¡Son Marx y Engels unos "anarcoides contrarrevolucionarios?

Democracia Socialista o Socialismo Burocrático IV

"En el Estado toma cuerpo ante nosotros el primer poder ideológico sobre los seres humanos." (Engels) 

“Siendo el Estado una institución meramente transitoria, que se utiliza en la lucha, en la revolución, para someter por la violencia a los adversarios, es un absurdo hablar de Estado popular libre: mientras que el proletariado necesite todavía del Estado no lo necesitará en interés de la libertad, sino para someter a sus adversarios, y tan pronto como pueda hablarse de libertad, el Estado como tal dejará de existir. Por eso nosotros propondríamos remplazar en todas partes la palabra Estado por la palabra “comunidad” (Gemeinwesen), una buena y antigua palabra alemana equivalente a la palabra francesa Comuna.”(Carta de Engels a Bebel-1875) 

En el prólogo del extensamente citado: “El Estado y la revolución”, Lenin plantea: 

“Después de su muerte (de los grandes revolucionarios), se intenta convertirlos en santos inofensivos, canonizarlos, por decirlo así; rodear sus nombres de una cierta aureola de gloria para “consolar” y engañar a las clases oprimidas, castrando el contenido de su doctrina revolucionaria, mellando su filo revolucionario, envileciéndola”. 

Si se trata de transición post-capitalista, ¿Cómo ignorar a Marx y Engels? ¿Se trata de mellar y envilecer el filo revolucionario de Marx y Engels? ¿Quiénes pretenden echar a un lado el espíritu crítico radical a la veneración supersticiosa del Estado, crítica radical a la condensación o síntesis de la lógica de la dominación política? 

Hay veneradores supersticiosos del Estado que hablan a los cuatro vientos de “Estado Socialista”, de “Estado revolucionario, de “Estado comunal”. Así no sólo estamos ante las “armas melladas del capitalismo”, como decía el citado Guevara, sino también ante las “armas melladas” del “socialismo burocrático”, del despotismo burocrático: el llamado “Socialismo de Estado” (Lasalle dixit), el viejo “Socialismo Realmente Inexistente” (y su “marxismo” de derecha). 

Es imposible edificar modelos de socialismos participativos, democráticos, revolucionarios y libertarios desde la brújula del “marxismo burocrático”. Esto sería un contrasentido, pues conlleva un peligroso extravío; más aún si se pretenden pasar de contrabando ideológico todas las bagatelas del estalinismo y del marxismo soviético, como si fuesen ideas y valores del “nuevo socialismo”. 

Desde nuestro punto de vista, también las ideas anti-estatistas de “El Estado y la Revolución” de Lenin (incluyendo las propias adulteraciones que hace Lenin de frases de Marx y Engels) fueron metabolizadas por la contra-revolución estalinista. 

Stalin enarboló toda una maquinaria de propaganda alrededor de las “banderas del leninismo”. Sin embargo, existen por lo menos tres cuestiones interrelacionadas en el llamado “leninismo”, que son fundamentales para abordar los extravíos de las transiciones post-capitalistas a la democracia socialista: 

a) una cuestión política que gira alrededor de la tesis de la “dictadura revolucionaria del proletariado”, re-significada en clave de “Estado Socialista” o “Estado revolucionario” (una patética contradicción en los términos). La manera de resolver esta cuestión es profundizar en el régimen comunal, la democracia participativa y en el poder popular. 

b) una cuestión económica que gira alrededor del papel progresivo de las Estatizaciones y del “Capitalismo de Estado”. La manera de despejar este asunto está en la propiedad social directa, el control obrero, los consejos de fábrica para la autogestión obrera coordinada mediante la planificación democrática de conjunto. 

c) una cuestión epistemológica, derivada de la “interpretación positivista, mecanicista, naturalista de la ciencia”, presente en la tesis del llamado “socialismo científico”, así como en la tesis: “la ciencia socialista proviene sólo desde afuera del movimiento de los trabajadores y trabajadoras”. Para esta cuestión solo hay el camino de la ruptura epistemológica con los modos de producción, validación y legitimación de conocimientos que reproducen la lógica de la dominación social. 

Nuestra posición es que haber descuidado el entrelazamiento de estos tres aspectos, explica la ceguera que facilitó la edificación del estatismo autoritario en la URSS, y en general en el campo socialista. Sin una crítica radical y revolucionaria a estos tres eslabones, será muy difícil no repetir los errores del despotismo burocrático. 

