Una humanidad deshumanizada

El vocablo humanidad tiene dos acepciones, una de estas es la que define al conjunto conformado por los seres humanos, la otra, la que hace referencia a la actitud o característica de cada persona hacia sus congéneres, es decir, la sensibilidad, la compasión hacia sus semejantes. La primera se lo dejaré a los sociólogos para su estudio, respecto a la segunda, me siento obligado a hacer una reflexión…la inspiración de este escrito. 

Durante mis momentos de ocio y de abulia insana me dedico a reflexionar sobre el comportamiento de los seres humanos y trato, en lo posible, de ser optimista. Infaustamente las crónicas de la historia (de nuevo la historia) me obliga a arrogarme una conducta contraria. Mi pesimismo hacia la actuación de los (as) humanos (as) no es gratuita, siempre lo refuerzo con muchos de los eventos en los que la insensibilidad y la indolencia son las condiciones de una gran mayoría de las personas. Si creen que estoy exagerando, veamos:

La esclavitud no es nada nuevo, cada imperio (persas, romano, griego, inca, azteca, japonés, alemán, británico, entre tantos) una vez usurpado un territorio, lo primero que hacía era esclavizar a los conquistados. Todavía durante los siglos XVII, XVIII, XIX y XX la esclavitud de los negros africanos, patrocinada por los ricos europeos, blancos y cristianos,  contribuyó a la formación de poderosas oligarquías en ambos lados del Atlántico. Ciertamente, muchas naciones Europeas y además EEUU, acumularon grandes fortunas producto de la mano de obra esclava. No cabe duda, los habitantes de esos imperios nunca protestaron en contra de la esclavitud, dado que de alguna manera ellos se beneficiaban de forma indirecta de esta sanguinaria e ignominiosa práctica. Lo periódicos de aquellas épocas no reseñaron ninguna manifestación en contra de la esclavitud, a pesar que muchos de esos ciudadanos acudían a la iglesia para buscar para ellos, pero no para los esclavos, la misericordia de Dios. 

Una rutina común de las potencias Europeas fue la creación de protectorados, es decir, las oprobiosas colonias de la que también fue víctima toda la América. El coloniaje fue y es la invención más perversa de los ricos europeos, blancos y cristianos, era tal la perversión que en el Reino Unido funcionaba el Ministerio para las colonias. Esta forma de avasallamiento, el coloniaje, les permitió a las usureras potencias europeas (España, Inglaterra, Portugal, Francia, Bélgica, Italia, Alemania…) apoderarse de territorios ajenos para explotar sus riquezas, para esclavizar a los sometidos, impedir el desarrollo de esos pueblos, venderle a las colonias los productos importados, manufacturados con materia prima robada. En fin,  me faltarían páginas para enumerar las innumerables tropelías cometidas por estos nefastos imperios. Al igual que en lo anterior, como la burguesía, la clase media comercial y artesanal recibían una parte de los beneficios del robo de las colonias, su conducta era la impasibilidad ante los desmanes de sus gobiernos. Eso sí, los domingos los feligreses acudían a la Iglesia para recibir el sermón del cura o del pastor para purificar su alma.

Voy a permitirme copiar un párrafo de mi libro “Antología de la estupidez” citado en artículos pasados: “Algo sorprendente en las tres grandes religiones de este globo terrestre es la existencia del ayuno, como prueba de los muchos elementos  en común en todas las fes que hacen vida religiosa en el planeta. La Iglesia católica, nos habla del ayuno el día miércoles de ceniza y la abstinencia de ingerir carne el Viernes Santo, la religión Judía, celebra el Yom Kipur, en el cual los fieles dejan de comer veinticuatro horas completas; y en el culto musulmán, se conoce el mes de Ramadán, un ciclo continuo de ayunos. Cada una de estas prácticas es  una forma de cumplir con los preceptos del culto y tiene tres finalidades, respectivamente: la primera, es una forma de penitencia para lograr la mansedumbre y el fortalecimiento del espíritu de los hombres; la segunda, busca pedir perdón por los errores individuales y colectivos y la tercera, persigue la reconciliación, el perdón, el cultivo de la paciencia, el altruismo y la autodisciplina. Me pregunté: «Si las religiones tienen esos fundamentos tan humanitarios ¿Cuál es la razón por la cual millones de terrícolas se vienen matando durante siglos? Así son los terrestres»”.

