Salarios, Ley oferta-demanda e Inflación

Nos proponemos explicar el mito del monetarismo inflacionista.

De perogrullo, si los salarios, las pensiones y jubilaciones crecen para todos los trabajadores activos y jubilados, y se quiere evitar reacciones inflacionistas, resulta imprescindible la congelación de todos los precios con medidas de supervisión permanentes y sanciones ejemplares; inclusive con suspensión de las licencias comerciales en bloque ante reincidencias irrespetuosas.

De otra manera, con incrementos salariales generales la teoría monetarista cobra vigencia y esos incrementos del circulante necesariamente se traducen en una mayor demanda que acarrea incrementos generales de precios porque a más circulante, con una oferta reluctante y una demanda previamente deprimida, inevitablemente esa suba de la demanda ocasiona subas generales de precios cuando rige el libre comercio. La ley de la oferta-demanda es inviolable. La injerencia del Estado es muy aconsejable.

Muy diferente es cuando los incrementos salariales son puntuales ya que sólo algunos trabajadores resultan beneficiarios de los ajustes oficiales de sus rentas.

Hagamos un poco de Historia: Es un hecho irrefutable que la demanda ha venido reduciéndose desde hace unos 2 años para acá. Ha ocurrido que con cada suba de precios por reducción de la oferta mediante el contrabando de extracción, la quema de mercancías, etc., se contrae la demanda coyuntural-el pueblo pasa hambre porque reduce su cesta básica-y a raíz de nuevos ajustes salariales decretados por el Estado la demanda crece de nuevo y supera la oferta coyuntural lo que ocasiona nuevas alzas de precios que de nuevo deprimen la demanda-de nuevo el pueblo reduce su cesta básica-, ante lo cual el Estado reajusta el salario mínimo y la demanda vuelve a mejorar, todo lo cual convierte esas acciones y reacciones en un auténtico círculo vicioso monetario-inflacionista, mismo círculo que por ahora el Estado no logra detener.

Así las cosas, de nada han servido los decretos salariales salvo para la elevación sin precedentes de los precios en general, al punto de que el nuevo cono monetario trae billetes de hasta Bs. 20.000. Hemos caído en un perverso círculo.

Tampoco está sirviendo de mucho la libre competencia de parte de la empresa privada porque esta no compite a los efectos de alcanzar una tasa media. Sencillamente, la empresa privada de fabricantes e intermediarios se limitan a sacar ganancias de la diferencia entre los costos de compra de las mercancías fabricados o importados y un recargo arbitrario de los precios de mercado como en los tiempos de comercio precapitalista, con la agravante particularidad de que el nivel de precios está siendo regulado desde afuera por el mercado vecino colombiano y una página web que viola todos los principios económicos y la soberanía nacional.

Tampoco el gobierno ha podido castigar al comerciante que no se rija por la paridad cambiaria del Banco Central de Venezuela, así como tampoco ha sabido cumplir con la prohibición de la venta de mercancías por comerciantes irregulares que incluye niños, casas de familia, locales comerciales de poco espacio que facilitan la formación de largas colas a toda hora.

El gabinete económico actual pareciera haberse quedado corto ante los abusos del comerciante bajo un supuesto mercado libre que se halla en franca guerra política mediada por las armas de la economía privada que se halla bajo su control en un elevado porcentaje.

Los Clap podría resultar ineficiente ya que todo nos hace presumir que los ahorros que logre la familia con las bolsas y cajas Clap se estarían anulando con más incrementos de precios en el resto de las mercancías que quedan por fuera de dichos Clap.

Tampoco se ve la adopción plena del nuevo cono monetario, y la circulación paralela de monedas y billetes de con dos (2) conos monetarios nos luce inadecuada.

En resumen, no es el incremento del circulante lo que causa inflación alguna, sino la reducción permanente de la oferta que fuerza nuevas subas de precios inducidas por los incrementos de la demanda que suponen los mejores salarios mínimos, subas de precios que entonces deprime​n​ la demanda y esta depresión obliga al Estado a reajustar los salarios mínimos que reinician el ciclo de suba de la demanda, alza de precios, contracción de la demanda, suba de salarios​, ​de suba de la demanda, ​etc., etc., y así hasta que el Estado opte por congelar contundentemente la subas de precios, libere los precios sólo de las mercancías que notoriamente la empresa privada las ofrezca en mayor cantidad y así entre en juego la puja oferta-demanda que por competencia entre los mismos capitalistas los precios tiren a la baja y el Estado cese en los ajustes salariales porque ya la demanda no se contraería más y las subas de precios no serían necesarios cuando de nuevo el Estado eleve los salarios mínimos para que el consumidor demande más sin que eso se traduzca en un reciclaje del citado círculo vicioso.



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Manuel C. Martínez


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