Habría que recordar algunos planteamientos básicos del “comunismo de consejos”, cuando afirmaba que: “La lucha del proletariado no es sencillamente una lucha contra la burguesía por el Poder del Estado, sino también una lucha contra el Poder del Estado mismo” (Antón Pannekoek). 

Mientras Marx planteó su aguda crítica contra cualquier deificación del Estado, colocándolo por encima o sobre la sociedad, la experiencia posterior condujo a un fortalecimiento del estatismo burocrático-autoritario. 

En una silenciada polémica con lo que sería las afinidades coyunturales entre el “cristianismo aplicado” de Bismark, su “revolución desde arriba” y los planteamientos estatistas de Lasalle, Marx planteó en contraposición (Crítica al Programa de Gotha): 

“La libertad consiste en convertir al Estado de órgano que está por encima de la sociedad en un órgano completamente subordinado a ella”. 

¿Dijo usted órgano subordinado a ella? En su crítica Marx planteó: 

“Cabe, entonces, preguntarse: ¿que transformación sufrirá el régimen estatal en la sociedad comunista? O, en otros términos: ¿qué funciones sociales, análogas a las actuales funciones del Estado subsistirán entonces? Esta pregunta sólo puede contestarse científicamente, y por más que acoplemos de mil maneras la palabra pueblo y la palabra Estado, no nos acercaremos ni un pelo a la solución del problema. Entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista medía el período de la transformación revolucionaria de la primera en la segunda. A este período corresponde también un período político de transición, cuyo Estado no puede ser otro que la dictadura revolucionaria del proletariado.” 

Marx habla de un Estado de transición, transición que indica el paso de la forma-Estado a la forma-Comuna, y clarifica que el proletariado debe convertirse en clase política gobernante (Manifiesto Comunista). La forma-Comuna quiebra el poder estatal moderno, dice Marx en su compresión histórica de la Guerra Civil en Francia: 

“He aquí su verdadero secreto: la Comuna era, esencialmente, un gobierno de la clase obrera, fruto de la lucha de la clase productora contra la clase apropiadora, la forma política al fin descubierta que permitía realizar la emancipación económica del trabajo. Sin esta última condición, el régimen comunal habría sido una imposibilidad y una impostura. La dominación política de los productores es incompatible con la perpetuación de su esclavitud social. Por tanto, la Comuna había de servir de palanca para extirpar los cimientos económicos sobre los que descansa la existencia de las clases y, por consiguiente, la dominación de clase. Emancipado el trabajo, emancipado cada ser humano.” 

Dominación política de los productores directos, del pueblo trabajador, no del ejército permanente, ni de los privilegiados, ni de la burocracia de Estado, que para Marx son problemas claves en la definición del Poder del Estado moderno. 

Enunciados que deben interpretarse en su contexto ideológico e histórico obviamente, pero sin omitir sus profundas implicaciones como crítica radical a la lógica de la dominación: 

“Cuando la Comuna de París tomó en sus propias manos la dirección de la revolución; cuando, por primera vez en la historia, simples obreros se atrevieron a violar el privilegio gubernamental de sus "superiores naturales" y, en circunstancias de una dificultad sin precedentes, realizaron su labor de un modo modesto, concienzudo y eficaz, con sueldos el más alto de los cuales apenas representaba una quinta parte de la suma que según una alta autoridad científica es el sueldo mínimo del secretario de un consejo de instrucción pública de Londres, el viejo mundo se retorció en convulsiones de rabia ante el espectáculo de la Bandera Roja, símbolo de la República del Trabajo, ondeando sobre el Hôtel de Ville.” (Marx: La Guerra Civil en Francia) 

Demolición del prejuicio de los “superiores naturales”, demolición de la separación entre gobernantes y gobernados, demolición de la burocracia de Estado, demolición del privilegio, demolición de su lógica (razón de Estado) y de su policía (vigilancia y represión contra el pueblo trabajador). Demoliciones que colocan en pánico a nuestros sinecuristas del Estado, nuestros enanos cuasi-hegelianos y peor aún; sacerdotes veneradores de la máquina-Leviathan de Hobbes. 

Frente al despotismo burocrático o estatismo autoritario, no ha quedado otra ruta que la revolución democrática y socialista ininterrumpida. Emancipación política y emancipación social ininterrumpida del pueblo trabajador. Para suprimir los peores lados de este mal (el mal de la forma-Estado), por la vía de una democracia cada vez más participativa y directa. Socialización del poder, lo que no puede confundirse con la estatización del poder, que es la semilla podrida de la veneración supersticiosa del Estado. 

