Para hablar hoy de Venezuela hay que remontarse al pasado

Es la única manera de tener una opinión sensata. No podemos hablar del mundo actual como ver una cinta de ficción.

Un martes por la mañana un vecino me interpela y solicita mi punto de vista -en calidad de periodista vinculado a la información- sobre la situación actual de Venezuela y enfatiza en que quiere una opinión equilibrada, a lo que accedí como si se tratara de un asunto sobre boxeo.

Lo primero que le dije es que si quería tener una opinión sensata sobre la realidad del país y ser lo más sincero posible, tenemos que remontarnos, medianamente, en el tiempo para hablar de lo que era la nación en el pasado, antes del gobierno de la revolución bolivariana socialista.

-Debes pasearte por la época gobernada por Juan Vicente Gómez, el inicio de la era petrolera, la realidad del campo y luego el éxodo de los venezolanos hacia las montañas o colinas que rodeaban a Caracas, convirtiéndolas en alumbrados cerros por las noches, o nacimientos. Fueron hechos que eran característicos en esta Venezuela que comenzaba a transformarse. Sin ir más lejos habría que destacar que en el interior del país no había salud, educación, política de empleo, recreación, transporte y muchas cosas más.

-Pero antes había calidad de vida, sostuvo el vecino.

- ¿Había calidad de vida? Si tu sostiene que antes existía calidad de vida, pues creo que no podemos seguir conversando.

¡Y así ocurrió!

Al dejar al vecino y continuar mi camino, pasó por mi mente la idea de que quizá, él, al hablar de calidad de vida a lo mejor se refería a su propia vida. Lo cierto del asunto es que, pese a que algunas personas dan a entender que quieren dialogar con otras, no es menos cierto que esas presuntas intenciones de conversar están matizadas por cierta intolerancia que se manifiesta en ese interrumpir de las explicaciones de la persona con la que dialogan, si la conversación toma un giro con explicaciones que no se ajustan a su modo de pensar.

No es que el intolerante sea uno al no continuar dialogando, simplemente se trata de no caer en el juego del otro y ser sometido por su propia opinión. Algo muy parecido a eso parece haberle ocurrido al escritor argentino Ricardo Piglia, miembro del jurado de la XVIII edición del premio internacional de novela "Rómulo Gallegos", quien criticó a los escritores antichavistas por no participar en el conocido certamen ya que se consideran opositores.

Piglia, al ser entrevistado para el Correo del Orinoco dijo que le había dado risa que algunos autores no participaron en el concurso literario por la posición política que tenían.

"Actúan como los estalinistas: primero le preguntan a una persona lo que piensa y después se deciden a leerla", comparó. En ese mismo orden, el argentino expresó que "El mundo cultural y el mundo político tienen lógicas distintas. No podemos trasladar de una manera directa y mecánica las oposiciones políticas a las posturas literarias".

Y tanto lo ocurrido al escritor argentino como a quien escribe, hablamos de realidades de diferente tenor porque, son situaciones muy específicas y muy claras. Si hablamos del transporte del pasado y los recorridos que hacían las personas, indudablemente tenemos que citar a los caballos, mulas, carretas y carruajes y al referirnos al transporte del presente, estamos obligados a citar los autos, los autobuses, el ferrocarril, el subterráneo y, más recientemente, las moto-taxis.

Así son de claras y precisas las cosas y por eso no podemos decir que los patriotas que acompañaron al Libertador Simón Bolívar en la guerra de Independencia, se desplazaban en ferrocarril, manejaban camiones o gandolas y otros utilizaban el subterráneo o Metro.



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Pedro Estacio


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