No hay razones para ser optimistas

La vida y las lecturas de historia me enseñaron que pasada una desgracia no es mucho los cambios que se producen en las personas y sobre todo, en las condiciones económicas de los desdichados y las desdichadas. Aquellas, derivadas de las resoluciones de los grandes operadores financieros son quienes los que, al final, deciden sobre el devenir y el destino ajeno. Son pocos los siglos pasados en los cuales los habitantes de este planeta no hayan estado envueltos en un infortunio, tal como un huracán, un terremoto, un tsunami, una pandemia y sobre todo, las que nunca faltan, las infaustas guerras. Pasados los sufrimientos, los sobrevivientes deberán retomar su vida, con menos posibilidades que antes, cargando sobre su espalda nuevos inconvenientes hasta que, después de tanto ajetreo, retomará su vida y volverá a algo parecido a la normalidad.

Para nadie es nuevo conocer los estragos del terremoto que asoló a Haití en el 2010 que dejó la capital y otras ciudades sumidas en la más completa desolación. De inmediato aparecieron ciertos países ofreciendo ayuda, uno fue EEUU, así mismo la ONU. Estos enviaron tropas cuyos soldados, pasado el tiempo, se vieron acusados de violación de niños y niñas y de la inoculación de enfermedades de trasmisión sexual. También se conoció la entrega de donaciones, tanto en dinero como alimentos y medicinas, dicha ayuda nunca llegó a las víctimas. Aquellos fueron sustraídos por una mano negra desconocida. Esto lo presento como ejemplo de "solidaridad", sin embargo, tal situación se repite reiteradamente en diversos países asolados por una desgracia sin que ningún organismo investigue.

Si una vez, pasada la desgracia, esta dejara una enseñanza el mundo sería un paraíso y la solidaridad, lo común entre los habitantes del planeta. Esto es imposible, porque por muchos siglos este globo azul lo han gobernado los malos, los aristócratas, los monárquicos, los capitalistas y ahora lo neoliberales, y lo único en común entre estos seres es el egoísmo y el interés por la acumulación de dinero. Y este modelo de vida fue el trasmitido a lo largo de la historia.

Los que han leído algo o mucho de historia conocen de las atrocidades de las guerras, más que todas en la zona europea. Este continente, desde la antigüedad hasta el siglo XX y todavía en el XXI, o bien han permanecido en guerra entre ellos o bien han llevado las conflagraciones a otros continentes, simplemente por motivaciones mercantiles. El resultado de esto es la existencia de un complejo militar-industrial fortalecido, grupos económicos que especulan con los precios, grandes préstamos del gobierno a grupos empresariales para ayudarlos a rescatar las pérdidas ocasionadas por la devastación, empréstitos que por lo general son condonados.

Sin embargo ni los gobernantes europeos ni la gente se han sensibilizado ante las desgracias ocasionadas por las guerras. No les importa llevarla a otros lugares del planeta con la intención de que sus empresas se apoderan de las riquezas ajenas. El resultado de esto es lo que estamos observando, como los emigrados del norte África deambulan por tierra y por mar buscando refugio en Europa, consecuencia de los bombardeos ocasionados por las tropas y la aviación de la OTAN, donde participan los gobiernos de la vieja Europa y el de EEUUU. No hay solidaridad.

Ciertamente, los habitantes de Europa actualmente son víctimas de los estragos del covid19 y se sabe que la UE desembolsó 500 mil millones de euros para enfrentar la crisis generada por el covid 19. Supongo que los avaros empresarios están celebrando tal subvención, de seguro que esta fortuna, convertida en "operación de rescate" le subsanará sus pérdidas por la cuarentena. Sin embargo, este dinero no aliviará las pérdidas del asalariado quien vive al día, la del taxista, la del buhonero y la de los pequeños locales de ventas, que de seguro serán desalojados por no pagar el arriendo.

Un ejemplo de "solidaridad" nos los muestra Christine Lagarde, actual presidente de BCE y ex presidente del FMI quien afirmó "los ancianos viven demasiado y eso es un riesgo para la economía global. Tenemos que hacer algo ya". La referida, la "quinceañera" Christ, debe estar feliz porque la mayoría de las víctimas del covid 19 son ancianos y ancianas. La pandemia está trabajando por ella.

Los empresarios europeos deben estar celebrando escondido la decisión de la UE, sin embargo los banqueros de esa misma región no se acuerdan que los habitantes de Venezuela también, al igual que Europa, necesitan dinero para enfrentar la pandemia, sin embargo por mandato de su patrón, el energúmeno Donald, se niegan a entregar el dinero que pertenece a los venezolanos, el cual está bloqueado por las sanciones en sus arcas. Una despiadada dessolidaridad.