Lenin elaboró toda una línea política, intentando ser consistente con lo planteado por Engels en 1891 y 1895(y por Marx desde mucho antes), con relación a la radicalización del poder proletario directo en la República Democrática, desde una “revolución de la mayoría”, desde la muchedumbre popular y plebeya. Sin los miedos liberales a la “tiranía de la mayoría”, sin los extravíos estalinistas de la “Dictadura burocrática sobre el proletariado”.

El poder constituyente de la multitud popular, del pueblo trabajador, de las clases trabajadoras del campo y la ciudad, es disuelto sin embargo por la codificación estalinista en la “Dictadura burocrática sobre el proletariado”, institucionalizado la ideología del “elitismo revolucionario” (El aparato-vanguardia ó el aparato-camarilla omnipotente) Allí se produce la disyunción entre la revolución democrática y socialista. Allí reside la genealogía histórica del despotismo burocrático. 

Como ha planteado Aníbal Quijano en su estudio sobre José Carlos Mariátegui (Textos básicos-1995; FCE): 

“Con los muros estalinistas se derrumba, ante todo, un tipo de poder cuyo rasgo sobresaliente es el despotismo burocrático. En la historia de su formación y consolidación, esto es, en la acción de sus protagonistas, aquella idea orgánica de totalidad social, así como el evolucionismo positivista, han ejercido un papel muy marcado. Sin aquella idea de totalidad, no se podrá explicar ni el “centralismo democrático” que presidió la historia del partido bolchevique, ni la “unidad monolítica” de esa organización después de su captura del poder; ni el estatuto legal privilegiado que esa organización tuvo, en la entera jurisdicción del nuevo estado, exclusivamente por los miembros de dicha organización; ni la total estatización de los recursos de producción; ni el control partidario-estatal de todas las instituciones formales de la sociedad, incluidas las de la vida cotidiana de la población – inclusive de la imaginación artística -, tal como quedó codificado en el zdanovismo.” (Prólogo; p. XIV) 

La dogmática estalinista se hizo a partir de la des-contextualización histórica y teórica de los enunciados de Marx y Engels, eliminando su mundanidad histórica, social y política, su mundanidad proletaria. En el estalinismo, se trataba de textos manipulados por la inmundicia burocrática, tejidos por la intencionalidad de un cálculo político para justificar una política oficial sobre la potencia subversiva del marxismo (El destino trágico de Riazanov muestra, el dictat de la política cultural estalinista con relación a los textos de Marx). 

Pero estas adulteraciones venían desde la cuna del marxismo bolchevique. Como ha planteado Adam Schaff (en su texto: “El comunismo en la encrucijada”), fue Lenin quién modificó deliberadamente el siguiente enunciado de Engels: 

“Está absolutamente fuera de duda que nuestro partido y la clase obrera sólo pueden llegar a la dominación bajo la forma de la república democrática. Esta última es incluso la forma específica de la dictadura del proletariado, como lo ha mostrado ya la Gran Revolución Francesa.” 

Lenin adultera el enunciado en “El Estado y la Revolución” de la siguiente manera: 

"Engels repite aquí, en una forma especialmente plástica, aquella idea fundamental que va como hilo de engarce a través de todas las obras de Marx, a saber: que la República democrática es el acceso más próximo a la dictadura del proletariado.”(El Estado y la Revolución; cap IV). 

Cualquier lector no desprevenido reconoce que “la forma especifica” no es equivalente a “el acceso más próximo”. Forma-Comuna en la República Democrática, que prefigura la democracia de consejos, implica algo muy distinto a una forma-Estado, por más obrero que fuese, ya que lo que prevalece son las deformaciones burocráticas. 

A partir de allí, es fácil comprender la precariedad del imaginario democrático en la construcción del socialismo en la URSS, el bloqueo teórico-ideológico para abordar las tareas políticas de la transición post-capitalista, así como la imposición sobre los soviets-consejos de la “línea correcta del partido-aparato”. 

El marxismo bolchevique se transformó, de máquina subversiva de lucha a prefiguración de la camarilla omnipotente del centro político burocrático, aparato-partido que participó en varios eventos sintomáticos de la “unidad monolítica”: liquidación de pluralidad de partidos no zaristas, liquidación de la “oposición obrera”, liquidación de trabajadores en Kronstadt, liquidación de la “oposición de izquierda”, purgas históricas contra la vieja dirección bolchevique, estalinización del partido, procesos concatenados y cruzados por hilos conductores que van de una revolución democrática ininterrumpida abierta en 1905 a una contra-revolución burocrático-despótica sellada en 1934. Lección histórica para la izquierda de aparato, con su pantalla protectora: la “mitología soviética”. 

