Memorias de los venezolanos en tiempos de barbarie

José Rafael Pocaterra escribió un libro considerado la mejor radiografía de los duros tiempos venezolanos del gomecismo; tiempos de represión, cárceles, torturas, grillos, cepos, tortol; tiempos de mucho sufrimiento para la mayoría de los venezolanos. Murieron miles, víctimas de la represión en esos 27 años de dictadura; agreguemos a esta cifra los varios millones de nacionales que, si bien no fueron perseguidos por las fuerzas represivas del régimen, sufrieron hambre, enfermedades, y toda clase de calamidades en esa Venezuela primitiva y atrasada.

En esa Venezuela rural, envilecida por la bota del déspota, del analfabeto ignorante, del caudillo andino, quien por azares históricos pudo ascender a la Primera Magistratura gracias a un golpe de estado palaciego ocurrido en diciembre de 1908, se cerraron las puertas de la democracia, de las libertades y del progreso socioeconómico. Ese dictador gobernó el país con los mismos criterios con los que administraba su hacienda La mulera, en Táchira, donde cosechaba productos agrícolas y criaba toros, vacas, caballos, burros, y mulas. Venezuela fue entonces, durante los 27 años de dictadura, la propiedad particular de Juan Vicente Gómez. Los habitantes del país fueron tratados entonces como los animales del hato; como la cosecha del conuco, como los frutos de la plantación. En aquel contexto, los que se oponían a tal gobierno tenían dos opciones: salir del país y desde afuera hacer críticas al régimen y ayudar con dinero a los opositores internos; o, en segundo lugar, quedarse en Venezuela a sabiendas que tal actitud significaba arriesgar la vida particular y la de sus familiares, pues la represión de las fuerzas policiales no tenía límites con los que osaran enfrentarse al tirano.

En este libro de Pocaterra, que lleva por título Memorias de un venezolano de la decadencia, publicado por vez primera en 1927, los temas abordados giran alrededor de la violencia gubernamental, del terror gomecista contra la sociedad venezolana, del miedo de la población, del hambre y enfermedades de la gente, de la pobreza del país. Es el libro del horror, del sufrimiento venezolano, de la vileza de un régimen, del infamante trato que con su país tuvo el presidente de Venezuela y sus servidores, militares y civiles. Fueron 27 años ignominiosos radiografiados en este libro extraordinario, escrito por una víctima directa del régimen, por un testigo de ese tiempo, por alguien que vivió dentro del monstruo, que conoció sus entrañas, un militante activo del grupo de enemigos del gobierno, de esos pocos valientes que se atrevieron a exponer su pellejo en alguna de aquellas asonadas ejecutadas con el fin de acabar con esa tiranía. De manera que el libro vale por lo que denuncia y por haber sido escrito por un luchador venezolano, de esos que se inscriben en la tradición de los que han combatido a favor de la libertad, la democracia y la justicia social.

Hoy, a casi un siglo de salir al aire aquellas Memorias, es oportuno y necesario escribir el libro homónimo de ahora de estos tiempos de "Revolución Bolivariana", pues el régimen de gobierno hoy impuesto a los venezolanos tiene un desempeño bastante parecido al de la dictadura gomecista. Se tratará entonces del libro del horror venezolano del siglo XXI, la nueva versión del despotismo primíparo instalado ahora en nuestro país, otra vez encabezado por un autócrata ignaro, desalmado, represor, el guapo del barrio, el caudillo abusador acostumbrado a despachar con la ayuda de sables y pistolas los asuntos de interés nacional.

En esta Venezuela militarizada de estos tiempos de nuevo el poder político se concentra en las manos exclusivas del ocupante de Miraflores, el caudillo cesarista del siglo XXI, el autócrata dueño del país, el único que decide, el único que habla; el gran elector. No hay ley que no violente, no hay Constitución que no pisotee, no hay Poder Público que no se le someta. Sus ministros son sus subalternos, sus empleados sus fieles funcionarios, los eternos felicitadores, gracias a cuya prosternación han estado siempre allí, en algún cargo, enchufados y recibiendo los beneficios de todo tipo que proporciona estar dentro o cerca de Miraflores.

Y allá abajo, en las pailas del infierno, el pueblo sufriente, con sus millones de víctimas, los perseguidos por el hambre, por las enfermedades y por las innumerables carencias hoy enseñoreadas en todo el territorio nacional, gracias a las torpes e improvisadas políticas de Maduro y su corte de inútiles ministros, viceministros y gobernadores.

El gomecismo fueron 27 años perdidos para nuestro país. Fueron tiempos de oscuridad, de mucho atraso, de mucha represión, de terror. Ningún hospital construido durante estas casi tres décadas, ninguna nueva escuela ni tampoco universidad; las pocas carreteras construidas en esos tiempos fueron para conectar las haciendas de Juan Vicente Gómez, como por ejemplo la carretera trasandina. No era preocupación del tirano si el pueblo sufría penalidades, pues, de acuerdo con su mentalidad rupestre, él se consideraba, no presidente de una república sino el amo de una hacienda muy grande, Venezuela, que se podía llamar también La Mulera, como la que tenía en Táchira. Con sus criterios de hombre del campo, de dueño de hacienda y capataz de peones gobernó nuestro país y así la política se ruralizó, se empequeñeció, se envileció. Con estos criterios lo que interesaba en verdad al tirano eran cuántas vacas habían parido en el Hato La Yeguera, la cantidad de cochinos capados; las fanegas de café vendidas a la casa comercial de los alemanes en Cúcuta, los caballos sin amansar regados en aquel potrero, los huevos del gallinero recogidos hoy, etc. Nada importaban entonces los niños desnutridos, las escuelas sin maestro, los jóvenes desempleados, las mujeres analfabetas, los muertos de paludismo, los enfermos sin médicos ni medicinas, las universidades semidesiertas, las ciudades y pueblos sin servicios de agua ni electricidad. Mucho menos interesaban los libros y revistas publicados en el país, las obras de teatro escenificadas, los nuevos museos y salas de cine construidos; las ofertas de empleo para la juventud del país; en fin, para el tirano y sus gamonales la calidad de vida de los venezolanos no era asunto que llamaba su atención.

