¿Será que nos seguimos haciendo los locos con el problema carcelario?

El 27 de enero de este año hubo una riña en la cárcel de la Planta, entre internos de los pabellones 1, 2 y 3, lo cual dejó un saldo de 10 muertos y 19 heridos, casi todos por armas de fuego y luego los reos no dejaban entrar a las autoridades. Incidentes como este se ha repetido en muchas ocasiones, tanto en la cuarta, como en la quinta república. Ya no cabe preguntarse más, cómo entran esas armas a nuestras cárceles; queramos o no, la responsabilidad principal es de los funcionarios que trabajan en ellas (léase Directores, personal administrativo y guardia nacional). Las preguntas que hay que hacerse son: ¿no habrá complicidad correspectiva, tanto del Director del penal, como del personal administrativo y los guardias allí asignados? ¿no debe El Ministerio Público imputar a esos funcionarios como cómplices de esos homicidios? ¿ no son, además, imputables, por complicidad en porte ilícito de armas y tráfico de drogas, aquellos que conocen que los reos están armados y con posesión de grandes cantidades de drogas? Cuando esos funcionarios caigan presos por esos delitos, podemos estar seguros que será muy difícil que vuelva a entrar un arma o droga al penal.

¿Por qué registrar a las visitas de la manera humillante que siempre se ha hecho?, en vez de destinar un lugar donde se dejen las bolsas y éstas puedan ser revisadas por un personal itinerante, entrenado y distinto al personal del penal. Además de adquirir escaner de seguridad de cuerpo completo, como los que están en algunos aeropuertos de nuestro país, los cuales detectan la droga en cualquier cavidad del cuerpo humano; incluso la que es ingerida en dediles. De esa manera pudiésemos evitar, tanto las vejaciones a que son sometidas las visitas (fundamentalmente las mujeres), y la entrada impune de drogas y armas a los penales.

Debemos también, legislar en esa materia. Sobre el aprovechamiento del tiempo de la persona privada de libertad, en cualquier etapa del proceso. El trabajo debe ser un incentivo canjeable por tiempo de reclusión. No tiene ningún sentido tener a miles de hombres, las 24 horas del día ociosos, mientras su propio sitio de reclusión se cae a pedazos por abandono e insalubridad. Nuestra revolución dignifica al hombre, en consecuencia no debemos soslayar ese problema. Diseñemos un sistema de trabajo productivo para los presos. Son miles de hombres y mujeres que pueden pagar su agravio a la sociedad, produciendo para ella y aprendiendo un oficio, que además le aporte un ingreso, con el cual puedan contar al cumplir su sentencia e iniciar una nueva vida. Ya está bueno de tener depósitos de seres humanos, que hacen en nuestras cárceles postgrados en delincuencia y que además salen con un odio enorme con la sociedad. Así como están las cosas seguimos el círculo vicioso de sacar delincuentes de la calle, especializarlos en las cárceles y soltarlos con mayor conocimiento y saña para delinquir de nuevo.

Yo en lo particular no tengo duda alguna del carácter humanista de la Revolución Bolivariana. Sé que el Ministro Tarek (criminólogo), tiene la sensibilidad y el compromiso para atacar de raíz ese problema, y confío en que nuestros legisladores tomarán las medidas necesarias para adaptar o crear leyes que respondan a ese objetivo.

Ese es sólo uno de los problemas de nuestro sistema judicial; pero para nuestra revolución debe ser un aspecto sensible, ya que en nuestras cárceles se encuentran, en su mayoría, sino todos, una porción de aquellos seres humanos que el capitalismo excluye de los elementos mínimos de subsistencia. Vale decir, excluidos de la felicidad. Ellos son parte del sujeto social de nuestra revolución. Allí, difícilmente encontraremos a un hijito de papá (lo que no quiere decir, que los hijos de papá no delincan). Habrá quien diga que en nuestro país siempre ha habido igualdad de oportunidades; quizás eso sea cierto, pero lo que nunca ha habido es igualdad de condiciones para acceder a las oportunidades. Por dar un ejemplo: muchos de esas personas tuvieron que salir a trabajar desde niños para mantenerse o para ayudar en su casa. La escuela estaba, pero ¿cómo hacía él para ir? Es sólo un ejemplo.

valgo7@hotmail.com




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Juan Carlos Valdez


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