Además, la concepción epistemológica en el "Qué Hacer" (Lenin) de la formación de la conciencia revolucionaria, viene suministrada a los trabajadores desde el exterior y desde una instancia superior, a través del partido-aparato (unidad de “ciencia socialista” y “dirección política”), en una clara manifestación de una concepción jacobina-blanquista de la revolución. Una verdadera epistemología autoritaria y reaccionaria, para nada implicada con una crítica radical de las relaciones de poder, saber y verdad en el terreno de la construcción de una plataforma teórica crítica radical a la lógica de la dominación. 

La gran estafa ideológica de quienes hace uso y abuso de los términos y de los razones propias de la gramática ideológica del estalinismo, de los manuales del marxismo soviético (socialismo en un solo país, exaltación del partido-único, planificación burocrática, propiedad estatizada, deber de sumisión ideológica, hegemonía autoritaria, Estadolatria) es hablar en nombre del socialismo revolucionario y radicalmente democrático, olvidando y omitiendo deliberadamente los planteamientos en clave de emancipación social y política de Marx y Engels. 

De acuerdo con esta gramática ideológica, propia de paupérrimos lectores de Marx y Engels, no hay más socialismo que el “Socialismo de Estado”. Su hilo espiritual los retrotrae a figuras históricas aparentemente distantes como Stalin y Lasalle, convirtiendo a Marx y Engels en “espíritus anarcoides”. Tanto el Estado-Gulag estalinista como el Estado-Providencia reformista expulsan la pertinencia de Marx y Engels, porque mantienen la utopía concreta de la extinción de la forma-Estado. Tesis imperdonable, pues desmonta el arché de las filosofías del Estado. 

Se ha omitido el siguiente enunciado de Marx: 

“La República de Platón, en lo que se refiere a la división del trabajo, como principio normativo del Estado, no es mas que la idealización ateniense del régimen egipcio de castas; para algunos contemporáneos de Platón como Isócrates, Egipto era el país industrial modelo, rango que aún le atribuían los griegos en la época del Imperio romano” (El Capital; cap XII, p.299) 

La realidad histórica de la praxis revolucionaria no tardará mucho en desenmascarar estas estafas ideológicas en clave de bagatela platónica (régimen de castas), y por cierto, también estalinista, con su nomenclatura. Sólo los incautos pueden convenir que Marx y Engels no realizaron una crítica radical a la forma-Estado (a todo Estado, camaradas). Para los sicofantes estalinistas, Marx y Engels son parte de las filas “anarcoides”, de “saboteadores y contra-revolucionarios”. Acrobacias retóricas de burócratas de médula y corazón. 

Obviamente, estas interpretaciones expresan un verdadero “pánico” para abordar directamente, “sin retardos y sin excusas”, al modo cómo Marx y Engels desmontan toda la mitología supersticiosa sobre la forma-Estado. No olvidemos que las formas ideológicas fungen de complemento solemne de justificación, sobre todo de aquella forma-Estado edificada por la contra-revolución burocrática y sus derivados históricos, bajo control total del partido-aparato, luego de realizadas las llamadas purgas contra los “saboteadores, criminales, traidores y contra-revolucionarios”. 

Engels plantea: En el Estado toma cuerpo ante nosotros el primer poder ideológico sobre los seres humanos. Gramsci planteará el mismo espíritu crítico en sus elementos de política. Hacer saltar la división jerarquica naturalizada entre gobernantes y gobernados. Engels: Hacer saltar el viejo poder estatal y sustituirlo por otro nuevo y realmente democrático. Léase atentamente: realmente democrático. Mirad la Comuna, decía Engels, he allí la dictadura del proletariado. Mirad a la URSS en 1934, he allí la dictadura burocrática sobre el proletariado. 

Hay que analizar aquella carta a Bebel en 1875, sobre todo los párrafos que todos los estalinistas avergonzados (así como los capitalistas de estado y los capitalistas neoliberales), quieren hacer desaparecer del mapa mental de las clases trabajadoras: 

“Siendo el Estado una institución meramente transitoria, que se utiliza en la lucha, en la revolución, para someter por la violencia a los adversarios, es un absurdo hablar de Estado popular libre: mientras que el proletariado necesite todavía del Estado no lo necesitará en interés de la libertad, sino para someter a sus adversarios, y tan pronto como pueda hablarse de libertad, el Estado como tal dejará de existir. Por eso nosotros propondríamos remplazar en todas partes la palabra Estado por la palabra “comunidad” (Gemeinwesen), una buena y antigua palabra alemana equivalente a la palabra francesa Comuna.” 

