“Todo se vale con tal de aniquilar al otro”

El doctor Vicente Díaz, rector del CNE, en su artículo “El peligro es acostumbrarse a eso”, para brindarle apoyo o solidarizarse con el doctor Miguel Henríquez Otero, no desaprovechó la oportunidad para lanzarle un torpedo al marxismo, achacándole un rasgo que no tiene. Mejor dicho: el doctor Vicente Díaz desfigura el marxismo poniendo en la boca de esa extraordiaria doctrina científica, dialéctica y revolucionaria un método que nunca ha profesado ni ejecutado.

 Esta bien y se respeta que el doctor Vicente Díaz defienda sus creencias, se solidarice con quien crea que lo merece o justifique, pero no es necesario hacer de lo personal un principio de la doctrina. Señala como argumento, en su defensa a Miguel Henríque Otero, lo siguiente: “Los insultos personales y su defensa ideológica son una expresión de cómo el marxismo entiende la política: una confrontación épica entre enemigos a muerte en lo cual se vale todo con tal de lograr la revolución. Sin más límites éticos, sin escrúpulos, que el éxito. Todo se vale con tal de aniquilar al otro…”.

 Nadie está en capacidad de determinar cuánto ha leído, estudiado o analizado el doctor Vicente Díaz de marxismo. No pocos analistas basan su creencia o sus argumentos, para ser antimarxistas, en las cosas ciertamente injuriosasque dijo Marx del Libertador Simón Bolívar dejando por fuera o sin adentrarse en los estudios científicos irrefutables hechos por Marx y Engels sobre las realidades del mundo capitalista y sobre las perspectivas históricas del desarrollo de la Historia. Es como si un marxista, inspirado en el rencor, juzgase el pensamiento y la obra del Libertador haciendo uso, exclusivamente, de la orden –sin duda- errónea que dio para que fusilasen al prócer y gran general en jefe Manuel Piar. O sería, igualmente, como un marxista, sectario y ortodoxo, juzgase toda la obra y todo el pensamiento del Cristianismo sólo tomando en consideración el período de la Inquisición. Ese papel, con el debido respeto que merecen los derechos a las libertades de pensamiento y de expresión, lo hace el doctor Vicente Díaz cuando defendiendo el método del respeto a la persona humana para que no sea víctima del vejamen y el agravio, condena al marxismo por aplicación de ese método antihumano y vejatorio. Marx y Engels, como padre el primero y padrino o tío el segundo del marxismo, se guiaron, fudamentalmente, para crear esa doctrina proletaria por consideraciones históricas generales y no personales o particulares.

 Cierto es que Marx –especialmente- y Engels combatieron con palabras muy duras a muchos de los adversarios de sus ideas y, fundamentalmente, de la revolución proletaria o del socialismo. El mismo “Manifiesto Comunista” es duro contra quienes profesaron un ideal de socialismo no compatible con aquel que está o surge de la entraña del proletariado. Proudhon, Bakunin, Bernstein, Dürhing, entre otros, fueron duramente criticados por Marx y por Engels pero nada de elementos de vejación o humillación se encuentra en esas críticas. Decir que el maxismo es un método de vejación política contra sus adversarios es exactamente igual como decir que el Cristianismo es un método de vejación contra los ateos o los que no profesan religión alguna. Culpar al socialismo –planteado por Marx- por el hecho que personas quieran abandonar, para no regresar, países donde se cree existe ese régimen económico-social es lo mismo que culpar al Cristianismo –planteado por Jesucristo- de todas las políticas del Vaticano que hacen que muchos creyentes se cambien de religión o de creencia ideológica.

l El concepto de que el “fin justifica los medios” (o en otros terminos: “Todo se vale con tal de aniquilar al otro”) es atribuido, sin ton ni son y a diestra y siniestra, al marxismo. Sin embargo, la intención de quienes lo sostienen, se cae por su propio peso. Se sabe, sin que entremos en polemizar sobre la razón por la cual se dijo, que erróneamente los protestantes –unas veces- y los católicos –otras veces- fueron los que inventaron o atribuyeron a los jesuitas eso de que el “fin justifica los medios”. Y entre un jesuita –por lo menos ideológicamente- y un marxista hay una distancia como de acá al más allá. Entendemos por fin el objetivo a conquistarse y por medios los métodos empleados para lograrlo. Sin embargo, se dice también y parece ser cierto que los jesuitas sostuvieron que “el medio en sí mismo, puede ser indiferente y que la justificación o la condonación moral de un medio dado se desprende de su fin”.

