Por la vida tú

Los chicos y chicas de las universidades privadas volvieron a sacrificar su fin de semana. Cada vez con menor participación, en esta ocasión anduvieron por la ciudad manifestando “por la vida”, o sea, contra la violencia y el crimen. Concluyeron su caravana en El Paraíso, donde oyeron la voz del obispo auxiliar de Caracas. Los curas andan en algo.

Las protestas de estos muchachos evitan meterse en honduras. Denuncian los efectos de la inseguridad, pero eluden a conciencia hurgar en sus causas. Repiten estadísticas manipuladas y hacen comparaciones con guerras lejanas, pero ni de casualidad contextualizan socialmente sus datos. Y no les falta razón, pues si meten las narices un pocos más en el fenómeno de la violencia, podrían terminar revirtiendo sus protestas contra al televisión que hoy defienden y la jerarquía eclesiástica que los alienta.

Hace años, por 1970, se abrió un debate en el viejo Congreso Nacional sobre la televisión. El entonces senador Luis Herrera Campíns dijo: “estos mismos sectores que patrocinan programas de violencia, de despertar aspiraciones de consumo innecesario e inaccesible para muchos sectores de la población, son los primeros que cuando las estadísticas demuestran que aumenta la antisocialidad de menores o la delincuencia juvenil, hablan en alto y se rasgan las vestiduras”.

O salen a manifestar, acostarse en las avenidas y mostrar sus manos blancas, demasiado blancas. El único objetivo es sacarle punta a la tragedia ajena en el marco de lo que se ha denominado “golpe suave”. La niña que cae en el barrio en un cruce de disparos, el joven trabajador que no regresa al cerro, las decenas de madres que quedan huérfanas de hijos, para nada conmueven una sola fibra de estos protestatarios, muchos menos de los jerarcas del Conferencia Episcopal.

La programación de los medios comerciales vende violencia y desigualdad. Le oferta un mundo al pueblo que éste jamás podrá alcanzar. Te tienta y te frustra al mismo tiempo. Explota periodísticamente el crimen que denuncia y la violencia que le da rating. Se lucra de la morbosidad y de los sentimientos más primitivos. Después, cubre con fanfarria las manifestaciones contra la criminalidad de la que vive.

La violencia y el crimen no son únicamente un problema policial y del gobierno. Mucho tiene que ver con la injusticia social, la desigualdad y la exclusión. Las misiones establecidas por la revolución bolivariana apuntan en esa dirección. Barrio Adentro, Robinson, Sucre, Ribas y Vuelvan Caras atacan casi medio siglo de olvido y desprecio. Mientras el gobierno abre el cupo universitario, la educación privada lo cierra. Los comerciantes de la enseñanza consideran un ataque a la libre empresa la congelación de la matrícula.

Si los alumnos manos blancas pasan de la protesta efectista y publicitaria a la reflexión, muchos de ellos van a terminar como voluntarios de Barrio Adentro y otras misiones. No tardará el día en que usted los vea frente a los canales de televisión exigiendo un cambio positivo de su degradante programación. También los encontrará reclamando a la iglesia su compromiso con los más necesitados. Pero desengáñense: todo esto es utopía y en ella sólo militan los soñadores.


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Earle Herrera

Profesor de Comunicación Social en la UCV y diputado a la Asamblea Nacional por el PSUV. Destacado como cuentista y poeta. Galardonado en cuatro ocasiones con el Premio Nacional de Periodismo, así como el Premio Municipal de Literatura del Distrito Federal (mención Poesía) y el Premio Conac de Narrativa. Conductor del programa de TV "El Kisoco Veráz".

 earlejh@hotmail.com

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