Altagracia y el rito mocoti-aruac "Siembra del Agua"

 Educar para aprender a ser

La educación propia de los pueblos indígenas reconoce tanto la autonomía de persona como la capacidad de decisión de los niños y niñas; por eso les asigna responsabilidades y privilegia su convivencia con los mayores, de quienes aprenden a ser productivos y participativos y a vivir conforme a sus costumbres y tradiciones ancestrales . Esta estrategia de aprendizaje estimula el desarrollo de procesos cognitivos que permiten a los niños y niñas indígenas ser sujetos activos -no simples observadores- de la vida familiar y de la comunidad de pertenencia, .

Esto explica la razón por la cual a la tierna edad de siete años a la niña Altagracia, apenas llegó al emblemático barrio wayuu de "Chinojulio", en el municipio Guajira del estado Zulia, sus padres le asignaron la responsabilidad de cuidar al abuelo paterno.

Educadora, maestra-pueblo, autodidacta, intérprete y un largo etcétera de reconocimientos completan la hoja de servicios de Altagracia Epieyú, wayuu de pura cepa nacida en Ichipaá, pueblo sembrado en la Alta Guajira, de donde un día su familia se marchó para dejar enterrada en el olvido la dolorosa ruptura de la unidad grupal. Pero en la forzada partida de la tierra que la vio nacer, la pequeña migrante se trajo guardados en su corazón los amorosos cantos infantiles de su madre (jayeechi), sus muñecas de barro (wayunkerras), los juegos con animales del corral y, junto con ellos, el claro-oscuro de las empinadas montañas en noches de luna llena, la luz abriéndose paso en la oscuridad sembrando de estrellas al cielo, el abrazo nocturnal de la fría brisa cargada de mar, la esquiva lluvia (juyá) recogida en el vientre del " jagüey" y la mágica transmutación del agua salobre en dulce en la alquimia de las fraguas de cubaciones y molinos, recuerdos que atraían al sueño en la noche o distraían su melancolía cuando cobraban vida en la fantasías de su fértil imaginación.

A la muerte del abuelo, Altagracia, ya hecha mujer, haciendo caminos en busca de cielos prometedores de altas esperanzas para ella y sus hijos, emigró de nuevo. Era el año 1995 . Esta vez Valera fue el punto de destino. En esta tierra andina de adopción que ella ama entrañablemente, lleva viviendo veinticuatro largos y productivos años. Su vocación de servicio, capacidad, vitalidad y su solidaridad- permeada en los principios de la educación propia de su pueblo-, la han hecho merecedora de la confianza y el respeto de su comunidad, la cual, para caminar siempre unida, la ha legitimado como su líder natural encomendándole un cúmulo de responsabilidades que debe asumir simultáneamente con las funciones de docente en la "Escuela Básica Pascual Ignacio Villasmil," de Valera, Coordinadora de la Región Andina y de los estados Falcón, Lara, Yaracuy, Cojedes y Zulia del Equipo Técnico Regional de los Pueblos Indígenas y Comunidades Afrodescendientes de la Comisión Presidencial para la Prevención y Extinción de todas las formas de Discriminación Racial y otras Distinciones en el Sistema Educativo Venezolano; así como con las funciones de Coordinadora del Congreso de la Patria mención indígena, de vocera indígena de la Constituyente y representante del Ministerio del Poder Popular para los Pueblos indígenas, en el estado Trujillo.

Como si esto resultara poco, esta mujer que no parece conocer el cansancio, es, además, "piache" y consejera en su comunidad indígena de origen de la Goajira. En la cultura wayuu tales funciones se encuentran reservadas a las personas que desde su niñez resultan escogidas a través de los sueños revelados a los ancianos del pueblo. Experiencias numinosas como éstas signaron su destino y para que pudiera cumplir su misión y recorrer los caminos trazados sin peligro de extraviarse, fue rigurosamente preparada.

Del Clan Uliana, por su madre Carmelina González Uriana, y del Epieyuú , por parte de su padre, Altagracia recibió desde siempre la educación de su abuelo Antonio Joaquín López Epieyuú, un sabio indígena wayuu, quien requería auxiliarse de sus ojos para trasladarse a cualquier lugar, mientras en compensación aprovechaba el tiempo del trayecto para dispensarle a la nieta una educación personalizada, bien para aconsejarla y descubrirle secretos de la vida, sea para transmitirle principios de su cultura ancestral y relatarle mitos y leyendas de su pueblo o ya para enseñarla a descifrar los sueños y hacerla depositaria de sus propias profecías.

