Venezuela debe ser el único
país del mundo donde una cerveza se vende más barata que un refresco.
Las millonarias ventas de Polar y Brama con un precio tan accesible,
son la puerta abierta para alcoholizar a nuestro pueblo, quien desde
los Jueves en adelante comienza su ingesta insaciable en las puertas
de todos los expendios de licores a lo ancho y largo de toda Venezuela.
Producir cerveza no puede ser
más económico que producir bebidas gaseosas y sin embargo en Venezuela
lo son. Una cerveza cuesta menos que una Cocacola.
Un gesto que dignificó a nuestro
Comandante fue prohibir el consumo de bebidas alcohólicas en Miraflores,
pero de igual forma se debería tomar en consideración el grado de
responsabilidad del consumo de alcohol en las cifras de homicidios de
cada fin de semana, la inducción al consumo coca, crack, bazucó y
heroína luego de crear estados de ebriedad, así como la violencia
que estos estados generan en peleas callejeras, enfrentamientos entre
bandas, violencia familiar y violencia contra la mujer.
La venta ilegal de cerveza
en nuestros barrios es un tráfico de alcohol que va de la mano al de
las drogas y es un factor de descomposición social y de incitación
a la violencia y la delincuencia. Por demás está hablar de de los
daños morales y la mediocridad implantada por esta cultura etílica.
Nuestro Estado tiene que tomar
medidas importantes ya que se habla de reducir gastos suntuarios, a
nivel de las bases populares se debe plantear la lucha por controlar
este expendio tan dañino a nuestra sociedad.
Impedir las ventas clandestinas
y los consumos callejeros, ya tipificadas como delitos pero una norma
no cumplida sino sólo cuando se hacen operativos, se debe reforzar
con medidas impositivas que surtan efectos. Ya que estas bebidas son
de libre expendio, se debe hacer lo posible para que nuestros jóvenes,
niñas y niños no vean ese bochornoso espectáculo en nuestras calles
y se debe lograr que sus precios sean limitativos en la capacidad
adquisitiva de sus usuarios, yo propondría elevar un impuesto sustancialmente
alto a el comercio de alcoholes y que éste sea adjudicado a la ONA,
órgano desconcentrado para la coordinación nacional de la lucha contra
el tráfico y consumo de sicotrópicos.
El alcohol es la droga portera,
eso mundialmente es reconocido, el alcohol y el tabaco, como sustancias
dañinas, en una sociedad nueva debe expenderse a precios que impidan
su consumo excesivo y dañino en nuestra población.
Todo aquel que viaje por el
interior de Venezuela verá al llegar a cada pueblo como la actividad
social más concurrida es la bebedera de cervezas, opacando actividades
formativas y culturales. Somos un pueblo de borrachos, es una triste
y cruel realidad.
Cambiar esos hábitos es sumamente
difícil, la cerveza ya está hasta genéticamente grabada en nuestro
cerebro. La única manera de empezar a lograr la disminución de esta
dramática y triste realidad, aunque le duela a muchos, es subir el
precio y la manera mejor de hacer esto es imponiendo un elevado impuesto,
que una cerveza cueste el doble de lo que vale una Cocacola, 8 Bs.F
como mínimo y que este dinero se pase para la lucha contra el daño
que ocasiona el narcotráfico.
Yo puedo asegurar que inmediatamente
los índices de homicidios, de atracos, de violaciones, de agresiones
a la mujer bajarían notablemente. Yo puedo asegurar que el inicio en
el consumo de otras drogas igualmente bajaría y si se acompaña de
una penalización a los negocios que la expendan para su consumo en
las calles y a las ventas clandestinas sería más alto el grado de
este éxito.
¿Una medida impopular? Por
supuesto, medio mundo estará en contra, pero si queremos rescatar la
cultura, generar los verdaderos valores para el Hombre Nuevo, restituir
los valores morales en n nuestras familias y fortalecer la inclusión
del gusto por los actos culturales, formativos y preventivos, estaríamos
produciendo valores, tan necesarios para la nueva patria.
No faltarán defensores y no me faltarán enemigos, pero hablando claro es imperante tomar medidas. El que quiera beber, que pague por ello, pero que detengamos estas regalías de las cerveceras que parecen como a propósito para embrutecer a nuestro pueblo.
Igual con los cigarrillos,
más impuestos, todos los vicios que se paguen con precios que duelan
al bolsillo. Será por lo menos una manera de regular la desenfrenada
tomadera que embrutece y genera descomposición social. Hace falta dinero
para prevenir drogas más dañinas que el alcohol, entonces pongamos
impuestos severos a la cerveza y las aguardientes, para reducir sus
consumos y obtener medios para que la ONA disponga de recursos
tan necesarios para protegernos de la invasión de terribles drogas.
Esto es lo que yo pienso, ya
basta de la dominación ártica del Oso. Que pague y bien caro con impuestos
el daño que ocasiona con sus suministros de alcohol a nuestro pueblo.
Fundación HombreNuevo.