La mayor tragedia de Guatemala es su sociedad mediocre

Hablar de la sociedad guatemalteca es hablar del colmo de los colmos: todos los males de la humanidad se conjugan en ese pedacito de país que por si fuera poco también se elevan al cuadrado: ingratitud, insensibilidad, desmemoria, cinismo, cachurequería, racismo, clasismo, homofobia, mente colonizada y mediocridad.

Punto y aparte es el pueblo, el pueblo de pies descalzos está a años luz de la sociedad rastrera que lo violenta, excluye y expulsa en las migraciones forzadas eso si no lo asesina antes en desnutrición y limpiezas sociales. Claro está que este artículo trata de la peste que carcome a Guatemala, no de la raíz milenaria que la embellece. Quien lea entienda.

Si el abuso sexual y el feminicidio de 41 niñas en un Hogar Seguro del gobierno, no hizo reaccionar a la sociedad para exigir la renuncia inmediata de Jimmy Morales, nada lo logrará así hagan erupción todos los volcanes, se desborden todos los ríos y despierten huracanes que en conjunto formen deslaves que arrasen con poblados completos.

Si familias completas intentando sobrevivir en basureros, si miles de niños viviendo en las calles; picando piedra, cargando bultos, lustrando zapatos: sin acceso a la salud, a la educación y a una vida integral no ha logrado que la sociedad reaccione, nada lo hará. Si miles se pudren cortando caña, para los grandes ingenios de explotadores y la sociedad ni se mosquea, nada lo hará.

Si los cientos de bares y casas de citas en cada esquina del país, donde se secuestra, viola y asesina a niñas, niños, adolescentes y mujeres no logra que la sociedad se indigne y cambie el sistema, nada lo hará. Porque de una u otra forma esa sociedad mediocre también se beneficia, no olvidemos que es patriarcal y misógina ante todo. Claro está, el gobierno de Guatemala representa a quienes votaron por esa banda de corruptos, feminicidas y genocidas.

Y son igual de responsables quienes no votaron por ellos pero que solo reaccionan en las redes sociales, por su comodidad, pero que se esconden debajo de la cama en la vida real porque para tanto no les dan las agallas. No es lo mismo ir a poner el pecho aunque lluevan metrallas, que despotricar desde una red social en internet en donde todos campean de envalentonados y justos luchadores sociales.

Las tragedias en Guatemala tienen nombre propio: sociedad mediocre. La mediocridad de la sociedad es el núcleo celular que permite la violencia gubernamental y sistemática hacia los últimos de las clases sociales. Y seguirán sucediendo las limpiezas sociales, los derrumbes en los basureros que se tragan a familias completas, feminicidios, desapariciones forzadas, seguirán creciendo generaciones picando piedra, viviendo en las calles, lustrando zapatos, cargando bultos, cortando caña, pudriéndose en los bares y casas de citas; porque en efecto la sociedad lo permite porque le beneficia.

Momentáneamente, por doble moral más que todo y por su foto del recuerdo y la publicación de la misma en las redes sociales para recibir aplausos y mostrar la apariencia de buenos samaritanos, muchos se muestran sensibles y "reaccionan" ante una tragedia "natural" donde propios y extraños sacan provecho a costillas de quienes la vivieron, pero solo es cosa de tres días porque a la semana los vuelven a olvidar y estos pasan a enfilar las listas de las grandes tragedias que pudieron ser evitadas si tan solo hubieran sido vistos como seres y no como objetos para beneficio de las mafias.

"Oremos hermanos por Guatemala", no es la solución. La solución es armarse de valor, dejar la comodidad de las redes sociales e ir a poner el pecho a las calles hasta que renuncie Jimmy Morales y todos los miembros de su gabinete, enjuiciarlos por ladrones, asesinos y corruptos e ir por una Asamblea Nacional Constituyente Integral, como lo han exigido los Pueblos Originarios, sería un buen inicio para ir cambiando el sistema. Pero qué va, como diría mi abuelo tío Lilo: pero patadas en el culo…



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Ilka Oliva Corado

Escritora y poetisa guatemalteca. Se graduó de maestra de Educación Física para luego dedicarse al arbitraje profesional de fútbol. Hizo estudios de Psicología en la Universidad de San Carlos de Guatemala, carrera interrumpida por su decisión de emigrar a Estados Unidos en 2003, travesía que realizó como indocumentada cruzando el desierto de Sonora-Arizona.
Es autora de doce libros: Historia de una indocumentada. Travesía en el desierto de Sonora-Arizona; Post Frontera; Poemario de luz de faro; En la melodía de un fonema; Niña de arrabal; Destierro; Nostalgia; Agosto; Ocre y desarraigo; Relatos; Crónicas de una inquilina y Transgredidas, publicados en Ilka Editorial.
Una nube pasajera que bajó a su ladera la bautizó como “inmigrante indocumentada con maestría en discriminación y racismo”.
Sitio web: https://cronicasdeunainquilina.com/

 cronicasdeunainquilina@gmail.com      @ilkaolivacorado

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