Burócratas, disidentes, herejes, intelectuales y críticos

En la jerga de los políticos de izquierda, hay algunas palabras que, como se incorporaron al diccionario en situaciones históricas específicas, quedaron marcadas por la controversia en la cual adquirieron relevancia. Así ocurre con los términos burócrata, disidente, intelectual y crítico.

Por ejemplo, calificar (o sea, insultar) a alguien de "burócrata" o caracterizar al estado venezolano como "burocratizado", es introducir en el debate un hilo de la polémica de Trotsky contra Stalin a partir de la muerte de Lenin, en los 20, 30 y 40. Obviamente, aquí no se usa el concepto en el sentido sociológico, weberiano, contexto en el cual el burócrata es simplemente el funcionario estatal que organiza su trabajo de manera planificada, eficiente, formal e impersonal, siguiendo al pie de la letra los reglamentos.

Para el gran líder soviético, presidente del principal Soviet en tiempos revolucionarios, conductor del Ejército Rojo durante la guerra civil contra la revolución rusa, o sea, Trotsky, la burocratización era una degeneración del estado obrero soviético. Lo explicaba histórica y sociológicamente aludiendo al atraso económico y cultural de la sociedad rusa en tiempos de la revolución, a la urgencia de establecer controles férreos y "disciplina" de la distribución económica durante la cruenta guerra civil y a la mala intención de Stalin de hacerse de todo el Poder, hasta convertirse en el cruel autócrata que fue hábilmente desplazando a la dirigencia histórica del Partido Bolchevique, la que había tomado el Poder en 1917, hasta eliminarla físicamente, uno a uno, en las conocidas "purgas" desmoralizantes, sangrientas y masivas de las décadas de los 30, 40 y 50.

Para Trotsky, la burocratización surge cuando a los controladores hay que colocarles otro controlador, y así sucesivamente, lo cual implica un crecimiento extremo del personal estatal, la multiplicación de los ministerios y oficinas y, sobre todo, la creación de una capa privilegiada que fue expropiándole el poder al proletariado, corrompi´+endose en medio de una extrema ineficiencia, hasta imponer una dictadura cruel, estúpida, oportunista, que terminó por desnaturalizar el socialismo en la URSS, y convertirse en burguesía cuando ese armatoste se derrumbó en 1990. Stalin era el máximo representante de esta degeneración, pero no era ni de izquierda ni de derecha, sino más bien un centro que oscilaba según las circunstancias, entre cada propuesta del Partido, asumiendo las políticas de cada tendencia después de haberla exterminado. A veces, hacía pactos con la burguesía, a veces la expropiaba; a veces pactaba, a veces prorrumpía en gritos, frente al adversario imperialista, en medio de una "coexistencia pacífica".

Fue profundizándose el "sustitutismo": el Partido sustituyó a la clase, el Comité Central sustituyó al Partido, el Secretario General sustituyó al Comité Central. Basta colocar "presidente" donde dice "Secretario General", y ver cómo se cambian políticas (sobre todo las económicas) y se enrocan ministros en la Venezuela chavista, para tener una idea de la conducta stalinista.

Para el burócrata, ya en tiempos de Kruschev y Brezhnev, los "disidentes" eran los agentes de la CIA que conspiraban contra el estado soviético. Es decir, eran una especie de traidores y enemigos encubiertos en una palabrería refinada e ininteligible, que sonaba altanera a los oídos del analfabeta funcional en que había degenerado "El Gran Timonel". Tal vez les habría cuadrado mejor el mote de "herejes": igual los eliminaban por plantear las incoherencias de los burócratas y retomar el razonamiento lógico de la teoría revolucionaria.

Los "disidentes" (o herejes) eran intelectuales, y ante ellos los burócratas soviéticos (y, sobre todo, los maoístas chinos) tenían una actitud hostil, un poquito acomplejada. Sobre todo porque eran "sesudos", y siempre sospechosos de apartarse de la "ortodoxia", la interpretación correcta de las escrituras, que no se adquiría leyéndolas directamente, sino siguiendo al pie de la letra los comentarios de la cúpula, o sea, del Secretario General. Ponga "Plan de la Patria" como sagrada escritura y sabrá el lector a qué me refiero.

El único intelectual bueno para el burócrata maoísta o soviético, era el muerto o el que usaba un discurso florido y "profundo" para defender al Secretario General; si era posible desde su escenario "natural" estereotipado: un gran teatro, una biblioteca, con fondo de orquesta sinfónica o esculturas clásicas o modernas. Más o menos lo mismo que hacía Gómez con sus intelectuales, que le hacían loas con elaboradas teorías. Muy parecidas a ciertas cuñas de TV.

Por supuesto, el "crítico" siempre fue considerado "disidente" por el burócrata. Por eso, desde una postura crítica a los procesos del siglo XX (y del XXI), que desprestigiaron y llevaron al fracaso la propuesta socialista, constituye casi que un orgullo que lo llamen a uno "disidente". Prefiero llamar, a los que están en la otra acera en esta discusión, burócratas y stalinistas. Aunque no discutan: simplemente insultan, mientras preparan el siguiente zigzag, entre el ultraizquierdismo y la capitulación.



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Jesús Puerta


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