La teoría monetaria y el clan de los estúpidos


A estas alturas de la civilización pareciera intrascendente revisar si el dinero fue inventado o impuesto para facilitar el comercio entre personas o para el pago de tributos a los Estados, ambas cosas se hacen de manera natural.

Parece mentira, pero las monedas, y en particular el papel moneda surge de las iniciativas de almacenes, hoy llamados bancos, donde las personas entregaban en custodia joyas y metales preciosos. Es así como el intercambio se redujo a documentos, obviamente por lo cómodo, práctico y seguro.

El papel moneda no surgió por primera vez de instancias de gobierno, sino de iniciativas privadas, de allí que en los EEUU, por ejemplo, el dólar fuese una moneda distinta de ciudad a ciudad, siendo , desde siempre , una moneda falsificable, pues las enormes distancias entre los pueblos del lejano oeste, donde estaba el oro, hacía muy difícil la comprobación de la autenticidad de un billete emitido por un banco lejano; además, los innumerables asaltos a bancos que hacían circular dinero “mal habido”, tal vez en más de una ocasión los bancos quedaban al descubierto cuando, luego de un robo, las autoridades pedían los seriales de los billetes robados, y aparecían en las calles más de tres billetes con el mismo serial.

Lo cierto es que el papel moneda se consolidó y los gobiernos tuvieron que regular la emisión de billetes, estableciendo leyes y supervisando bancos, pues los gobiernos también se convirtieron en clientes de los bancos.

El origen de los impuestos también es algo digno de revisar. Un gobierno cobra impuestos para consolidar servicios públicos. Por supuesto que en la historia de la humanidad hay demasiados ejemplos que destrozan este principio, pero es imposible un análisis si nos arrojamos por esa vía, así que suplico que tomemos este principio de manera limpia e ideal. Los ejércitos, los caminos y los acueductos fueron siempre la justificación del cobro de tributos, por lo tanto, evadir un impuesto era, y sigue siendo, un delito.

Cuando los gobiernos asumen la labor de la banca, como lo hizo los EEUU para salir de la crisis que estalló en 1929, surge un fenómeno interesante, llamado deuda pública. El gobierno crea moneda, paga salarios y construye obras para solucionar problemas de infraestructura, pero también para generar empleos, esto equivale a incrementar los ingresos de la población y los empresarios. Se trata de vencer una inercia, es algo así como hacer arrancar un motor con un impulso inicial para luego de arrancado controlarlo, por eso, como contrapeso para controlar el sistema se deben cobrar impuestos, cosa que llaman “política fiscal”, de manera tal que la cantidad de moneda emitida extra sea recogida para estancarla o destruirla, a lo que llaman “pagar la deuda”. Por supuesto que el tiempo de este ciclo será proporcional a la cantidad de moneda emitida. Esto, en palaras tan sencillas, es el keynesianismo, una estrategia o política económica que destranca el juego cuando no hay dinero para gastar y por lo tanto ni se compra ni se vende y si se ahorra se pierde.

Esta estrategia la aplicó el gobierno de F. D. Roosevelt para superar una crisis económica producto de la resaca causada por la abundancia vivida en los EEUU luego de la Primera Guerra Mundial en Europa y, por esas cosas del destino que uno no alcanza a comprender, que después de haber tenido éxito las ideas de Keynes para solucionar la crisis interna de los EEUU, sus ideas y conocimientos en economía fueron desestimados en 1944, cuando propuso una única moneda internacional, a la cual denominó Bancor, para corregir uno de los graves problemas que condujo a la Segunda Guerra Mundial, la impagable deuda en moneda extranjera a los perdedores de la primera, deuda que por impagable no pagaron.

Lo cierto es que esta solución keynesiana ha sido aplicada en muchas partes del mundo, también aquí en Venezuela, pero se supone que es una política puertas adentro de cada país. No puede esta estrategia aplicarse para solventar deudas con otros países, y tampoco se puede emitir moneda para que ciudadanos de un país compren mercancía en otro país, pues se supone que el país vecino solo acepta la moneda extranjera si con ella puede comprar en el mercado internacional un producto de mucho valor o de valor estratégico. Si Venezuela vendiera petróleo en bolívares, el bolívar sería una moneda muy apetecible.

¿Qué ha pasado en el mundo?... la explicación da hasta vergüenza, en 1973 los EEUU convenció a los países productores de petróleo de fijar el precio del petróleo exclusivamente en dólares a cambio de seguridad. Si, a cambio de seguridad. Cual empresa de seguridad pues. Por lo tanto, el dólar se convirtió en la moneda vital del planeta pues con ella se compra energía. Sorprende buscar en la web voces disidentes de la época y darse cuenta que nadie dijo nada.

Por supuesto que el dólar ya era muy importante, tal vez la mas importante, pues con dólares se compra e los EEUU maquinaria, tecnología y hasta conocimiento, de eso no hay duda, pero estos productos son producidos por ellos, con méritos propios o no, pero cuando se obliga a todos los países y empresas privadas del mundo a usar el dólar para comprar petróleo, es como si el petróleo que tenga Rusia fuera de los EEUU, para no usar un ejemplo entre economías incomparables.

Cuando el Imperio Romano dominaba el mundo conocido por los habitantes que rodeaban el mar Mediterráneo, el cobro de impuestos, por parte del Cesar, era para consolidar un solo imperio, manteniendo un poderoso ejército, abriendo caminos y construyendo acueductos, además de cuanta perversión pudiésemos imaginar, pero mantengamos la asepsia mental.

Era la política de la paz romana, pues siempre supieron de la existencia de los bárbaros, que para esa época eran gentes de otro mundo, otro planeta diríamos hoy. También era una paz a juro, pues la invasión de los legionarios romanos era a sangre y cruz.

Hoy hay una actitud imperial, nadie la puede negar, es más, para no nómbralo lo llamamos “el imperio”. Sin embargo, ha practicado una invasión que, además de sangre y fuego, también es alucinante, basta con verle la cara a un comerciante de cualquier mercado en Latinoamérica cuando ve un billete de 100 dólares.

Se puede llegar a comprender y hasta aceptar la sonrisa ansiosa del comerciante, pero cuando uno ve la misma actitud en influyentes políticos o economistas, o cuando se observa que gobiernos de varios países se someten a la voluntad del emperador para ayudarlo a someter a los gobiernos disidentes, entonces uno se da cuenta que no solo fuimos estúpidos, sino que seguimos siendo estúpidos, pues no hay necesidad de legionarios ni marines para dominarnos, basta un préstamo en dólares, poniendo como garantía los dólares almacenados en nuestro Banco Central, si es que hay, para garantizar la paz social ...La materia prima y demás productos que tengamos no cuentan, ya son de ellos, en cualquier momento cambiaran sus leyes, las de ellos nada más, para venir a buscarlos.


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Manuel Gragirena

Profesor Universitario. Ingeniero Electricista. Especialista en Telecomunicaciones. Diploma de Estudios Avanzados en Educación. Ex Sidorista

 manuelgragirena1@gmail.com

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