No siempre Altagracia lograba entender el contenido de los mensajes o descubrir el secreto oculto en las enseñanzas del viejo sabio, a quien ella debía cuidar. Su corta edad lo impedía. La comprensión de estos enigmas era cuestión reservada al tiempo.

Fue su abuelo quien le puso el nombre contrariando el deseo del padre de ella, Pedro Antonio López Epieyú, famoso "pütchipü" (palabrero), cultor y poeta, que deslumbrado por el genio, la inteligencia y la singular belleza de la última reina del antiguo Egipto, se empeñaba en llamarla Cleopatra. El mismo viejo sabio, que además de escritor y palabrero también era poeta, se encargaría de aclararle en versos el asunto:

"Quien tuviera mujer de larga cabellera

que se mueve en su cuerpo al andar

Así le decía yo a aquella india de ojos azules

y labios gruesos, que mi corazón cautivó,"

 

 

 

  • Descifrando enigmas

 

 

 

Los años 2010 y 2011 resultaron llenos de inolvidables experiencias y de satisfacciones personales para Altagracia. Primero, logró que su escuela fuera escogida como centro piloto de educación intercultural bilingüe en el estado Trujillo; luego, con sus ponencias e intervenciones, se reveló como docente de excepcional capacidad en los Congresos celebrados a nivel municipal, regional y nacional en el marco del Congreso Pedagógico 2010. En el último de estos escenarios, fue seleccionada como representante por Venezuela del Sistema Educativo en la modalidad de Educación Intercultural Bilingüe para asistir al evento denominado "Pedagogía 2011: Encuentro por la unidad de los Educadores", que con la participación de veintitrés países se celebró en el Palacio de Convenciones de la Habana, del 24 al 28 de enero de ese año

En este evento formó parte del simposio "Lenguas, Artes, Cultura y Educación", participando en la sesión de debate "La multiculturalidad y la dilución de las fronteras entre el Yo, el Otro y los Otros", en la que discurrió sobre un trabajo de su autoría titulado "La socio-diversidad y auto reconocimiento de la interculturalidad bilingüe en la Escuela Bolivariana Pascual Ignacio Villasmil", de Valera, estado Trujillo (1).

Sorpresa grande resultó para Altagracia ser honrada como docente en la tierra de José Martí. El panel directivo la seleccionó para hablar en nombre de todas las delegaciones de los países participantes en el encuentro pedagógico, que hicieron suyas sus palabras. Se tomó en consideración sus conocimientos, pero no pasaron desapercibidos la fluidez y propiedad con que hablaba el idioma materno, la conservación de las costumbres propias de su tradición cultural, el uso sin falsas poses de su indumentaria tradicional, el sentido de pertenencia a su pueblo así como la simplicidad y sencillez de una conducta que no mostraba huellas de haberse mellado en su tránsito por significativos espacios de la sociedad dominante; vale decir, que no la vieron como una indígena transculturizada, destilando vergüenza étnica o guardando distancias trastornada por aires de superioridad. Estas cualidades y méritos personales sembrados en la prestancia de su figura privaron también para que fuera designada Princesa de ese encuentro pedagógico.

La escogencia le permitió a esta mujer indígena venezolana dirigirse al mundo en nombre de todos los pueblos originarios de la tierra. Fue en este momento cuando Altagracia- un poco aturdida por el punzante recuerdo - pudo descifrar el sentido de la profecía revelada por aquel hombre que fue como su propia sombra y que desde su niñez había permanecido sumergida en lo más recóndito de su mente:

" Los pueblos indígenas de Venezuela, especialmente el pueblo wayuu, -le había dicho premonitoriamente su abuelo- somos excluidos e ignorados de forma desconsiderada por nuestros propios hermanos blancos de la ciudad que tan ni siquiera saben que bebemos agua salada, no la dulce que ellos derrochan y contaminan. Pero un día, no muy lejano, veré la inclusión de los pueblos originarios dentro de la sociedad venezolana. Con estos ojos lo veré, repetía, -tocándose aquellas lámparas negadas de luz- y con estos labios -posando sobre sus comisuras sus huesudos dedos- pronunciaré unas palabras de reflexión para que los oídos del mundo las escuchen y los ojos del mundo puedan vernos descarnadamente; palabras éstas que habrán de decir : Cuando lleguen a nuestras tierras descansarán bajo la sombra de nuestro respeto y si traen sus almas desnudas y transparentes, del mismo modo les mostraremos las nuestras; entonces podrán escuchar la voz de nuestros ancestros en el anciano monte y su llegada para nosotros será como una fuente de agua cristalina que calmará nuestra sed y unidos, hermanados como hijos de un mismo Dios, viviremos en una corriente de vida interminable".

 

Definitivamente, su abuelo a través de ella estaría hablándole al mundo. Entonces sus labios dijeron ese día lo que tenían que decir. Se escuchaba y con esos ojos que tantas veces había prestado al viejo sabio, veía a toda aquella gente allí presente, se imaginaba aquella otra audiencia invisible de las pantallas de televisión y de las redes sociales que la estaban oyendo y aun así, ¡no podía creerlo!

 

En cumplimiento de la corresponsabildad que como integrante de los pueblos originarios tiene en la educación de los niños y niñas indígenas, Altagracia Epieyú ha puesto todo su empeño en rescatar a través de la educación intercultural bilingüe la toponimia ancestral y la memoria de los héroes y hechos resaltantes de la resistencia de los pueblos indígenas y de los movimientos afrovenezolanos- anticonquista, temas tratados marginalmente por la educación homogeneizante, a pesar de formar parte esencial de nuestra historia de independencia, Tal propósito la motivó a crear la actividad lúdica de mesa "Conociendo nuestra tierra, héroes y heroínas indígenas y afrodescendientes". Se trata de un juego interactivo que ha sido validado y reconocido por el Instituto Nacional de Idiomas Indígenas, dirigido entonces por su hermana wayuú Karin Herrera Paz , ratificado por el nuevo director Jorge Pocaterra González (clan Aapshana) y avalado por la Dirección General de Recursos para el Aprendizaje del Ministerio del Poder Popular para la Educación, en su momento ejercida por la profesora María Eugenia Piñero.

La actividad lúdica, que apunta a la participación y motiva el interés del estudiante en la materia, será incorporada como material didáctico de apoyo al docente en las escuelas y centros educativos de educación primaria de las zonas y ciudades con población indígena. Con este propósito se han aprovechado las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC) para su difusión a través del sistema informático de las "Canaimitas", instrumentado por la Fundación Bolivariana de Informática y Telemática (Fundabit).

  • El rito de la Siembra del Agua o los Cuatro Gritos a los Cuatro Vientos

Encontramos a la profesora Altagracia Epieyú, en espacios de encuentro de la "Cátedra Libre Intercultural César Rengifo", que coordina el maestro Saúl Rivas Rivas, presta a darnos a conocer uno de los ritos de la cosmogonía mocoti y aruac : "La Siembra del Agua" o "Los Cuatro Gritos a los Cuatro Vientos," practicado por su comunidad de origen en la Goajira.

Profesionales de diversas disciplinarias, docentes, indígenas de varios pueblos y comunidades, trabajadores, jóvenes y niños siguen con la mayor atención el desarrollo del ritual escenificado por la misma Altagracia, mientras ella va explicando cada una de sus fases.

El ritual está cargado de espiritualidad y de un simbolismo que guardando similitud con los de otros pueblos ancestrales tiene sus propias especificidades y a través del mismo los indígenas entablan un diálogo con la naturaleza. Pero, primero, para aproximarnos a su esencia y antes de describirlo en detalle, daremos a conocer algunos aspectos relacionados con el origen, participantes, gestos y objetos usados en este ritual

  • Origen

Altagracia Epieyú explica que el propósito del rito es " sembrar el agua para llamar a la lluvia", con la finalidad de fecundar la tierra para la temporada de siembra que se aproxima, así como disponer de esa fuente de vida que es el agua. Su explicación permite concluir que se trata de un rito estacional y agrícola.

