¿Apostamos?


Tal vez en la Constitución venezolana, por ser determinantemente democrática, esté de más el que exista un artículo como el 350, que contempla la rebelión frente a cualquier régimen que se instaure y que contraríe los valores, principios y garantías democráticas o menoscabe los derechos humanos, si contamos con el artículo 333 que reza:

"Esta constitución no perderá su vigencia si dejare de observarse por acto de fuerza (tal y como sucedió el 11-A) o porque fuere derogada por cualquier otro modo distinto al previsto en ella (como lo pretendió la fugaz dictadura de Carmona Estanga). En tal eventualidad, todo ciudadano investido o ciudadana investida o no de autoridad tendrá el deber de colaborar en el restablecimiento de su efectiva vigencia".

Pero resulta que el artículo (350) está allí. Es el último dentro del articulado que contiene la Constitución, colocado antes de la disposición que deroga la de 1961 (que los golpistas quieren usar ahora como "vigente") y las otras disposiciones transitorias que cierran el texto constitucional. Ahora bien, como la Constitución Bolivariana, elaborada, consultada públicamente, votada y aprobada por la mayoría de la población en referéndum constituyente, es democrática por esas mismas razones y por los mecanismos utilizados para concebirla, el artículo 350 solamente puede interpretarse en concordancia con el cúmulo de principios democráticos aceptados internacionalmente e igualmente contenidos en ella.

Por el contrario, resultaría inconcebible que uno de los mejores y más democráticos textos constitucionales del mundo, contemplara un artículo -como el 350- para justificar el derrocamiento de un gobierno que -como el de Chávez- ha dado las mayores muestras de tolerancia democrática y de respeto por los derechos humanos.

Un artículo como ese pudiera darle legitimidad democrática a quienes pretendieran derrocar a un gobierno evidentemente y hasta probadamente dictatorial. O sea un acto legítimo contra un gobierno que hubiere -cuando menos- cerrado la utilización de vías democráticas y entre ellas -la más usual y entendible- la vía de las elecciones, a la cual el gobierno actual no está cerrado, sino que -como garante de las leyes- está a la espera de que se cumplan los plazos legales establecidos, tal y como lo han dicho una y otra vez sus representantes.

Ya la OEA fijó posición en cuanto a que el gobierno de Chávez no es una dictadura. Podrá ser bueno o malo, podrá gustarnos o no, será o no eficiente, etcétera, pero no es una dictadura, definitivamente NO LO ES. Y la visita de Gaviria confirmará lo que está a la vista. Vendrá de nuevo, verá lo que ocurre y esos mismos hechos que pretenden precipitar la salida del Presidente le demostrarán a quien lo quiera ver (adentro y afuera), no solamente la libertad que existe, sino el libertinaje con el cual actúa un grupo minúsculo de militares golpistas (afortunadamente sin poder de fuego, porque de lo contrario ya habrían desatado una matanza de enormes proporciones, superando con creces a la que realizaron el pasado 11 de Abril), contraviniendo no sólo la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela en su artículo 330, que si bien les da derecho al voto, les prohíbe participar en actos de propaganda, militancia o proselitismo político, sino también los reglamentos militares que los obligan a la subordinación y obediencia a sus superiores jerárquicos, gracias al halo de impunidad con el cual los rodeó el Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela

Entonces, ¿Qué les quedaba? Pues que si el gobierno les parece "malo", que si la forma de gobernar de Chávez no les gusta, han debido recurrir a los mecanismos democráticos contenidos en la Ley. Aquellos contemplados en la Constitución y las leyes respectivas. La reacción no debe ser una conspiración militar o cívico-militar, como la pretendida en la Plaza Francia (que ya ha desenmascarado a más de un golpista redomado, disfrazado de demócrata), sino la salida institucional. Que a fin de cuentas no desean, porque no quieren arriesgarse en el enorme reto, de que a pesar de poseer y controlar el 99 % de los medios de comunicación masiva, con los cuales manipulan y crean matrices de opinión a su favor, no van a poder con el pueblo venezolano. No van a poder derrotarlo. ¿Apostamos?



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Manuel Rugeles


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