Ecos de una acción decisiva: 27 de noviembre de 1992

La insurrección cívico-militar del 27 de noviembre de 1992 vino a significar el puntillazo decisivo para que quedara evidenciado el alto grado de falta de legitimidad popular que ya venía arrastrando desde largo tiempo el régimen reformista tradicional, instaurado en Venezuela desde 1958. de ese modo, los hombres y las mujeres -civiles y militares- que asumen la rebelión armada como única alternativa posible para superar la crisis múltiple padecida por el país, donde resaltaba la impunidad y la corrupción política generalizada como un escupitajo constante a la dignidad de venezolanas y venezolanos, apelan a la memoria histórica de las luchas populares, las cuales fueron moldeándose e incrementándose a medida que transcurría el tiempo, incluyendo la resistencia pasiva que se expresaba en la abstención electoral en persistente ascenso, sin que las elites dominantes llegaran a imaginar y a comprender cabalmente la magnitud del deterioro irreversible de su hegemonía sobre los sectores populares; una cuestión que debió ponerlas en estado de alerta luego del alzamiento popular espontáneo ocurrido entre el 27 y el 28 de febrero de 1989 cuando se quiso implementar el recetario neoliberal recomendado por el Fondo Monetario Internacional (FMI) para remediar el serio declive sufrido por la economía rentista venezolana.

Sin embargo, citando a uno de sus líderes militares principales, el General de Aviación, Francisco Visconti, “siendo la insurgencia cívico-militar del 27 de noviembre de 1992 un acontecimiento de extraordinaria trascendencia en la historia contemporánea de nuestra Patria, este capítulo no ha sido analizado, estudiado ni registrado con suficiente interés, atención y profundidad: sin el 27-N no hubiese sido sometido a juicio y finalmente removido de la presidencia de la República el ciudadano Carlos Andrés Pérez; sin el 27-N no se hubiese consolidado la opinión y la voluntad nacional por el cambio y la transformación político-social de nuestro país. Tampoco habríamos logrado, sin el 27-N, una matriz de opinión favorable al proceso de cambio venezolano a nivel internacional y obtenido los sobreseimientos de las causas de los compatriotas combatientes del 4-F que se encontraban presos y, en general, no habríamos fortalecido férreamente el gran sentimiento nacional por el proceso revolucionario bolivariano que los venezolanos estamos construyendo hoy día”.

Esta un tanto ingrata circunstancia no le resta méritos a la gesta insurreccional de ese día. Quizás ello se deba al hecho que la primera insurgencia del 4-F que catapultó al entonces Teniente Coronel del Ejército Hugo Chávez Frías a la presidencia del país, se haya glorificado desde las alturas del poder, en un intento por demarcarla como un acontecimiento histórico que sólo estaría vinculado a la sublevación popular del 27 de febrero de 1989 y a las aspiraciones redentoras que albergara de niño el hoy Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, dándosele un barniz mesiánico, predestinado por la Divina Providencia. Por ello se presenta al 4-F como un quiebre súbito de la legitimidad del orden imperante: sin un antes que lo enlace con la lucha armada librada por el Partido Comunista de Venezuela (PCV), el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), el Partido de la Revolución Venezolana (PRV) y otros grupos marxistas-leninistas durante la segunda mitad del siglo XX, y sin un después que lo emparente con lo sucedido meses luego, el 27-N, con una participación más amplia y heterogénea que el 4-F, donde convergieron gentes de derecha e izquierda, entre éstos últimos, ex guerrilleros como Douglas Bravo y Francisco “Flaco” Prada. No obstante, los ecos de aquella acción decisiva se hacen sentir en cada una de las esperanzas populares por ver cumplido su sueño de redención social, a pesar de los muchos contratiempos y traiciones que surgen en el camino. De esto pueden estar conscientes todos los civiles y militares que apostaron y arriesgaron sus vidas para lograrlo: su sacrificio nunca será en vano.



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Homar Garcés


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