Derecha/Izquierda: recorridos transversales

El anticomunismo se está volviendo una religión en las redes opositoras venezolanas. Quienes se convierten a esa religión ignoran que el modelo del fascismo italiano y el régimen de la Alemania nazi emergieron también contra los movimientos comunistas de esos países. En Italia crearon un Estado Fascista al mando de Benito Mussolini, el inventor del Estado totalitario que transformado en perfecto anticomunista, destruyó la vida del pensador Antonio Gramsci. Así como el incubado nazismo (anticomunistas furiosos) asesinó a Rosa Luxemburgo y a su esposo Karl Liebknecht. Hoy, para más ironía, muchos de los más rabiosos «antis» fueron antes y durante mucho tiempo, comunistas. Todos tienen un Benito Mussolini que secretamente los habita. Todos tienen un tufillo fascistoide, ultraderechista. Ven en Trump y Bolsonaro una nueva deidad.

Quieren un poder revanchista, arrebatado y conquistado a través de la violencia -no solamente verbal- para enseñorearse más tarde, tocando la melodía del neoliberalismo, en donde las causas de la pobreza les importan un pito. Como dice el dicho, éramos muchos y la abuela parió anticomunistas...

Son los futuros miembros de un resucitado macarthismo criollo que se niegan a leer la historia. Los nazis inventaron los campos de exterminación y los bolcheviques, antes que aquellos, el horror del gulag. En la obcecación algunos solamente ven « el mal » de un único lado de la historia humana.

La estrechez de miras hace que ser de izquierda sea inevitablemente ser comunista. No han oído hablar nunca de la socialdemocracia moderna y reformista, defensora de la democracia representativa en el marco del Estado de derecho en países como Suecia, Finlandia, Noruega, Alemania, Austria, Dinamarca... Para esta gente no existe una izquierda democrática ni modernizadora « con los pies en la tierra». Así como para otros no puede existir una derecha progresista movida por valores democráticos y de progreso. La lucha por la equidad social y la justicia no es hoy patrimonio exclusivo de la izquierda democrática y reformista. Tampoco la importancia del orden, la seguridad, la identidad, el individuo y el mercado son un acervo exclusivo de la derecha progresista y liberal. Unos y otros tienen y comparten hoy un denominador común. Tienen en referencia a la teoría de conjuntos, una intersección con elementos compartidos, transversales: el "hilo del pragmatismo" y las búsquedas de producir resultados tangibles en el desarrollo económico y en el progreso social son estrategias compartidas de uno y otro sector político.

No obstante, hay dos izquierdas y dos derechas. Y en cada uno de los dos polos democráticos hay una (ultra)derecha y una (extrema) izquierda opuesta a los valores de la democracia. Acusar a la izquierda democrática de comunista es un soberano error. Del mismo modo, es un desacierto calificar a la derecha republicana de fascista.

En muchos países la confrontación política entre izquierda y derecha democrática ha dejado de ser una dinámica de relación antagónica. Son adversarios políticos pero no se tratan como enemigos. Incluso, como en Francia, han gobernado juntos mediante gobiernos de cohabitación. Un presidente de izquierda (François Mitterrand) y un primer ministro de derecha (Jacques Chirac). Y posteriormente, un presidente de derecha (Jacques Chirac) y un primer ministro de izquierda (Lionel Jospin). La tensa convivencia fue posible sin llegar al desconocimiento mutuo ni tampoco a una crisis institucional. Al contrario, más de una vez hubo búsqueda de consenso, dejando de lado las confrontaciones ideológicas. Izquierda y derecha republicana podían dirigir la nación con un mínimo de acuerdos, superando las diferencias.

La URSS comunista invadió a Hungría, a Checoeslovaquia y a otros países, pero los EEUU, para los anticomunistas furibundos desconocedores de la historia, jamás invadieron Haití (1915); Honduras (1924) Guatemala (1954), Nicaragua (1927), República Dominicana (1916), Granada (1983), Panamá (1989)...y pare de contar...

Lo peor que nos ha traído la polarización para el desarrollo del pensamiento político ha sido el empobrecimiento del debate, la simplificación y el predominio de los epítetos. Me molesta que me llamen comunista si digo alguna idea contraria al clásico liberalismo, pero más me molesta aún que se desechen de un plumazo las ideas de otro, estampándole un cliché. Nunca me cansaré de repetir aquella frase atribuida a Voltaire: "Estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo".



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