 En verdad, el marxismo (igual tiene validez para una clase, un partido, un Estado, una persona) no niega, de antemano y para siempre, ningún medio –por lo menos de los clásicos conocidos en la lucha política o de clases- para conquistar el fin que pregona como misión del proletariado: la revolución socialista. El más temido de los métodos políticos en la lucha de clases es el terrorismo y los Estados burgueses –especialmente los imperialistas- suelen hacer uso de él con una frecuencia terrible y espantosa. El camarada Trotsky, creador del Ejército Rojo y responsable de la guerra revolucionaria rusa contra los imperialismos y los enemigos internos en los primeros años de la tercera década del siglo XX, dice: “Revolución no implica lógicamente el terrorismo, como tampoco implica una insurrección armada… Pero, en cambio, la revolución exige que la clase revolucionaria haga uso de todos los medios posibles para alcanzar sus fines: la insurrección armada, si es preciso; el terrorismo, si es necesario. La clase obrera, que ha conquistado el poder por las armas en la mano, debe deshacer por la violencia las tentativas encaminadas a arrebatárselo. Siempre que se halle en presencia de un complot armado, de un atentado, de un levantamiento, su represión será despiadada…”. Ojala nadie, y especialmente el doctor Vicente Díaz si por casualidad llegase a leer esta opinión, no entienda esa cita como una fe de que el marxismo pregona indiscriminadamente el terrorismo contra los que adversan el proceso bolivariano. Mucho antes que Trotsky el camarada Engels había dicho que nada es más autoritario que una revolución. Y en eso no se diferencia la burguesa de la proletaria.

 La burguesía y sus ideólogos, con más vehemencia en este tiempo de perversa globalización capitalista en que le caen militarmente en cayapa a países que no quieren someterse a sus designios, esconden la verdad de que ellos, para derrocar al feudalismo, tuvieron que emplear medios que la clase feudal y su Estado consideraron como inmorales y terroristas. Se deduce de lo hecho por la burguesía pero que no quiere reconocer, que es partidaria de que el “fin justifica los medios”. Sin embargo, para un marxista que no niega de antemano el uso del terrorismo contra sus enemigos, sostiene que el “medio sólo puede ser justificado por el fin. Pero éste, a su vez, debe ser justificado”. ¿Qué quiere decir eso?: que un fin revolucionario justo requiere de un medio revolucionario justo. Expliquemos con claridad: si un régimen político se convierte en una pesadilla, por el uso de medios violentos para sostener su nivel de injusticias y crueldades, entonces, se justifica –para derrocarlo- el método de la violencia revolucionaria. Precisamente se transforman en injustos quienes profesen el pacifismo y la resignación de los oprimidos contra ese régimen político que los oprime. Igual, ejecutar la violencia contra un régimen que se fundamenta en un real sistema de respeto a los derechos humanos, es un acto de injusticia. ¿Es o no es así? Cada lector debe darse su propia respuesta y es de respetarse aunque no se comparta. Pero el no compartir no significa que se asuma la conducta del lector.

