Del país profundo: José Ramón Villarroel, El Huracán del Caribe

Nunca se podrá borrar de la historia el perfil maravilloso de la isla de Margarita. Sus orígenes. La evolución de su poblamiento donde se esbozó una patria. No debe sorprendernos saber que en algún corralón de la isla o a campo abierto, en 1527 se hizo aquí la primera corrida de toros con animales criados en el propio Valle de San Juan o Valle de Charaima que era la tierra preferida de su principal cacique guaiquerí. Se hizo fiesta en Margarita por el nacimiento del futuro Rey de España, Felipe II, hijo de Carlos V y de su prima Isabel de Portugal. Era tanto el ganado existente que en 1569 Diego Fernández de Serpa llevó las primeras 800 vacas a los llanos del país. Fue creciendo el ganado que venía por el mar apuntando a esta isla. Hatos de ovejas, de cabras y cerdos. Cría de aves, caballos y por supuesto en esa época de primacía, los españoles también introdujeron la siembra del higo, las granadas, uvas, melones, rábanos y coles para surtir a la vecina isla de Cubagua, donde suponemos que en 1515 ya estaba naciendo Nueva Cádiz como la primera ciudad de lo que hoy es Venezuela. Pero no solo era importante el ganado y la leche y las hortalizas aportadas por el viejo continente.

En el famoso valle se plantó y se cultivó una especie tan necesaria como la yuca y el maíz. Fue nada más y nada menos que el trigo procedente de Sevilla. Allí se hicieron los primeros panes de este país, el ansiado bizcocho (redondo o torcido o en migajas) que era muy importante en las travesías trasatlánticas. Con los sembradíos del trigo se aspiraba disminuir costos de importación. Solo en un viaje del famoso galeón San Andrés que en 1529 trajo 15 vihuelas a la desértica isla de Cubagua, también llegarían 150 quintales de bizcocho (mejor dicho, 6.900 kg.) y 33 pipas de harina. Ante los ojos de Europa, entre estas tierras y estos mares estaba el más grande tesoro de las perlas y se registra además el hallazgo de “un licor de azeite muy provechoso para las enfermedades de la gente” que al pasar los siglos conoceríamos como el petróleo. Un emporio de riquezas que da origen a la grotesca esclavitud de indios y de negros y por supuesto, convierte a esta provincia de las perlas en la principal importadora de mercancías en toda América. No solo el Valle de Charaima fue todopoderoso con sus montañas llenas de piel nueva y sus terrenos fértiles. A este eminente Valle de San Juan le seguirían otros de altísima importancia como el de Paraguachí, con su ermita de la Virgen de El Valle, el de Tacarigua, el famoso Valle de Arimacoa, rebautizado con el tiempo como El Valle de Pedro González, de donde es originario el personaje que nos ocupa en este capítulo, José Ramón Villarroel, mejor conocido como “El Huracán de El Caribe”.

Con él hablamos de la fascinante historia y las bondades de esta isla y se convierte en tema inmediato de conversación el nombre padrastro de su poblado al norte, porque además de tener como símbolo a la imagen de San Pedro González Telmo (religioso fallecido en 1246. Tuy, Galicia de España), beato que veneran los marinos españoles y portugueses, como patrón de la gente del mar, José Ramón Villarroel nos asegura que en este valle se reconoce también como fundador a otro Pedro González. Se trata de Pedro González Cervantes de Albornoz, a quien se le atribuye el establecimiento definitivo de la ciudad de Nuestra Señora de La Asunción en el valle de Santa Lucía, además de ocuparse de atraer a los guaiqueríes que se habían retirado a las montañas y a otros sitios de Margarita, huyendo de la cuchilla que cercenaba, de la horca y del garrote tras la desastrosa masacre del célebre y cruel Tirano Lope de Aguirre, cuando se oscureció a la isla con sus crímenes. Pedro González Cervantes de Albornoz, además viajaba dos veces al año al Orinoco a rescatar indígenas esclavizados en medio de la contienda hispano- aruaca-caribe. En el reconocido lugar, como en ningún otro, ese nombre de Pedro González sonará siempre alrededor de un santo, de un conquistador y de un pueblo de antiguas costumbres, una trilogía irrepetible de las cual este aventajado trovador José Ramón Villarroel se enamoró, untándolo de mar en sus canciones.

