Electricidad y deuda

El martes de este mes el ministro Rodríguez Araque denunció un plan por parte de la oposición, el cual consistiría en provocar un apagón a escala nacional. Sin poner en duda que esto pueda ocurrir, pues de la oposición se puede esperar todo, incluso acciones terroristas contrarias a la paz y al interés nacional, sin embargo tengo que ser sincero y decir que no creo en esta denuncia; que la misma me parece un truco de los encargados de administrar una empresa que, debido a la política irracional que en este campo se ha venido implementando, sobre todo la relacionada con las exageradamente elevadas remuneraciones salariales que allí se pagan, se encuentra en la misma penosa y preocupante situación por la que en estos momentos atraviesan las empresas básicas de Guayana. Es decir, arrojando cuantiosas pérdidas que la nación no puede asumir, como lo viene haciendo, sin que se resienta y resquebraje todo el aparato económico del país. 

   Porque ¿qué  otra cosa distinta a los continuos apagones se podría esperar de una empresa que, como lo dijera Rodríguez Araque en una entrevista en Dando y Dando, no recauda por concepto del cobro del servicio ni siquiera el 50 por ciento de la nómina laboral? Al respecto cabría la siguiente pregunta: ¿si Corpoelec no dispone ni de los recursos financieros necesarios para pagarle a sus trabajadores,  entonces con qué medios económicos podría adquirir los equipos que garanticen la prestación de un servicio estable, confiable y eficiente? No podría, a menos que se endeude el país –como se está haciendo en estos momentos- en niveles que podrían convertirnos en poco tiempo en una nación insolvente, con todas las nefastas consecuencias que una situación así implica.  

Ahora, para cerrar este comentario: ¿Cuál sería la solución que se le podría dar a esta insostenible situación que tiene todos los aspectos de un laberinto tan enrevesado como el de Creta? Hay sólo dos:  la primera,  aumentar significativamente las tarifa eléctricas, lo que originaría una protesta masiva de la población. Dos, eliminar el Control Obrero y racionalizar los sueldos y salarios. El problema es que los trabajadores recurrirían a todas las forma de lucha, incluyendo los paros y hasta al sabotaje, para hacer desistir al gobierno de esta solución.  

Maravillas de la improvisación y el obrerismo en función de gobierno. 

   *Si por algo se caracteriza la época que estamos viviendo es por la inestabilidad y los cambios. Hoy nada es tan inseguro que la propia seguridad, la seguridad y permanencia de las cosas que existen. Por eso las cosas que en estos momentos son de una manera, mañana podrían ser de otra. De allí la conveniencia de extremar la cautela a la hora de tomar decisiones a mediano y largo plazo. Entre otros motivos, porque no se sabe si las circunstancias que nos sirvieron de base para tomar dichas decisiones podrían cambiar en un lapso relativamente breve, y de favorables que antes eran, de repente podrían cambiar y tornarse contrarias y desfavorables para los planes que habíamos elaborado. 

   Lo dicho es particularmente válido para los países que dependen de la comercialización de un solo producto de exportación. En este sentido, una de las cosas que más están sujetas a la incertidumbre es la actividad petrolera mundial. Hasta este instante, afortunadamente, la OPEP ha permanecido unida, lo cual ha permitido que los precios del crudo se hayan incrementado a niveles razonablemente moderados. Sin embargo, como se sabe, el mundo musulmán, al cual pertenecen un número importante de países miembros de la OPEP, se ha convulsionado y, junto con la criminal invasión a Libia por parte de las grandes potencias, ponen un inquietante signo de interrogación sobre el destino del cártel petrolero. 

   Las interrogantes sobre estos hechos son en esencia las siguientes: ¿se mantendrán firmes los integrantes de la OPEP, que están siendo sometidos a fuertes presiones para que desconozcan el sistema de cuotas y aumenten la producción, en la defensa de los precios del petróleo? ¿Y en el caso de que Kadafi tenga que abandonar el gobierno, el que lo sustituya continuará formando parte de la organización? Si no lo hace, si se retira y se pone a producir por encima de las cuotas, es muy probable que se desate una guerra de precios, con el consiguiente deterioro de los mismos. 

   Como se ve, el tema del endeudamiento va mucho más allá de las consideraciones exclusivamente técnicas. También se encuentra influenciado por factores políticos que están muy fuera de nuestro alcance controlar.  

   Con motivo de estas reflexiones, le envié un texto a la página del Correo del Orinoco en el cual comentaba unas declaraciones del Vice-persidente Jaua:  

   Los funcionarios del alto gobierno tratan de justificar sus decisiones en materia económica, por descabelladas que sean, y tal vez por eso mismo, apelando siempre al término “social”, una especie de conjuro con el cual intentan proteger del mal de ojo y de otros maleficios las acciones económicas a tomar. Es decir, que lo social lo justificaría todo, incluso el desmadre de nuestro proceso económico. En este caso, el vice-presidente Elías Jaua, para no perder la costumbre, apela de nuevo a este y manido recurso retórico, a este especie de “abracadabra” o comodín, que además de santificar todas las decisiones que en relación con el tema mencionado se tomaran, lo utilizan para invalidar las opiniones en contra de sus proyectos. En efecto, el alto funcionario afirma que el nuevo endeudamiento es necesario para impulsar los programas “sociales”. Y yo pregunto: ¿quiénes serían las víctimas en el caso de que debido a estos desmesurados endeudamientos colapsara la economía nacional? ¿No serían, precisamente, los mismos sectores a los que paradójicamente se tratarían de beneficiar? 

alfredoschmilinsky@hotmail.com



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Alfredo Schmilinsky Ochoa


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