Campesinado y tierra Zamorana contra el hambre

Los campesinos han sido invitados a varias revoluciones que recoge la historia con lujo de detalles, pero al final, pusieron su vida, su ejercicio de tierra y libertad y quedaron fuera de los beneficios que las revoluciones predicaron; así pasó en la revolución francesa, la revolución rusa, la revolución mexicana, y en la revolución de independencia de Venezuela.

La lucha por la independencia en nuestra Patria fue reconocida tempranamente por Emparan como una revolución; sobre tal, advirtió a la debilitada corona española en 1810. Sin embargo, esta revolución fue comandada por una clase pudiente, y es hasta 1814 que se visibilizan los campesinos, aunque fueron encantados por Boves y casi hacen sucumbir los planes de libertad de los patriotas de abolengo. Terminada la guerra de independencia, la tierra quedó en manos de los mismos poderosos, de los militares de alta graduación; los campesinos comenzaron nuevamente a ser invisibilizados. Es en la década de 1840 que nuevamente aparecen como clase rebelde en procura de tierra y libertades. Nuevamente, sus luchas al lado de Zamora no rinde los frutos esperados y entran en un nuevo anonimato hasta la caída de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, cuando se plantea una Reforma Agraria bajo el principio: La tierra es para quien la trabaja.

La ley de Reforma Agraria de 1961 se trasmuta a un instrumento para frenar el campesinado del peligro que representaba la izquierda venezolana, se distribuye tierra y se piden votos, se distribuye tierra y la recompran los terratenientes, se distribuye tierra y se aumenta el éxodo campesino a las grandes ciudades. Al final se reconcentra la tierra en pocas manos, más del 80 % de la tierra queda en mano de los latifundistas. Los campesinos residuales en el campo son unas 350 mil familias que poseen menos tierras que las mil propiedades de mayor tamaño en manos privadas y de instituciones del Estado.

Y llegamos a la Revolución Bolivariana y Socialista que convirtió el campesinado en un discurso florido, sin que se cambiara la estructura de tenencia de la tierra ni se generara un proceso de transformación de la agricultura considerando como plataforma fundamental las comunidades campesinas, las periurbanas de baja población, los indígenas, los pequeños y medianos productores del campo. Hoy la estructura de tenencia de la tierra no es muy diferente a la existente en la IV República, aun considerando el recate de las grandes propiedades latifundistas que pasaron a manos del Estado y se han convertido en unidades de producción con trabajo asalariado de campesinos y de gentes exportadas de la burocracia centralista. Se incluye en estos desaciertos la dotación abundante de tierras en manos de Petróleos de Venezuela y de la Fuerza Armada en la figura de AGROFAN.

De manera que en la historia de la República Bolivariana de Venezuela pesa la deuda de abandono de la población campesina que no ha recibido los beneficios de las revoluciones ni del reformismo, pero sí ha sido impactada por las omisiones y las traiciones.

Al ser esta la cruda realidad, la participación de esa gran masa de Pueblo agricultor recibe de miseria menos del 20 por ciento del total de la masa monetaria de los créditos otorgados al sector agrícola y agroindustrial. Bajo estas premisas es imposible pensar que en el campo venezolano la situación frente al consumo de alimentos sea tan diferente a lo que pasa en los centros urbanos. Y se requiere de nuevas políticas para fortalecer un gran proyecto nacional Campesinado, tierra Zamorana y lucha contra el hambre que se perfila en lo sucesivo:

El Plan de la Patria 2019-2025 debe resolver el tema de la estructura de la tenencia de la tierra y sus consecuencias. Para esto debe construir un proyecto de valorización social de la agricultura que privilegie la masa campesina, rural y periurbana, las comunas con perfil agrícola, los pequeños y medianos agricultores; y los olvidados agroecólogos nacidos bajo el paragua de otra agricultura posible, donde se rescate el Poder Popular Campesino de toda alienación y sea efervescencia revolucionaria para sustentar la alimentación y la producción de bienes no alimentarios en la agricultura. Se circunscribe en la idea de Hambre Cero. Es una revolución en la agricultura lo que se quiere, y no una convivencia con los viejos esquemas reformistas y retrógrados. Así, En los próximos seis años, el Poder Popular Campesino debe proveer al menos el 70 % de la energía y de la proteína necesaria para sustentar la población venezolana.

Esto es posible si la revolución asume como prioridad el tema de la tierra, la lucha contra el latifundio pero también contra el minifundio pernicioso de la sobrevivencia, porque la nueva agricultura debe ser más allá de la subsistencia. Se estima que la población campesina tiene la responsabilidad de contribuir con la producción para 20 conciudadanos, sin descartar los esfuerzos a realizar por la pequeña producción suburbana y urbana. Esa producción es posible si las metas de financiación invierten la pirámide absurda donde pocos toman mucho dinero del Estado y la gran mayoría muy poco. Es una aberración que menos de 1000 unidades de producción agrícola y agroindustrial estén recibiendo un financiamiento de 10 billones de bolívares, lean bien: billones. Luego nos venderán como ejemplo estos procesos de acumulación capitalista. Con esto consolidan las integraciones capitalistas propias de los ensamblajes de alimentos, bajo el paragua de la revolución verde. No hay correspondencia entre masa laboral e inversión, he ahí la contradicción más relevante e injusta de nuestra agricultura.

Dos aspectos colaterales deben ser analizados y de ser posible implementados: 1/ Un programa de vuelta al campo dado que la actual representa menos del 10 % de la población total del país ( no se considera los efectos migratorios) con una visión de permanencia en condiciones dignas de vida y sin restricciones a las favorables facilidades de la vida urbana. Es perentorio arraigar las poblaciones existentes y de vuelta al campo, al medio rural; es un poblamiento con una nueva visión geo-estratégica. 2/ la población campesina, la organización comunal, los pequeños y medianos agricultores y las organizaciones emergentes revolucionarias para la agricultura en el nuevo Plan de la Patria deben ser prioridad en la transición hacia la producción agroecológica, de bajos insumos, diversificada y sustentable, capaz de proveer alimentos de alta calidad para todas y todos (tema de próximo escrito), más allá de la subsistencia.

En estos momentos pre-electorales revisar estas ideas es necesario para todas las izquierdas. Pasa por re-significar la deuda política con el campesinado venezolano, es decir, una invitación para todo pensante en cuyo imaginario es posible vencer el capitalismo salvaje, su expansión, el condicionamiento de la vida y sus crímenes contra el planeta, verdaderos responsables del hambre en el mundo.

Para esto, los campesinos son indispensables. No olvidemos que un campesino sin tierra es como un poeta sin musa.



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Miguel Mora Alviárez

Profesor Titular Jubilado de la UNESR, Asesor Agrícola, ex-asesor de la UBV. Durante más de 15 años estuvo encargado de la Cátedra de Geopolítica Alimentaria, en la UNESR.

 mmora170@yahoo.com

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