El ritual , según se desprende del relato de los wazábara de Mérida, -quienes afirman también llegaron a practicarlo- era ejecutado antiguamente por los mocoti y los aruac o arhuacos. Ambos pueblos intercambiaban productos de la tierra y artesanías y aprovechaban el desarrollo de esta actividad para practicar por separado su propios rituales de temporada, de encontrarse en el momento propicio. Los mocoti, recurrían a la siembra del agua para propiciar las lluvias, mientras los aruac gritaban a los cuatro vientos. Como resultado de un aporte vigoroso de sus culturas esos rituales habrían adoptado la forma como se conoce actualmente.

Los pueblos indígenas son ardientes y tenaces defensores de sus creencias religiones y deidades ancestrales. Durante la colonia no pocos de sus integrantes ofrendaron la vida en su defensa; por eso, causa extrañeza encontrarnos ante un ritual resultante de la integración de expresiones de diferentes cosmogonías practicado por una comunidad wayuu de la alta Goajira, transmitido por herencia de sus antepasados, que habría surgido -según la tradición oral de los wazábara-, de un acuerdo convenido entre los sabios mocoti y aruac, sin poder los informantes proporcionar ninguna explicación sobre las razones y circunstancias que habrían motivado ese proceso de integración.

En toda la Goajira no se encuentra ninguna otra comunidad wayuu que conozca el ritual. "Este pueblo dispone de rituales diferentes para procurar la lluvia", afirma el profesor wayuu Carlos Silva, titular de la Dirección Indígena de la Dirección General Intercultural del Ministerio del Poder Popular para la Educación. Sin embargo, para el antropólogo y lingüista Esteban Emilio Mosonyi, profesor emérito de la Universidad Central de Venezuela, si la interacción que surge entre diferentes pueblos es muy dinámica y sus territorios ancestrales distan poco unos de otros resulta factible que se produzcan complejas creaciones culturales y religiosas de esta naturaleza e inclusive que posteriormente algún otro pueblo o alguna de sus comunidades.se apropie del ritual creado. El antropólogo, lingüista, investigador y profesor de la Universidad de Los Andes, Omar González Ñañez, nos aclara que los aruac, mejor identificados como Kogi, son de filiación chibcha, nada tienen que ver con los arawac, provienen de la Sierra Nevada de Santa Marta (Colombia) y atravesaban la serranía para llegar hasta la Alta Goajira donde realizaban los mencionados intercambios con otros pueblos, entre ellos, los wayuu.

"Mucha fe en los chamanes aruac tenían entonces los wayuu, quienes además los preferían a los de su propio pueblo, de los cuales desconfiaban por temer que interesadamente podrían causarles un "daño" ", explica el investigador.

 

  • Participantes

Todos los integrantes de la comunidad son protagonistas del ritual. Casi en su totalidad actúan como bailarines en la danza que se ejecuta durante su desarrollo; la excepción la constituyen las doncellas que personalmente selecciona la Matriarca y simbólicamente representan la naturaleza manifestada en plenitud de vida, pura , apta para ser fecundada y concebir, mientras su larga y suelta cabellera, cuando es batida por el viento, augura y ayuda a crear una lluvia abundante

Los bailarines deben danzar descalzos. Simbólicamente puede interpretarse que el propósito de desprenderse del calzado es lograr la comunión con la Tierra para recíprocamente transmitirse sus propias temperaturas y energías, como seres que forman parte inseparable de la naturaleza.

  • Agua

El agua que se siembra debe ser limpia, no puede provenir de fuente distinta a la lluvia regalada por el cielo. Ella no solamente es usada para pedirla, suplicarla y obtenerla sino también como ofrenda a la Tierra, a cuyo seno es retornada.

  • Gestos

Arrodillarse la Matriarca es un gesto que manifiesta humildad, y sumisión voluntaria a la Madre Tierra; inclinarse, es una actitud que traduce su respeto por ella.