No me canso de exclamar “la guerra es el invento más estúpido de los humanos”. A pesar de los macabros resultados de estas tenebrosas  prácticas y que nunca han resuelto nada, peor aún, acrecienta el conflicto, hoy, todavía, las guerras es una lucrativa industria en ciertos imperios. Hasta se llega el colmo de entregarle el premio Nobel de la paz al presidente de los EEUU, el señor Obama, quien siempre mantiene una ofensiva contra un indefenso país en algún lugar del planeta. Mientras miles de hombres, mujeres, niños, ancianos mueren como consecuencia de los bombardeos,  mientras ciudades enteras son destruidos y sus patrimonios culturales robados, millones de personas están pendiente del fútbol, del béisbol, del básquetbol, del golf, de la entrega del Oscar, la trasmisión de los diversos premios que la televisión de USA inventa para mantener a las personas desensibilizados por lo que está ocurriendo fuera de sus fronteras. Los muertos ajenos no importan.    

Pudiera escribir una enciclopedia sobre la insensibilidad de las personas, que sólo les interesa lo que pasa en sus proximidades. Pero me es ineludible reflexionar sobre Venezuela para mostrar y demostrar a mis lectores sobre el letargo beneficioso en el que han vivido y viven la clase burguesa y la clase media.  Más aún, en lo que concierne a lo que ha estado sucediendo desde hace cientos de años y de lo que sucede en el presente.

Durante muchos años los cerros que rodeaban a Caracas y a muchas ciudades  de la provincia se fueron llenando paulatinamente de pobres y miserables, ante la mirada impasible de sus compatriotas. Nuestras calles resaltaban la miseria galopante y todo esto pareció convertirse en una parte del paisaje urbano. En  ningún momento los “honorables” miembros de la clase oligarca y de la clase media hicieron una manifestación o algún reclamo para mejorar la condición de vida de millones de venezolanos. Para qué mortificarse, Miami estaba muy cerca, al alcance de muchos de ellos para dilapidar las divisas que tanto le costaba al país. Tampoco la jerarquía eclesiástica dejó sentir su voz por mejorar la calidad de vida de los pobres. Pareciera que estos obispos taimados se preocupaban más por el dios de los ricos porque el de los pobres no genera usufructos terrenales. 

Actualmente, lo que está sucediendo en Venezuela me reitera la insensibilidad de muchos venezolanos ante el crimen despiadado de algunos compatriotas. El paso a la inmortalidad de ciertos venezolanos como fue la de mi comandante Chávez, el de Carlos Escarrá, el de Eliécer Otaiza y el más reciente, el de Robert Serra es motivo para que muchos opositores muestren su verdadero talante, sus bajas pasiones ante la tragedia ajena. Parece que no recuerdan que cualquier ser humano es hijo (a), o padre, o madre, o esposo (sa), o tía (o), o hermana(o), es decir nadie está solo en el mundo y por lo tanto, es susceptible a la pérdida de algún familiar. No es admisible que alguien que dice profesar alguna doctrina utilice como arma macabra la burla ante la desdicha de algún semejante. Sin desearle mal a nadie, con la certeza que la vida es el único camino que nos conduce hacia la fatalidad, quien obra de esta manera de seguro que en alguna oportunidad va sentir lo que en la actualidad están padeciendo la familia del extinto y apasionado luchador Robert Serra.     

Imagino a ciertos miembros de la oposición venezolana conversando con el terrorista Gómez Saleh, así mismo, planificando la obra macabra con los homicidas de Robert. No soy capaz de culpar a nadie, pero nadie podrá negar que, según las intervenciones y declaraciones de muchos enemigos del gobierno, sea obvio ubicar la responsabilidad del vil asesinato. Solo les pido a los electores que piensen en manos de quién podría quedar  el país, en el supuesto negado que estos sanguinarios verdugos tomen el poder. ¿Qué calaña se seres son estos?  

Por fortuna mi comandante Chávez cargaba en el morral de sus seños  grandes porciones de sensibilidad y de amor hacia los habitantes del planeta. Por esa montaña de afecto hacia sus semejantes dejó sentir su voz en la ONU contra las guerras, contra el crimen de los sionistas hacia los palestinos, a favor de los pobres del planeta, contra la el efecto invernadero responsabilidad de los gobiernos imperiales y contra todo aquellos que atente contra la coexistencia de los hombres y mujeres en nuestro errabundo y hermoso planeta azul. Parafraseado a Pepe Mujica “una epidemia de humanidad y sensibilidad no nos haría daño”.

 

Para leer las disquisiciones de este atormentado les recomiendo: notengodios.blogspot.es



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Enoc Sánchez


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