 Nadie como la burguesía es experto en terrorismo a través de su Estado. Mientras critican a Marx y su marxismo acusándolos de ser partidarios y aplicadores de que el “fin justifica los medios”, nada se nos dice -y lo sabe bien la burguesía- que es principio de guía para sus luchas políticas o de clase lo que uno de sus filósofos y sociólogos positivistas de su prefencia (Spencer Herbert) sostuvo: el principio de que el “fin justifica los medios” no tiene categoría de inmoral. Por eso usan indiscriminadamente el terrorismo de Estado y de grupo. Lo que sucede es que la burguesía y sus ideólogos, para denominar las luchas que buscan su derrocamiento y el establecimiento del socialismo, suelen tener una respuesta acusativa siempre a flor de boca: “”El terrorismo es inmoral y es un medio criminal que sólo lo justifica un fin criminal”. Por eso Osama Bin Laden fue un inmoral, debido a que utilizó un medio criminal tratando de conseguir un fin criminal: destruir al imperialismo. En cambio, el imperialismo usa el terrorismo de Estado como moral por ser un medio humanístico para lograr un fin humanístico: el aniquilamiento de todos los que luchen por la emancipación social. El marxismo no tiene esa creencia política de la burguesía y sus ideólogos, pero sí dice: “El que en principio renuncia al terrorismo, esto es, a las medidas de intimidación y represión respecto a la contrarrevolución armada, debe renunciar también a la dominación política de la clase obrera, a su dictadura revolucionaria”. Lo que pasa es que a la burguesía y sus ideólogos les gusta que la salsa que sea buena para el pavo sea mala para la pava

El capitalismo, especialmente el imperialista, cree contar con un arma de destrucción espiritual eterna. Por eso considera que es capaz de engañar todo el tiempo a toda la humanidad que le adversa. Y esa arma es la mentira. .Entiéndase que no estoy acusando al doctor Vicente Díaz de mentiroso pero si a la clase burguesa en general. Creo, más bien, que el mismo doctor Vicente Díaz tiene conciencia que la mentira cumple una función política vital en el mundo capitalista; que la mentira es un reflejo de las contradicciones en la lucha de clases. Por eso, en tiempo del camarada Trotsky, esto nos dijo sabiamente: “Allí donde las contradicciones sociales tienen una larga historia, la mentira asume un carácter equilibrado, tradicional y respetable. Sin embargo, en una época como la actual, cuando las luchas entre las clases y las naciones se han exacerbado como nunca, la mentira adquiere un carácter turbulento, tenso y explosivo…”. ¿Qué no diría el camarada Trotsky hoy día cuando existen medios de comunicación que trasmiten los hechos un poco antes de producirse sin que coincidan, en muchísimos casos, lo dicho con el hecho?

Una doctrina, como el marxismo, puede culparse –quienes la adversan- de una concepción del mundo y de sus enseñanzas históricas pero, jamás, puede ser responsable de las palabras que emitan quienes la profesan. Por eso el doctor Vicente Díaz no tiene razón de culpar al marxismo por las cosas que diga el camarada Mario Silva, o diga el camarada Chávez, o diga el camarada Fidel, o diga cualquier camarada en este país o en el mundo entero. Sería lo mismo que un marxista culpara al Cristianismo de las cosas que diga el cardenal Urosa, o diga el monseñor Porras, o diga el sacerdote X o diga cualquier creyente de esa religión. Como tampoco, para ir un poco más lejos, se puede culpar a la Ilustración de los barbarismos, los crímenes y las atrocidades que han cometido los imperialistas contra el género humano. Lo que es más: quienes no compartan la opinión que he expuesto, no tienen ninguna razón para culpar por ello al marxismo. Este no tiene culpa de cómo personalmente lo interpreto y lo expongo. Como, tampoco, el Cristianismo es culpable de cómo un creyente en él, lo interpreta y lo expone. ¿Es así o no es así? Cada lector se dará su propia respuesta que debemos respetar aunque no estemos obligados a compartir.

En fin: todo político o todo científico, por señalar un ejemplo, son responsables de la doctrina o de la ciencia que pregonen con sus palabras y conceptos pero la doctrina o la ciencia no pueden ser responsables por lo que digan, con sus palabras o sus conceptos, el político o el científico que pregonen.



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Freddy Yépez


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