En 40 años de burda "democracia", en el Este jamás se vio una protesta contra las injusticias

Varias urbanizaciones del Este de Caracas se forjaron a fuerza de grandes estafas y robos a la Nación, principalmente cuando se construyó El Cafetal, llamado El Adecal. Todos los adecos pesados se fueron a vivir al Este: Piñerúa, los Manzanilla, los negros como Canache Mata y altos dirigentes de la CTV, y todos hicieron mansiones descomunales, y en aquello sólo se oía el trinar de los pájaros, el dulce rumor de la gente comprando en los modernos centros comerciales, los suaves vientos entre el verdor de los parques, la paz más ensoñadora y romántica. Todo por allí en aquellos tiempos era agradable, hasta las agrias ventoleras que llegaban de Petare producto de las grandes quemas de la basura. Nunca llegó a sonar por allí una cacerola, ni siquiera el día del Caracazo. ¿Cómo?, coño!!!!!!! Nunca una marcha de mujeres enlutadas por la muerte de alguien, que se dieron muchas horrendas tragedias como por ejemplo cuando prospectos de manitas blancas de aquella época mataron al profesor Carlos Gauna. Nada de nada, que placidez, entonces todo era bello y alegre, noble y amable.

Ese día del Caracazo todos los adecos estaban aterrados, sacando sus cuentas para ver si les daba para irse de esta mierda de país. En situaciones como estas el país era una grandísima mierda. Y como los adecos son tan cobardes, en medio de aquella horrible tragedia dejaron solo a CAP. Después el partido lo expulsaría, y con locura se dedicaron a buscar a un sustituto, y lo encontraron en ese pobre mequetrefe del caudillo Alfaro Ucero. Ni por asomo entreveían lo que se les avecinaba. Nunca pensaron que iban a tener que ensuciar las manos de sus hijitos con esas pinturas blancas, teniendo que preparar bombas molotovs, teniendo que salir por las calles a repartir panfletos, en una angustia perenne contra un tirano negro y venido de los más bajos fondos de todos los muertos de hambre. "Ay nuestros niños lindos y bellos".

CAP creyó poseer recursos formidables en sofismas, con los cuales podía vivir engañando a todo el mundo durante el lapso (completo) de su período. Vino el 27 de febrero y pensó que sólo era una simple conmoción callejera, de las que tantas han venido ocurriendo desde 1958. Siguió la enorme abstención en la elección directa de gobernadores, y cuando se dirigía a depositar su voto (en medio de las protestas de los vecinos que le salían al paso), expresó que la gente lo vitoreaba desde los balcones porque era una forma de criticar a los partidos tradicionales, no a su gobierno ni mucho menos a la salida económica que estaba proponiendo.

Golpe tras golpe no lo sacaban de su tozudez, "de lo que bien que iba marchando su gobierno", "de la bondad de su política económica," de la benéfica influencia de su figura en las conflictivas áreas del continente".

Estaba profundamente seguro de su estrella aún en el mismísimo abismo de su tozudez inconmensurable; cuando las encuestas lo colocaban en el más penoso descrédito en el hemisferio, por toda respuesta decía: "sin partidos políticos no hay democracia", cuando unos meses antes había proclamado que la degradación de los partidos ponía en grave peligro el sistema.

Cuando las elecciones de diciembre de 1992, le mostraron el agónico estado de su partido, salió al paso de sus enemigos y aclaró: "Hemos conquistado un alto porcentaje de alcaldías. Nos hemos enfrentado solos al cuadro unificado de los demás partidos. Acción Democrática es el partido más fuerte de Venezuela".

Y era cierto: Acción Democrática aparecía como un partido fuerte porque contaba con un prostituido sistema electoral; contaba con una tradición de abusos y de engaños formidables; con un país envilecido por las injusticias, el caos y el destrozo de sus recursos, de su capital. He allí los verdaderos bastiones con los cuales ACCIÓN DEMOCRÁTICA contaba todavía para triunfar o permanecer con alguna representación importante en el escenario político nacional. Y esto lo sabe mejor que nadie CAP. Y en esto se resumía toda la gran esperanza Blanca.

La gente que iba a votar, y que lo hacía con la mayor despreocupación del mundo, iba como siempre, bajo la sombra del más cruel escepticismo.

Los que se imaginan que el 5 de diciembre de 1988, la Nación daría un giro hacia la estabilidad definitiva, se fueron de bruces. Venezuela, por desgracia, había llegado al límite de la angustia: saturado el pueblo de desengaños, colmados el vaso de todas las desdichas y desidias corrió por las calles enloquecido mostrando el peor rostro de su tormento. Éramos un pueblo supremamente acomplejado, disminuido moralmente, frustrado en cuantos esfuerzos había hecho por encontrar a un HOMBRE que realmente lo sacara de abajo.


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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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