Claro desplazamiento de la forma-Estado a la forma-Comuna. Lo que Engels, no imaginó fue el uso del termidor estalinista de los adversarios de la revolución. Se inventaron tantos adversarios, que el Estado se hizo en la práctica, reforzado y eterno. Y es que las corrientes que promueven el despotismo burocrático comparten con el Capitalismo de Estado, la fe supersticiosa del Estado, su burocracia, su lógica y su policía. 

Cuando se deviene en funcionario ideológico de la burocracia, lo menos que se puede esperar, es una defensa de la Estadolatria (¡La existencia social condiciona de alguna manera la conciencia!). Pero Estadolatria no es Socialismo. No se confunda.

Desde el punto de vista del estalinismo, Marx y Engels tendrían una visión pequeño-burguesa de la Revolución, porque hablan de “extinción del Estado”, de suprimir los peores lados de este mal. La crítica marxiana a la defensa de las tropelías de la burocracia estatal, ya había sido contemplada por Engels en su carta a Bebel (1875): 

“Si se dijera «administración por el pueblo», quizá tendría algún sentido. Falta, igualmente, la primera condición de toda libertad: que todos los funcionarios sean responsables en cuanto a sus actos de servicio respecto a todo ciudadano, ante los tribunales ordinarios y según las leyes generales.” 

Emancipación social sin emancipación política no es socialismo. Gobierno despótico sobre la ciudadanía, sin control popular del poder burocrático, no es socialismo. Eso que llamamos actualmente “contraloría social” había sido prefigurado por Marx en la forma-Comuna: control popular del aparato burocrático y sus desmanes, revocabilidad y juicio inmediato, por su falta de responsabilidad social y quiebre del sentido de servició público hacia el pueblo trabajador. 

¿Quién controla a los controladores estatistas? Sólo el pueblo organizado, sólo el poder popular organizado puede liquidar los desmanes de la burocracia. Para los Capitalistas de Estado, el poder popular debe ser sólo un simple apéndice subordinado, con los ojos vendados y con la lengua amarrada, para garantizar que se protejan los superiores intereses materiales; y así dejar libres sus manos para las tropelías necesarias a la acumulación delictiva y patrimonial del Capital. Esto obviamente, no es ningún Socialismo. 

Quienes confunden en la fase política de transición, una forma-Estado radicalmente transformada y democratizada de abajo hasta arriba, sacudida en su lógica burocrática y policial por acción del pueblo, a través de los consejos de poder popular para convertirla en forma-Comuna, que lo confundan con las figuras históricas del estatismo autoritario, su máquina despótica, que caracterizó a las experiencias históricas del “socialismo realmente inexistente”, son verdaderos estafadores ideológicos del proyecto de la democracia socialista. 

Partiendo de estos breves elementos teóricos de Marx y Engels, es posible plantear que hay dos condiciones concretas para abordar el espinoso asunto de la forma-Estado en la transición al socialismo en Venezuela: 

a) La concepción liberal-socialdemócrata que prevalece en la definición del “Estado Social y Democrático de Derecho y de Justicia” vigente en la constitución de 1999, que no puede ser “saltada a la torera”, ni con elasticidades semánticas ni con trampitas jurídicas de bajo vuelo. 

No es posible confundir esta “forma de Estado” con algo equivalente a la doctrina marxista-leninista del “Estado Socialista”, propia de los “socialismos reales”. Frente a este límite constitucional, no hay enmienda ni reforma posible, ni recursos a la legalidad ordinaria que puedan modificar sus principios fundamentales, ni su sello constitutivo. De allí que una transición post-capitalista radical pasa por el camino constituyente de facto ó in jure; 

b) La ausencia de un pensamiento crítico y creativo sobre el proyecto socialista venezolano que no repita los errores ni los axiomas del socialismo burocrático, que precise las conclusiones del balance de inventario crítico de las experiencias históricas de la transición post-capitalista para las condiciones específicas del siglo XXI. 

Allí  no hay posibilidad de seguirle haciendo trampas ni a Marx ni a Engels, en nombre de un “marxismo imaginario”. Una teoría crítica radical parte de estas fuentes teóricas (Marx y Engels sin sufijo), no para dogmatizarlas ni codificarlas, sino para desmontar la falacia teórico-ideológica que pretende justificar el socialismo burocrático como un modelo de emancipación social y política.