  • Objetos

  • Maraca

La maraca es uno de los pocos objetos empleados en el ritual. Este instrumento con sonido propio (idófono) es fabricado con el fruto del árbol de la tapara o totumo. El sacerdote jesuita Joseph Gumilla sostiene que el "piache" de los aruacas del Orinoco, auxiliándose de la maraca fingía comunicarse con el demonio cuando asumía el papel de curandero (2). Con el sonido de este instrumento sagrado el sacerdote indígena realmente busca una conexión con las deidades o espíritus. En el ritual de la siembra del agua la Matriarca lo emplea para tratar de conectarse con el "espíritu de la Madre Tierra" y el "espíritu de los vientos" llamándolos, haciéndolos propicios. Al alzar la maraca hacia el cielo, desde el lugar donde se encuentra la totuma con el agua sembrada, haciéndola vibrar y producir un sonido grave, provocará que fluya hacia lo alto la fuerza espiritual de la Madre Tierra; dirigiéndola en sentido contrario con un sonido agudo hasta la totuma, hará fluir hacia abajo los "espíritus" habitantes de los cielos y de esta manera las fuerzas cosmotelúricas despertadas logran equilibrarse. Simbólicamente en otras cosmogonías se estarían expresando los principios positivo y negativo.

  • Cruz

La cruz empleada en el ritual, formada por el cuerpo de las doncellas, tiene un significado distinto al de la cruz cristiana del Jesús sacrificado en el Calvario para redención del hombre. Su significado se vincula con el viento y la lluvia como fenómenos atmosféricos y con las fases lunares.

4. Desarrollo del ritual, simbolismo y significado

En un lugar sagrado, un día de luna de cuarto menguante, a la media noche (12p.m,) antes de la temporada de siembra, la comunidad indígena atendiendo al llamado de la Matriarca, que ha leído los cielos, se reúne. Es época propicia para la "siembra del agua." La luna nace a la media noche, se orienta hacia donde sale el sol y se acuesta al medio día

La convocante inicia la construcción de un espacio sagrado donde celebrar el ritual que servirá para invocar y provocar las respuestas de los espíritus de los vientos y de la Madre Tierra y encausarlos con las propias energías corporales para ataer la lluvia que fertilizará la tierra; o sea, generar energías cósmicas y telúricas que interactuando con las propias creaturas asegurarán la producción de lluvia haciendo posible una buena cosecha. Dispone en forma circular a hombres y mujeres, les ordena permanecer descalzos y luego cava un hoyo en medio del círculo. A continuación, en cada uno de los puntos cardinales, en el interior del círculo que ha descrito, sitúa de espaldas a una doncella, que destaca en el plano de lo simbólico a la mujer como principio activo del universo, imagen de la misma tierra, capaz de ser fecundada y generar vida

La cruz idealmente trazada por las cuatro doncellas es un símbolo sagrado, emblema de los fenómenos meteorológicos, por eso se identifica con la lluvia y el viento. Divide al círculo en dos mitades y cuatro sectores. Podemos decir, que está asociada al ciclo lunar, a los cuatro puntos cardinales- morada de los cuatro vientos que generan la lluvia- y constituye una representación de la unión de lo alto con lo bajo, del cielo con la tierra.

Concluida la obra, la Matriarca regresa al centro del círculo. Se inclina y con solemnidad se arrodilla hacia el Este, morada del sol, símbolo de la germinación. Invoca al espíritu del viento que allí vive, luego entrelaza sus manos hasta formar un rombo que llevará a la boca para emitir un grito que simula el sonido del viento e invirtiéndolo, gritará por segunda vez. De esta manera lo despertará haciéndolo mediador en la petición que hará a la Madre Tierra, al provocar un flujo de energías cósmicas.

Cuando el rombo está derecho se hace conexión con el cielo y se está desconectado de la tierra; al invertirse su posición, ocurre lo contrario: existe conexión con la tierra y desconexión con el cielo. Lo que es arriba debe ocurrir también abajo.

Repetirá la misma acción cada vez que girando sobre sus rodillas se ubica frente los restantes vientos o puntos cardinales. Es un diálogo que establece la Matriarca con la naturaleza al interactuar con ella.