La conversación con el incansable “Huracán del Caribe , que iniciamos en San Juan de Puerto Rico, en ocasión de un encuentro internacional de decimistas, sigue fluyendo cuando hablamos de la fe de la gente marinera y de las famosas cantigas, peregrinaciones, promesas y usos de escapularios y medallas que también nos llegaron con los europeos. “Dios sea con nosotros”. La salves y las letanías las trajeron ellos en sus barcos, los credos, las avemarías, las bienaventuranzas a los apóstoles, las ciencias astronómicas y la aritmética, las formas poéticas, glosas, trovos, coplas y décimas, la sistematización perfecta de este arte, la música, “como los marineros son amigos de divisiones, dividieron los cuatro vientos en treinta y dos, así los ocho tonos de la música los tienen repartidos en otros treinta y dos tonos diversos”. La herencia proveniente del reino de Castilla, no ha sido fugaz, porque la música y los cantos, que era la distracción preferida de aquellos marineros, dejó su huella aquí en Margarita. Unas pocas palabras merecen los galeotes esclavizados, hombres del trabajo rudo en los cuatro ángulos de las galeras, nos referimos a la prisión en los galeones y en otro tipo de barcos. Al compás del canto y de los versos de estos mareantes, se levantaban las distintas velas de las embarcaciones y con otra serie de “cantigas y versecillos” que hacían menos agobiantes sus interminables faenas, podían emprender los trabajos más rudos entre los cuales estaba el de bogar desde las postizas a grandes voces, mientras atravesaban el Atlántico.

De los capítulos sobre galeotes, galeras y galeones vino a empinarse en Margarita el término galerón, coincidencia plena con José Ramón Villarroel que es uno de sus grandes exponentes y que no dejó de narrar en sus cantos interminables, los sucesos sobre los que damos vueltas. Perfectamente él podía trasformar en décimas encadenadas el contenido de los párrafos anteriores de este escrito, de escogerse la historia como tema del reto. José Ramón sigue presente entre los más reconocidos galeronistas por su dominio excepcional del repentismo. El hombre de la controversia, le decíamos a este principal margariteño, con quién compartimos ideas y empujábamos siempre un modo distinto de entender la cultura entre territorios de Venezuela y el Caribe. No imaginamos nunca que después de mil tandas de galerones donde jamás hubo tregua, un accidente de tránsito le truncaría la vida muy temprano, un 30 de abril de 1995. Había nacido el 31 de mayo de 1937 con soplos huracanados en ese mismo Valle de Pedro González al que tanto le confió sus glorias.

Me cuenta que él empieza este oficio organizando parrandas para cantar aguinaldos. Desde los nueve años empezó a hacerlo en tiempos de navidad, cantando de casa en casa con los grupos festivos. Lo invitaban a Altagracia, a Paraguachí y a otros pueblos, pero también lo invitaban a la “Radio Nueva Esparta, situada en la calle La Marina de Porlamar. En esa emisora cantaría temas pascuales acompañado de instrumentos como el bandolín, violín, cuatro, tambores , furrucos, los que formaban parte del Conjunto de la Marina, bajo la dirección de Isabel de León, una dama muy respetada de La Vecindad, hasta que se encontró con los velorios de cruz de mayo que tenían más resonancia en Margarita. El de las Cuatro Esquinas en Paraguachí, el de El Salao, el de La Ermita de Los Robles y el de La Cruz Aparecida de la Vecindad. Caminaba tres horas atravesando la montaña que separa ese valle de Paraguachí y podía pasar toda una noche escuchando a los galeronistas en los velorios. Al amanecer regresaba con ellos caminando mucho, sonriendo y cantando. Se enamoró del galerón y por todas partes lo descifraba en su garganta, especialmente cuando iba a coger a lazo los pájaros, iguanas, conejos, que era su forma de cacería en los montes. Siempre memorizando el canto en una mezcla de peleas de sombra.

“YO ERA EL MUCHACHO DE LA NOCHE “

“Una noche en que estaban cantando Dimas Hernández, al que le decían Dimas El Sordo, Santos Rodríguez, Cruz Hernández y José Rodríguez, yo pedí permiso para cantar, era un muchacho todavía, pero la gente quería que yo cantara porque yo tenía una voz bastante alta y para esa época no se usaba micrófono, se cantaba a pecho libre. Fue la primera vez que canté con decimistas importantes y cogí un gran susto, pero canté un largo rato y se fue corriendo la bola, como dicen. De allí canté con otros en Los Millanes, Las Cuicas, Los Hernández, por muchos lugares cantaba, hasta que decidí meterme con los grandes. Recuerdo que el primer galerón de categoría en el que yo canté fue en El Salao y me pareció un sueño, porque pude estar a la lado de Alejo Albornoz, Juan Casio Rodríguez, Chelías Villarroel que era el más famoso para esa época, “Calencho” que vino del Estado Sucre. Entonces a mi me nombraron como “el muchacho de la noche”. Yo fui el muchacho de la noche porque fue brillante mi actuación, más o menos al nivel de ellos y para esa época se acostumbraba mucho a cantar por lo que ahora se le dice tema, cualquier cosa sobre estudios que uno debe haber hecho por cuenta propia. A veces se podía cantar por historia de Venezuela o de Margarita y si al primer cantador que le correspondía abrir el galerón lo hacía por historia, todos los demás cantadores tenían que cantar sobre historia y el que no lo hacía era porque no sabía, y eso significaba puntos menos, pero también se podía cantar sobre botánica, geografía, astronomía, mitología. Me acuerdo que esa noche salió a relucir el tema mitología y ya yo tenía unas décimas preparadas sobre “Hércules y sus doce hazañas”. Entonces me metí a campeón y a las cinco de la mañana canté los últimos versos…”