No soy optimista y no tengo razón para serlo. Recién vemos como los peruanos, debido a su odio ancestral hacia nuestros compatriotas, los expulsa de sus tierras sin un mínimo de sentimiento de solidaridad hacia quienes necesitan ayuda. Este mismo comportamiento hostil lo muestran los ecuatorianos y los colombianos, quienes de manera descarada y con violencia desalojan de sus casas a nuestros paisanos. Lamentablemente, estos tampoco regresan a su patria por un sentimiento de venezolanidad sino por la crisis económica que los agobia. Se fueron de la tierra de Simón despotricando de su patria, acusando de dictador al presidente MM. Hoy, ese mismo "tirano" los traslada sin costo alguno a su tierra natal y los recibe con los brazos abiertos. Como diría mi abuela: "regresan con el culo escupío".

No soy optimista porque observo atónito como los europeos se roban entre si los tapabocas y los respiradores, como el gobierno norteamericano despotrica de China y EEUU, países, uno comunista (RPC) y el otro, adversario político ancestral de USA que ambos le prestan ayuda. El energúmeno Donald, no sabe qué hacer ante un problema que sobrepasa su nimia inteligencia, revelándose su exigua o nula capacidad como estadista. Además, un bichito microscópico, el virus, le demostró al mundo que la hegemonía de ese imperio maligno se está derrumbando. Un país cuyos habitantes no cuentan con un sistema de salud adecuado nunca podrás ejercer hegemonía sobre otros. Sería bueno que el rubicundo Donald extienda su mirada y atisbe a 425,69 km de Miami. Allá hay una pequeña isla, sancionada por EEUU, llamada Cuba, de la cual podría aprender mucho en materia de salud pública. Ese si es un pueblo y un gobierno solidario.

Actualmente los venezolanos vivimos la consecuencia de la cuarentena y no veo solidaridad por ningún lado. Observo con estupor a comerciantes, algunos lusitanos, italianos y españoles, quienes en los automarcados están especulando cínicamente, aumentado los precios de los alimentos a como les da gana. No tienen una pisca de misericordia y solidaridad con sus vecinos quienes ven ateridos un descarnado salario que les impide cumplir con una alimentación adecuada para prevenir los embates del convid 19. Aunado a esto, los responsables de la inflación inducida que aumentan el precio del dólar sin ningún criterio económico, pura especulación. ¿Dónde está la solidaridad?

No soy optimista y no creo que lo que vendrá será mejor para los asalariados. Estamos en un mundo que todo lo mueve el dinero, un lugar donde las empresas como las iglesias, obligadas a ser solidaria con la feligresía, lo único que ofrecen son oraciones que no sirven para un carajo. Si estas sirvieran de algo Hugo no se hubiese alejado de este mundo, a pesar de los millones de personas que elevaron sus plegarias para salvarlo. Pareciera que ese mismo Dios escuchó las jaculatorias de quienes pedían la muerte del comandante. Tampoco soy optimista, porque veo como en algunos bandidos traficando impunemente con gasolina y otros, quienes se suponen gente necesitada, venden los productos de cajas Clap para luego comprar aguardiente. Debemos dar "gracias" a las recomendaciones del empresario Lorenzo Mendoza quien aumentó los costos de sus productos, pero invita pasar la cuarentena tomando cerveza en las casas. Ni la iglesia millonaria, ni tampoco los oligarcas venezolanos han contribuido con medicinas, ni mucho menos con una rebaja de los precios de los alimentos para ayudar a las víctimas de esta terrible enfermedad y a los venezolanos cuyos salarios se han deteriorado. Gracias a los gobiernos de China, Rusia, Cuba e Irán, que si saben de solidaridad. Contrariamente al gobierno de EEUU que sigue aplicándole sanciones al pueblo de Venezuela en tiempos de coronavirus.

Después de la pandemia, cuando se apaguen los "discursos solidarios" (solo arengas), cuando las caras cariacontecidas cambien a la normal, cuando los portugueses, españoles e italianos saquen las cuentas de las ganancias especulativas y cuando Donald Trump les entregue a los marchantes papeles (dólares) para el rescate de las empresas, los pelabolas seguirán pelando bolas, buscando como resolver los peos que le dejó la pandemia y la cuarentena. Y a pesar de no estar en carnaval los hipócritas se cambiarán de disfraz: la modestia se disfrazará de vanidad; el desenfado, de desvergüenza; la especulación, de robo; la filosofía, de arrogancia; el valor, de fanfarronería; el desinterés, de egoísmo y lo ideal, de inculto y los demás regresarán a la vida normal, rebuscándose para medio vivir.

Somos insinceros por antonomasia y no gusta vivir de la mentira, es el secreto de la hipocresía. Tenía razón el escritor británico W. Somerset Maugham (1874-1965) al expresar: "En tiempos de hipocresía, cualquier sinceridad parece cinismo". Lee que algo queda.



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Enoc Sánchez


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