Las fuerzas desatadas por los vientos, acompañadas de los gritos de la Matriarca, (energías cosmo-telúricas), recorrerán los cauces de los ríos , desembocarán en los mares y llegando hasta lo más profundo de la tierra quedarán sembrados en su seno. El clamor de los hijos ha sido oído. ¡La Madre está dispuesta a parir¡

Para que el alumbramiento se produzca la Madre Tierra debe preñarse. Entonces, la Matriarca, dirige su vista hacia el sitio donde se encuentran al alcance de sus manos una maraca y dos tinajas o totumas. Una de éstas, de forma redonda, destapada, simbólicamente representa a la Madre Tierra y está llena de agua de lluvia; la otra, ovalada, con tapa, imagen de su vientre, se encuentra totalmente vacía.

Lo vacío debe ser llenado. La Matriarca toma la tinaja llena de agua de lluvia y ceremoniosamente, poco a poco, va vertiendo su contenido en la tinaja aovada. Una vez que la ha llenado, la sella con su tapa y procede a sembrarla. Para ello la introduce en el hoyo y con la misma tierra que brotó al cavarlo la cubre.

Acto seguido, se prepara para buscar una conexión con la Madre Tierra. Hablará con ella. Se levanta, coge la maraca, la hace sonar y describir círculos con rápidos y sincronizados movimientos de su muñeca y la va elevando, desde el lugar donde se encuentra la tinaja con el agua sembrada, hasta colocarla por encima de su cabeza a la altura permitida por el alcance de su brazo. Alcanzado este punto, su accionar es inverso. Los movimientos comienzan a ser más lentos, el sonido disminuye y empieza a bajar la maraca poco a poco hasta detenerla en el punto de partida, o sea, en el centro del círculo, donde ha sido sembrada el agua.

En este estado, las cuatro doncellas avanzan solemnemente desde su sitio de ubicación hasta formar con sus cuerpos una cruz sobre la totuma o tinaja sembrada, que de esta manera queda cubierta por el símbolo sagrado de la lluvia y el viento.

El círculo, la cruz y la totuma o tinaja de agua de lluvia tienen ahora un centro común, que se asocia al centro de la tierra. De esta manera, cada uno de los participantes del ritual situados en el borde del círculo se encontrarán en un punto equidistante del lugar donde el agua ha sido sembrada.

¡Ha llegado el momento culminante del ritual! Hombres y mujeres ubicados en el borde del círculo trazado bailarán, girando sobre sí mismos, con sus brazos abiertos alrededor del disco interior, imagen de la misma tierra. El baile simbólicamente interpretado se corresponde con una danza cósmica que imita el movimiento de los vientos. Las propias energías corporales de los bailarines interaccionan con la de los vientos que se han despertado al ritmo de la danza (energías cosmotelúricas), regarán a la Madre Tierra entrando en íntima comunión con ella. La cruz formada por las doncellas, cuyas cabelleras bate el viento, servirá de vaso comunicante para encauzarlas y derramarlas a través de su punto de intersección en la vasija donde se encuentra el agua sembrada, permitiendo que la Tierra sea fecundada.

La Madre Tierra, respondiendo al clamor de sus hijos, llegado el momento, parirá el fruto de su vientre, que manifestándose en forma de suave brisa obsequiará a todas sus creaturas y adoptando la forma de lluvia, empapará arriba y abajo toda tierra donde fue sembrada el agua que fue regresada a su origen, haciéndola fértil y saciará con su leche la sed del pueblo que suplicó su ayuda, posibilitándole de, este modo la vida.

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*Abogado. Asesor jurídico de la Cátedra Libre Intercultural César Rengifo. Integrante del Consejo de Redacción de la revista "Itanera".

(1) . "La educación intercultural transverzaliza al Sistema Educativo y crea condiciones para su libre acceso a través de programas basados en los principios y fundamentos de la educación de las culturas de los pueblos y comunidades indígenas y afrodescendientes, valorando su idioma, cosmovisión, valores, saberes, conocimientos y mitologías, entre otros, así como su organización social, económica, política y jurídica, todo lo cual constituye patrimonio de la Nación. El acervo autóctono es complementado sistemáticamente con los aportes culturales, científicos, tecnológicos y humanísticos de la Nación venezolana y el patrimonio cultural de la humanidad. (Ley Orgpanica de Educación: Artículo 27).

  1. ,Gumilla, José, "El Orinoco ilustrado y defendido", 1963-1741,Parte Primera Capítulo X, pg. 138-139.

 

 

 

 

 

 

 

 

 



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