El mito de la oferta y demanda

Sólo el Socialismo resuelve el problema del hambre. No se hable más de OFERTA_DEMANDA. Háblese sólo de PRODUCCIÓN Y ABASTECIMIENTO.

La expresión "trabajador de quince y último" recoge el trágico drama de la familia proletaria formada en el capitalismo; se trata de salarios injustamente calculados por una mano invisible, por tal monto que obliga a sus miembros a sobrevivir bajo el yugo presupuestario de hacer se una auoptidacto técnico en estirar[1] sus modestos ingresos que, no obstante, se les agota al final de cada quincena.

Los sueldos quincenales suelen ser amputados en las porciones de renta que servirán para las compras navideñas, una época del año comercialmente reservada para la compra de bienes duraderos, tan costosos que su salario ordinario quincenal no tiene por qué, a juicio del tacaño[2] patrono, cubrírsele a los trabajadores durante cada quincena.

El patrono le retiene esa parte y, luego de cruentas luchas obrero-patronales con bajas sólo de obreros, se las entrega a final de año. Mientras tanto, a ese salario retenido lo capitaliza y cambia por una cuenta de pasivo que no es dinero, sino un espurio compromiso contable[3].

La Navidad, una inducida época de comercio anual durante la cual o para la cual el comerciante aprovechará la urgencia de los consumidores en renovar parte de sus vestuarios. Fue promocionada comercialmente para "estimular" la demanda, a sabiendas de que el consumidor dispondrá de ingresos extras que el comerciante en días se los arrancará despiadadamente.

Digresión importantísima: la ANC bien puede desde ahora mismo congelar los precios navideños para que el Estado pueda proteger los aguinaldos de sus funcionarios, pero esa congelación debe empezar a regir desde el mismo día en que dicha ANC empiece a elaborar el correspondiente decreto. De esta manera la misma ANC podría dispar las sanciones contra quiénes desde ese mismo día empiece a la suba de precios que hasta ahora luce desenfrenada e impune. Todo eso con efectos a futuro, por supuesto. Así como hay medidas retrospectivas, las hay prospectivas.

Pero, bien miradas las cosas, se trata de una círculo vicioso: El capitalista arranca con su capital inicial; con este paga salarios y demás costes para, luego de que esa mano de obra le transforme su materia prima, finalmente vender las mercancías recién elaboradas por ese trabajador asalariado y siempre subpagado.

Es claro que el consumidor podría estrenar cualquier día del año, pero la constancia anual y constreñida del salario se lo impide. Luego, podemos ir infiriendo que es el fabricante en connivencia con sus distribuidores o intermediarios quién se encarga de acaparar la renta del trabajador; así lo insolventa durante el año y le libera el salario retenido a fin de año de tal manera que todos trabajadores aparezcan con una supuesta sobredemanda que ese mismo vendedor y fabricante han ido canalizando y en usándola para una época. En tal caso no se trata de acaparamiento de las mercancías, sino del salario.

Allí empezamos a ver que la demanda apolotonada, comprimida y desviada temporalmente hacia una determinada época del año, es una categoría espuria, un simple recurso mercadotécnico que aplica el comerciante capitalista en su perversa condición de especulador.

La demanda es una natural condición inicial de la producción a la que se ocupa, en principio, de estimular-como su causa-esa producción de bienes sobre los cuales queda sobrentendido que habrá consumidores.

En cuanto a la oferta, obviamente, habrá siempre quienes, dentro del sistema capitalista, como conocedores de tales necesidades o de una demanda preexistente, se dedican azarosamente a producir y ofertar en privado según sus personalísimos intereses[4].

De manera que decir producción, es decir oferta, y ésta sólo aparece porque preexiste una demanda fuera del mercado. Este mercado responde sencillamente a la incompetencia oportuna de los productores capitalistas, quienes, hallándose anárquica y temporalmente distribuidos en la sociedad, mantienen un permanente desequilibrio entre la producción y el correspondiente abastecimiento de la sociedad.

Hasta la llegada de Marx y Engels sólo se escribía acerca de esclavistas, aristócratas, esclavos, vasallos, feudales, patricios, plebeyos, castas, etc.

La supuesta demanda frente a la oferta no ha pasado de ser un simple artilugio de mercadeo: baja la oferta salarial, insolvencia del consumidor dentro del año, y como este debe renovar su vestuario, si, por ejemplo, los aguinaldos son entregados en forma general en una mes del año, es lógico que el consumidor se presente con una demanda abultada y urgente de satisfacer esas necesidades coyunturales que han sido postergadas por el patrono..

Volvamos atrás: La Navidad es tiempo de estrenos con ropitas y zapaticos de tercera pagados a precios de oro porque "al aumentar la demanda, el precio sube[5].

Vaya usted al centro comercial; allí verá todas las zapaterías apelotonadas, unas más lujosas que otras con diferencias de precios basadas en la calidad de sus mercancías. Si son, digamos 20 establecimientos especializados en zapatos, habrá 20 gerencias, 20 mobiliarios de oficina, 20 locales independientes, 20 avisos publicitarios, es decir, habrá 19 costos adicionales que a manera de sobreprecios contables y estructurales el conjunto de los clientes terminan pagándolo. Un incremento del costo = 19 veces lo que costaría, si todas esas zapaterías fueran de un supermercado de zapatos, y de menor costo aun si este fuera de una de propiedad comunal.

[1] Un kg de queso duro es = 1kg de queso duro, pero, rallado ofrece un máximo aprovechamiento y mejor distribución en los platos, particularmente de la gente de bajos ingresos, lo que ha permitido asociar queso rallado con pobreza y de allí que se trata de una presentación connotada.

[2] Por su naturaleza capitalista, todo patrono es tacaño; esa tacañería la justifica la Economía Política Vulgar bajo la fulana ley de oro: Máxima ganancia con mínima inversión.

[3] Los precios de esos bienes duraderos suelen bajar dentro del año para luego subir de súbito a final de año.

[4] Durante el capitalismo precapitalista y de su comercio predecesor, las transacciones comerciales efectuadas por los mercaderes, estuvieron mediadas entre ellos y los artesanos, agricultores o campesinos, cazadores, pescadores y consumidores finales. La noción de plusvalía carecía de sentido y las ganancias del intermediario respondían ciertamente al plusproducto de esos productores y que compartían los proveedores de marras y el mercader. De allí que la "oferta" era una simple distribución de bienes y la "demanda" era simplemente la necesidad de satisfacer necesidades de parte de los compradores.

[5] El precio sube con una demanda que sobrepuje la oferta, así lo han vendido las editoriales burguesas marxistas y no marxista. El mismísimo Carlos Marx usó esa falsa y supuesta ley cuando analizó el Capitalismo. Tal incremento de precios no responde a ninguna ley de la oferta-demanda, sino sencillamente porque todo comerciante es un especulador y aprovechador nato, ya que perfectamente, si el trabajador pudiera cambiar sus hábitos de compra dentro del año porque sus ingresos así se lo permitan, su demanda se habría distribuido dentro de cada año y no habría razón alguna aprovechable por ese especulador para subirle los precios a una mercancía de costo constante durante el año. El comerciante no puede esgrimir que invierte en mantenimiento anual de unos zapatos que precisamente suelen llegarle a final de año. Los zapatos exhibidos dentro del año suelen ya estar pasados de moda.

 

 



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Manuel C. Martínez


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