El “Tío Sam Vil”. en la candelaria y el sentido de pertenencia

Hago un llamado a la conciencia revolucionaria de las autoridades que otorgan permisos a esta oligarquía pitiyanqui (valga la redundancia),  que siguen cada día mas destruyendo las pocas referencias patrimoniales que le quedan al caraqueño. 

Por otro lado, es importante que hagamos una campaña para enseñar y difundir las historias y referencias históricas de los lugares donde habitamos, de nuestras comunidades, porque de esta manera tendremos sentido de pertenencia, que no es más que amar, valorar y defender las comunidades ante cualquier amenaza de despojo de todos los valores culturales que nos identifican y diferencian dentro de un espacio geográfico. Debemos conocer y difundir nuestra historia, saber de donde venimos, donde estamos, porque estas referencias son elementos importantes que nos llevan también a discernir quienes somos y hacia donde vamos. En este sentido la misión cultura ha hecho un gran trabajo recogiendo en cada rincón del país sus historias locales. ¿Por qué no se difunden? 

Los nombres tradicionales de las esquinas, referencias espacio-históricas del caraqueño, han sido sustituidos poco a poco. El habitante de la ciudad de Caracas se sirvió en un tiempo atrás de referentes para su ubicación no sólo geográfica sino histórica y cultural. En el caso de las esquinas, aquellas que contaban esa historia menuda que el habitante de la ciudad fue hilando punto a punto, paso a paso, y de cuento en cuento, aquellas que contribuyeron a afianzar un sentido de comunidad, han ido siendo suplantadas por referencias comerciales. Hoy encontramos grandes centros comerciales, farmacias, bares, bancos, licorerías, en esquinas que antes reflejaban un respeto humilde por la naturaleza: El Guanábano, El Cují, El Mamey… o la veneración a algún santo –San Juan, San Pablo–, el recuerdo jocoso de algún personaje –Miguelacho–, o una historia o suceso de la entonces pequeña ciudad, como La Cruz o Los Avilanes. Por ejemplo dos bancos y una zapatería se encargan de apagar esa pequeña luz que alguna vez iluminó las calles de La Candelaria, en lo que actualmente corresponde a la esquina de Candilito, arropada hoy por esos entes representantes del mundo globalizante. 

Esta suplantación de la referencia nominal de las esquinas por la publicidad de los comercios, afecta nuestra cohesión como sociedad. Hagamos una prueba y preguntémosle a cualquier persona ¿dónde queda alguna de estas esquinas? Podemos asegurar que, si acaso responde correctamente, no conoce la historia que está detrás de esos nombres, pero seguramente si sabrá donde queda el McDonald’s, el Wendy’s, Farmatodo, Banesco y ahora el Sambil, ya que esta sustitución no ha sido sólo nominal, sino de las referencias históricas, las costumbres y las formas de relación,  como bien lo llamará un periódico revolucionario de Mérida en una oportunidad “templos de la religión moderna en los cuales se adora al Dios Mercado y se fortalece el sistema capitalista.” 

Ya poco conversamos en las esquinas tomado café, ahora paseamos mudos, embelezados, pegados de los vidrios de las vitrinas de los comercios como “corronchos” de pecera, llenando nuestras pupilas de marcas de zapatos, celulares y perfumes.  

Cabe recordar que el sentimiento de unidad y de pertenencia de una población está determinado en gran parte por los elementos culturales e históricos en los cuales sus habitantes se reconocen a sí mismos y a los otros. Si mientras uno más conoce más ama, y si más ama más defiende, ¿cómo podría amar y defender una persona a una ciudad, parroquia o comunidad que no conoce o con la que no se identifica? Si lo que conoce y aprehende como referencias inmediatas de identificación no ha sido producto de su cultura, es decir, de ese “hacer forma” que se amasa en el vivir y el compartir del día a día. 

En la sustitución de símbolos se impone la “mano invisible” del pensamiento único que todo lo reduce al mercado, al valor de cambio como columna vertebral del sistema económico capitalista, ese mercado globalizado por las franquicias que se perpetúan en nuestras sociedades por medio de símbolos y referentes comerciales como única forma de relacionarse, como si el mercado fuera el “único agente de regulación social”. En los actuales momentos estos cambios de referentes no sólo regulan e imponen una forma de relacionarnos sino también el cómo ubicarnos y diferenciarnos, porque ya no sabremos distinguir si somos o estamos en Caracas o en New York, si en Lima o Madrid, si en Miami o Cancún. Reconocer las semejanzas y diferencias culturales entre una sociedad y otras es un proceso que nos conlleva a identificarnos y a respetarnos mutuamente. 

Como un ejemplo concreto en la parroquia Candelaria se produce una sustitución casi irrisoria: en la zona las panaderías están tendiendo a llamarse bakeries, y la gente de La Candelaria desconoce que en la esquina de La Cruz se realizaban velorios de Cruz de Mayo, y algunos ni siquiera saben qué es esto. El raegeeton, los pies de manzana, las hamburguesas y los croissants conforman los elementos referenciales del día a día del citadino. Y ahora no comerán en el restauran La Cita  ni mucho menos parrilla en la esquina de Miguelacho, sino hot dog en el “Tío Sam Vil”.

omareorozco@yahoo.es



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