¡Nos están saqueando!

       Sumida en el dolor más profundo y ya sin lágrimas en los ojos Trifina lloraba desconsoladamente la muerte de Isidoro, quien fuera su esposo por más de cuarenta años. Un silencio de nostalgia recorría la casa y sólo se escuchaban los gritos desgarradores de la afligida esposa. Ya sin fuerza, la viuda caminó a paso lento hacia la cocina de la casa, todos la vieron pasar y una mirada de tristeza fue el saludo. Nadie dijo ni una palabra mientras ella cruzaba el umbral con las penas colgadas en el alma. Apenas habían pasado unos minutos, otra vez se volvían a escuchar  los llantos de Trifina: “Hay mundo, te los estás llevando uno a uno mundo”. Hay mundo, te los estás llevando uno a uno mundo”. Yo,  que había asistido al velorio del finado Isidoro, lentamente me acerqué  a la mujer que lloraba y le dije: ¡Caramba, señora! mi más sentido pésame  y de verdad, cuanto lo lamento si es que se le han muerto muchos familiares. No, no, no, respondió ella con melancolía. No me refiero a eso, sino que “mundo”  que así se llama el gato, se está llevando los chicharrones del perol.

           Allá afuera, la gente comentaba la muerte de Parmenio Isidoro Cándelo. Todos coincidían que fue un gran ser humano, dedicado a su familia y de una gran rectitud en su proceder. A lo lejos, cerca del corral, estaban conversando Bartolo, Juan María Furio y Demetrio Sórdido; todos amigos míos y conversadores de temas que ni ellos mismos entendían.  Me acerco donde  estaban y la conversación giraba en torno al saqueo que estaba viviendo Venezuela. Sin querer me fui metiendo en la conversación y tras escuchar excelentes argumentos que coincidían en que realmente estábamos siendo saqueados por los colombianos. Allí quise intervenir para decirles que efectivamente, estábamos siendo saqueados, que la economía venezolana estaba siendo saqueada por gran parte de la población colombiana, que no solamente se llevan nuestros productos, tales como como harina pan, leche, mantequilla, papel tualé, arroz, espagueti, azúcar, champú, afeitadoras crema dental y otros; sino que además  se llevan nuestra gasolina, baterías para vehículos y todo tipo de repuesto en esa rama. Pero ojalá solo fuera eso, también se llevan nuestra moneda, particularmente los billetes  de 100 y de 50.   

          Todos escuchaban con interés y Bartolo, después de arrimarse un buen trago de miche, pregunta: ¿Y cómo es eso compae? Explíquese mejor, porque le estoy entendiendo de bastante poquito. Eso es muy sencillo de explicar, le dije. Saquemos la cuenta: el sueldo mínimo que se paga en Colombia, es de 644.350 pesos; ese monto lo cambias a bolívares y se convierten en un realero, y dependiendo de cómo las mafias han colocado en valor del cambio, pudieras salir con muchos más. Por ejemplo, esos 644.350 pesos lo divides por el tipo de cambio del día y  ¡magia! El sueldo de los colombianos se sextuplica y a partir de allí comienza el saqueo. Los colombianos vienen con ese “sueldononón” y se llevaban todo, hasta  15 y 30 productos por persona. Algunos más “modestos” se llevan  el bulto completo. El bachaqueo se volvió viral, aunado a las grandes mafias, a la delincuencia organizada que opera en mayor magnitud y se llevan la gasolina a través del cruel y terrible contrabando. Para rematar a hora se están llevando nuestros billetes, porque allá te lo pagan casi a la mitad, es decir, por un billete de 100 que tú lleves  te ganas cuarenta, es decir, te dan 140 bolívares. En pocas palabras, nos están saqueando en nuestras propias narices.



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Eduardo Marapacuto


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