“EL GALERON MÁS GRANDE”

“Quien cantara en la Casa Nueva Esparta de El Tigre se consagraba. Ese era el festival de mayor trayectoria en toda Venezuela y donde iban los mejores cantadores. Era el galerón más grande. Yo me arriesgué una vez sin que me invitaran y hablé hasta con el cura y me dieron chance a cantar solo dos décimas, porque se opusieron a que participara quienes tenían el dominio del galerón allí, los hermanos Villaroel,” Chelías” y José Ramón, un tocayo mío y quien casualmente murió en un accidente de tránsito en la carretera de El Tigre. En los versos que aquella vez canté puse de manifiesto que algún día ellos tendrían que pagar lo que me habían hecho. Hasta que llegó ese día. Llegó el momento en que me invitaron a la Casa Nueva Esparta dos años después y estaba “Chelías” cantando junto con Alejo Albornoz y Justo Pastor Rivas, al que llamaban “La garganta de oro”, Cándido Real y un muchacho como yo, que era Venancio Quijada, apodado“El estudiante”. Total que me puse de acuerdo con ese muchacho y trazamos nuestro plan para atacar fuerte con el canto y hora tras hora, hasta el amanecer, fuimos dejando atrás a Francisco Real y a los demás y yo me fajé duro con Chelías, que era el gallo fuerte de la época, eso fue una batalla campal en la que salí con ventaja, tanto es así que “Chelías” no volvió a cantar en la Casa Nueva Esparta. Yo fui uno de los que impuso la modalidad del canto improvisado en las décimas y tenía que saber mucho, por eso leía tanto. Después de aquel encuentro me convierto en el pilar número uno de la Casa Nueva Esparta de El Tigre y no ha habido un solo festival adonde yo no esté y salga triunfando. Recuerdo también otro mano a mano con Don Alejo Albornoz de La Asunción. Esa noche estaba Magdalena Sánchez que cantó para despedirse de su actividad artística y yo me fajé en un contrapunteo como los buenos con Alejo, cantamos desde las dos de la madrugada hasta las diez de la mañana del mismo día y yo rematé. Yo era muchacho, tenía una gran agilidad mental y siempre triunfaba. Por la rapidez en la improvisación me pusieron ese nombre “El Huracán del Caribe”. Fue un locutor llamado Luis Alfonzo Cornieles que en una noche del 27 de junio del año 1972, viendo mis ventajas sobre los demás, decidió llamarme así, porque no es fácil arrancarle aplausos a un público donde hay miles de personas , se requiere mucha agilidad mental, mucha agresividad en el canto y especialmente un conocimiento cultural muy avanzado…”

“LA FIESTA A LA CRUZ”.

“Anteriormente todo era muy religioso, el galerón se hacía en las capillas, ante las cruces en cada uno de los pueblos. Todos los años la gente se reunía para hacerle la fiesta a la Cruz en el mes de mayo, y era tan grande la creencia en la Cruz que si alguien tenía una enfermedad grave le pedía a la Cruz sanación y le cumplía haciéndole su velorio. Era de la forma más curiosa del mundo, porque recogían dinero en todos los pueblos, de casa en casa pidiendo ayuda para cubrir los gastos. Por lo menos de Paraguachí o de Juan Griego venían al Valle de Pedro González y decían “Mire por favor, alabo el nombre de Dios, deme una limosnita”, eso era lo primero que decían, entonces se le daba a aquella persona un centavito y cuando mucho un real. Con eso que recogían se hacía la fiesta a la Cruz y se invitaba a las personas mayores a que cantaran galerón. Para esa época en Margarita Wenceslao Hernández, Isaac González, Juan Cassio Rodríguez, Teodoro Villarroel, Marcos Narváez, esos eran los que introducían las décimas. Por otro lado se preparaba guarapo de piña y de caña y se adornaba el lugar con racimos de plátano y coronas de flores, era para premiar al mejor cantador, aparte del café, el ron y el tabaco. Ahora todo ha cambiado por la dinámica del tiempo y cualquier comerciante que tiene un bar prepara velorios, y como él va a devengar ganancias fabulosas con los cantos de galerones, el cantante tiene que cobrar, por eso decimos que el galerón se ha comercializado, pero lo que no deja de ser cierto es que el galerón es un arte…”

José Ramón Villarroel, El Huracán del Caribe. 1994.
Credito: Cruz Figuera




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Benito Irady

Escritor y estudioso de las tradiciones populares. Actualmente representa a Venezuela ante la Convención de la UNESCO para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial y preside la Fundación Centro de la Diversidad Cultural con sede en Caracas.

 irady.j@gmail.com

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