No hay conducción revolucionaria sin clase trabajadora organizada como clase política gobernante. Léase atentamente la frase anterior, pues no hay posibilidad de sustituir el poder popular, el poder constituyente, la conducción colectiva de una revolución por centros políticos burocráticos ni por mitos salvíficos de sello cesarista. 

El Socialismo es la superación histórica de la sociedad capitalista, de sus formas políticas de síntesis-integradora de los conflictos y antagonismos de clase. La forma-Estado deviene históricamente síntesis de la sociedad capitalista; la forma-Comuna deviene históricamente régimen político de la sociedad socializada. 

Esa nueva totalidad no tiene nada de integración orgánico (paradigma de cualquier totalitarismo), sino que traduce la multiplicidad articulada del campo popular y de las clases trabajadoras, su diversidad y riqueza constitutiva, sin ninguna integración subordinada ni sujeción a una burocracia de Estado. 

Engels lo decía con extraordinaria agudeza: “La gente se acostumbra desde la infancia a pensar que los asuntos e intereses comunes a toda la sociedad no pueden gestionarse ni salvaguardarse de otro modo que como se ha venido haciendo hasta aquí, es decir, por medio del Estado y de los funcionarios bien retribuidos.” 

A diferencia de quienes hablan de supresión inmediata del Estado (eliminar el Estado por decreto, algo bastante paradójico), se trata de amputar inmediatamente los peores lados de este mal, y como planteaba Engels, entretanto que una generación futura, educada en condiciones sociales nuevas y libres, pueda deshacerse de todo ese trasto viejo del Estado. 

Lucha por el socialismo. Deshacerse de ese trasto viejo de la forma-Estado. Sólo los espíritus reaccionarios no pueden desprenderse de la ficción-Estado. Mirad la Comuna, decía Engels, allí está la dictadura del proletariado. 

Sacerdotes de la totalidad orgánica, dejen de rezarle tanto a la forma-Estado. Estado dosificado, pero Democracia social, económica, política y cultural en sobredosis. Allí reside la Democracia Socialista. 

La administración, coordinación, planificación y defensa de una sociedad depende no de la veneración supersticiosa del Estado, sino de su transformación en un Estado democrático radicalizado hasta tal punto, que de paso históricamente al régimen comunal, al sistema de Comunas en una República Democrática. 

Se extravían quienes hablan de “Estado Comunal”. Se trata más bien de un “régimen comunal”, de un “sistema de Comunas” articuladas mediante un plan general. Marx y Engels trazan una utopía, ciertamente, pero una “utopía concreta”, viable, realizable, sustentable, desde la praxis de las clases trabajadoras, del pueblo trabajador, más allá de la ideo-lógica de la forma-Estado como aparato burocrático.

Estatismo: sacerdotes que le rezan a la forma-Estado: por ese camino sobreviene el despotismo burocrático. Sobreviene la nomenclatura. La contra-revolución, como decía Brinton, está en manos de la lógica, la burocracia y la policía de la forma-Estado.

El sentido de sociedad emancipada, de sociedad auto-regulada como la denominaba Gramsci, depende de máquinas de lucha y de deseos profundos de liberación personal y social, de insumisión del cuerpo y la palabra, no de mandatos sobre-impuestos a la multitud popular. No queremos mazamorra ni rebaño ni ganado electoral, deseamos multitud emancipada social, cultural y políticamente. 

El pueblo trabajador, con sus organizaciones sociales y políticas, con su conducción colectiva revolucionaria, puede constituirse efectivamente en clase política gobernante, si no delega su poder como clase para sí en ningún centro político burocrático ni en ficciones que lo sustituyan. No se confundan, la forma-Estado es el fetiche supremo de la nomenclatura. 

Democracia directa de consejos de trabajadores y consejos del poder popular, democracia participativa, democracia protagónica revolucionaria. Allí si hay consistencia con Marx y Engels. 

Sin patronos, sin reyes, tribunos, ni farsas representativas… y menos, con capitalistas y burócratas, símbolos patéticos de corrupción y privilegio…de nomenclaturas y nuevas clases político-económicas…todas podridas… 

¡O Democracia Socialista o Barbarie!


jbiardeau@gmail.com


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Javier Biardeau R

Articulista de opinión. Sociología Política. Planificación del Desarrollo. Estudios Latinoamericanos. Desde la izquierda en favor del Poder constituyente y del Pensamiento Crítico

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