El mundo conoció a Chávez y a los insurrectos del brazalete tricolor por aquellos breves minutos que duró la alocución del «por ahora». Pero todo comenzó, muchos años antes, con el espíritu de Simón Bolívar agitándose en el corazón del Pueblo.

III

Antes de la Revolución Bolivariana, el nombre de Bolívar estaba relegado a los actos protocolares de Estado, confinándolo al reducido espacio de las efemérides y a una imagen muy santificada. Como cantó Alí Primera: iban a ponerle flores para asegurarse que estaba bien muerto.

En esa compleja coyuntura, el permanente esfuerzo realizado por el joven oficial que era Chávez, a fin de generar conciencia patriótica y reflexionar en torno a la necesidad de emprender las grandes transformaciones que la nación demandaba; caló en una juventud militar que aún no abría bien los ojos al mundo y que encontraba en las palabras de Hugo respuestas a muchas preguntas que la vida, y la crítica situación social y económica del país, les hacían formularse; palabras que también animaron a un número importante de oficiales a sumarse al proyecto bolivariano.

Hay que recordar que hace cuarenta años más o menos, cuando Chávez comenzó a impulsar nuestro proyecto político, había una nación expoliada, saqueada y sumergida en la total ruina social. El modelo bipartidista instalado en la Patria ya estaba agotado, y tras la receta neoliberal del Fondo Monetario Internacional (FMI), el Pueblo estalló en una revuelta sin precedentes en nuestra historia: El Caracazo. Fue una respuesta desesperada ante las políticas hambreadoras del gobierno de turno.

Venezuela vivía bajo un feroz sistema capitalista a la sombra de la renta petrolera, lo cual venía ocasionando cada vez mayores desigualdades sociales y económicas, ensanchando la pobreza y la desatención de las grandes mayorías. Nuestra Patria no solo estaba dominada desde el punto de vista económico y político, por parte del imperialismo estadounidense. La dominación trascendió hacia lo cultural, secuestrando la historia y tergiversándola, y creando toda una cultura del modo de vida americano; vale decir, la democracia al mejor estilo hollywoodense.

Ante tal panorama, resultaba imprescindible traer de regreso los planteamientos que Simón Bolívar dejó para la posteridad en Angostura, los cuales simplemente fueron echados al olvido por las clases poderosas: «Un Gobierno Republicano ha sido, es, y debe ser el de Venezuela; sus bases deben ser la soberanía del Pueblo, la división de los Poderes, la Libertad civil, la proscripción de la Esclavitud, la abolición de la Monarquía y de los privilegios. Necesitamos de la igualdad para refundir, digámoslo así, en un todo, la especie de los hombres, las opiniones políticas y las costumbres públicas...Moral y luces son los polos de una República, moral y luces son nuestras primeras necesidades».

De manera que, el Movimiento Bolivariano que Chávez funda es, a la luz de los acontecimientos de entonces, una necesidad de unificar voluntades en torno a ese sueño inconcluso del Padre Libertador: construir una Patria libre, soberana, sin privilegiados ni explotados. Es, para decirlo más concretamente, la continuidad del proyecto de Bolívar; tema en torno al cual seguiremos reflexionando en la próxima entrega del Sentir Bolivariano.



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Adán Chávez Frías


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