Hoy de nuevo la conducción política en Venezuela se maneja desde Miraflores con criterios reductivistas, mezquinos, improvisados, e igualmente, el presidente actual ha levantado en nuestro país un régimen autocrático, personalista, despótico. Repite el error de gobernar como si la nación fuera su propiedad personal, su autobús particular, esto último en razón de que la profesión conocida del ocupante de Miraflores es la de chofer de buses. Así entonces, para el presidente, Venezuela es como un vehículo de pasajeros, y él su conductor, que va por el camino sin respetar las leyes de tránsito, atropellando peatones, embistiendo vehículos, tumbando postes y semáforos, destruyendo todo a su paso. Y, por tanto, los resultados de su gestión, siete años después, vista la situación de Venezuela, son parecidos a un gran accidente, a una terrible tragedia, a una catástrofe extraordinaria, con su secuela de muertos y heridos regados en toda la geografía nacional. Allí están las estadísticas para demostrarlo, basta con decir, entre otras cosas, que la economía de nuestro país tiene 6 anos consecutivos contrayéndose, sufrimos la inflación más alta del mundo y el salario mínimo más bajo en toda la tierra, apenas 2.5 dolares mensuales; allí está PDVSA, calificada en sus mejores tiempos como la quinta empresa productora de petróleo más importante, hoy día se encuentra casi en la quiebra, produciendo apenas unos 500 mil barriles de petróleo diario; allí están también las grandes empresas básicas de Guayana, antes poderosas empresas productoras de acero, aluminio, hierro, bauxita, hoy cerradas con cero producción. En fin, ruina, destrucción, pobreza, miseria es lo que ha producido esta estafa llamada Revolución Bolivariana.

Y, como consecuencia inmediata y dolorosa de ello, la vida de los venezolanos se ha degradado hasta los más bajos niveles conocidos en la historia nacional. Por el suelo se sitúa hoy la calidad de vida en nuestro país. Más que pobres, la mayoría de los venezolanos soportan condiciones miserables de existencia. Es que la miseria, no la pobreza, ha pasado a ser protagonista destacada de la cotidianidad nacional.

Este fenómeno, la miseria, antes poco conocido entre los venezolanos, será la herencia más resaltante de la gestión de Maduro y su corte de inútiles. Miseria de la mayoría, porque están los ricos, los nuevos pocos ricos, los enchufados del régimen, los logreros, los trepadores, los millonarios corruptos, ladrones del erario público. Tienen mucha plata. Se nota a simple vista, pues te la estrujan en la cara. Se sabe que es dinero mal habido por el cambio tan rápido ocurrido con ellos; y se sabe también por su torpe comportamiento, porque no guardan mesura, porque son derrochadores y carecen de todo refinamiento. Son unos soberanos rastacueros que han levantado su fortuna a costa de la miseria nacional, a costa del hambre de la mayoría de los venezolanos, a costa del sufrimiento de la población mayoritaria del país, a costa de las carencias y calamidades que hoy atenazan nuestra existencia. La lista de tales delincuentes es larga. Encontramos todo tipo de bichos allí, uniformados verde olivo y civiles.

Por lo anterior es un crimen de marca mayor lo que han cometido esos que han desfalcado nuestro país en estos tiempos de estafa nacional Bolivariana. Principal responsable son los gobernantes, pues todo este desastre ha ocurrido debido a su pésima gestión, a sus torpezas, sus improvisaciones y su consciente complicidad. Y están también los boliburgueses, los beneficiarios directos del desfalco nacional, con sus alforjas llenas de los dólares hoy depositadas en la banca extranjera, en los paraísos fiscales donde se encuentran a buen resguardo. El desfalco ha sido de miles de millones de dólares, esos que hoy día requerimos para recuperar la economía de nuestro país y para sacar de las pailas del infierno a los millones de venezolanos hoy miserabilizados.

En verdad, estos gobernantes del PSUV acumulan en sus manos todo el horror y el sufrimiento padecido por los venezolanos en estos años de su mandato. Sus manos están manchadas de la sangre derramada por los millones de venezolanos que hemos sufrido las devastadoras consecuencias del peor gobierno republicano en nuestro país. Por tanto la historia no los olvidará. Se escribirán, luego que salgan de Miraflores, muchos libros dando cuenta de su abominable gestión. Serán muchos volúmenes, no tengo duda de ello. Serán llamados Las Memorias de los Venezolanos en tiempos de Barbarie. Es el título que corresponde a un régimen de gobierno que degradó la política, degradó a Venezuela y degradó a sus habitantes.



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Sigfrido Lanz Delgado


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