El Notable Ibsen Martínez

En uno de sus últimos artículos, Ibsen Martínez afirma, sin pudor, que a él le toca entrar en la lista de los “Notables”... “aunque prefiero ser un venezolano de a pie”. Así dice la canción completa en un artículo titulado Cambalache Populista: “...que si alguien del directorio de notables de la proterva Internacional Antipopulista (IA) leyese estas notas, por favor, pónganme en la lista de correos, junto con Enrique Krauze y todos esos caballeros muy de tejas arriba que Abraham despacha con tanto desdén”.

Un notable, pues. En otras palabras, tan modesto es el Ibsen que, aunque prefiere ser un venezolano de a pie, se toma la molestia de responderle a Tomás Abraham en nombre de su condición de “Notable” que repulsa el gobierno. Se trata de un texto que examina con generalidades temerarias en manos de cualquier sociólogo serio, el fenómeno populista y neopopulista en América Latina. Luego de sus artículos a favor de Luis Giusti y la muy desmeritada meritocracia de PDVSA, o luego de mostrarse fotografiado literariamente con la alta gerencia venezolana, no sorprende que Ibsen vea con un desprecio clasista el imaginario popular que da vida a los complejos y apasionantes fenómenos que han tenido lugar en la historia de Argentina o en Venezuela. De hecho, el artículo solo se deja leer sin dificultades al final cuando le ajusta cuentas directamente al gobierno y le reclama, como cualquier líder de la coordinadora, que el país se hunde en la miseria, el desparpajo fiscal y la soberbia de nuestro chato presidente.

Un notable. Qué buena palabrita. Se puso de moda a finales de los ‘80 cuando se hablaba de “Reunir a Los Notables” para “sacar el país de la crisis moral”. Hasta “Un Gobierno de Notables” propuso Caldera, y una lista, no menos que fortuita, apareció de diferentes formas en diferentes medios y concilios por todas partes del país. Es que también eran tiempos de “La Generación de Relevo contra el Estado Omnipotente” que orgulloso vendía Marcel Granier en su propia empresa, Mercalibros; tiempos del Grupo Empresarial Santa Lucía; tiempos de victorias para las Asociaciones de Vecinos en las Clases Medias; tiempos en que Baruta y Chacao se convirtieron en protagonistas políticos e Irene Sáez fue la imagen televisiva del protogobierno hasta la campaña del ‘98. Eran tiempos de notables, porque eran los tiempos de surgimiento de una clase media económicamente poderosa, con muchas aunque vapororsas virtudes nacionalistas y que temía pavorosamente que un Estado gigantesco, dominado por AD y COPEI, se comiera sus intereses como un Triceraptor se come al moderno arqueólogo, en Jurassic Park. Eran tiempos de Santos Luzardo, pues, para las clases y sectores semi-ilustrados de Venezuela.

Pero, un notable ...

¿Cómo se come eso?

a)¿Sabrá a lo mismo que la Sociedad Civil?... Digamos que por definición es alguien que se nota por su propios atributos.

b)¿Acaso el presidente Bush no se nota por sus propios atributos?... Digamos que no, que debe ser por atributos propios, sabidamente positivos, virtuosos y, aún más, deben representar los valores trascendentes que nuestra sociedad no ha logrado alcanzar. Un notable no solo es un notorio.

c)¿Quiénes son los notables, qué ejemplos hay?... Arturo Uslar Pietri y Luis Beltrán Prieto Figueroa fueron dos notables por antonomasia. Dudo que haya discrepancias al respecto: Notoriedad, virtudes propias y trascendencia.

ch)¿Acaso Uslar Pietri no fue un producto mediático de su programa televisivo Valores Humanos, y los encartados de El Nacional?... Difícilmente los venezolanos creeríamos algo así, y sostengo que más bien los medios recibieron de vuelta el status que la figura de Uslar echaba sobre ellos. Las virtudes de Uslar le son propias. Por cierto, él era el mismo que decía, en desmedro de los candidatos a notables, que eran más peligrosos los “medio-cultos” que los “in-cultos”.

d)¿Y Chalbaud?... Ahí comienza el problema. Chalbaud es un notable, como ya lo es Luis Britto García, aunque dificulto que eso le guste a la coordinadora y a la mediática nacional. Veo más bien posible que la coordinadora santifique con sus medios a hombres como Zapata y a Juan Liscano.

¿E Ibsen?... Ah, bueno. Un “Notable”, dice él.

Aunque notorio escritor de dramáticos, algunos libros y articulista de fino vuelo en El Nacional, Ibsen deberá revisar si sus méritos aún son lo suficientemente propios como para sostenerse con sus propios pies. Quizás ya lo hizo, y es por eso que olvidó todos sus juramentos cuando, en las postrimerías del golpe, escribió aquel artículo en contra del silencio mediático, que El Nacional y los demás poderes económicos le impusieron al país a favor de la flameante dictadura de Carmona; en esa oportunidad, recordamos todos, declaró más nunca escribir en ese diario, tan cómplice del oprobio y la traición a la Democracia (¡Ah, periódico malhayo!) . Pero no le duraron muchas horas los ímpetus patriotas y, como si nada hubiera pasado, a la luz asombrada de enemigos y aliados, Ibsen reaparece con su columnota de El Nacional. ¿Y por qué vuelve el Ibsen a El Nacional? ¿Y el enhiesto nombre de la Patria? ¿No y que no? Claro, es que Ibsen sabe que, sin El Nacional, al año nos preguntaremos “¿Qué será de la vida de Ibsen Martínez?” y, al ritmo acelerado de las cosas que pasan en este país, en 6 años estaremos haciendo memoria, “ah si, cómo no.. no escribía mal aquel Ibsen”. Y desde ese ángulo, lamentablemente, es tan notable Ibsen como Viviana Gibelli: aún dependen del medio que les da vida.

Un notable no es el final del camino, no te preocupes Ibsen. Estamos viviendo tiempos de crecimiento de la cultura popular, de ensanchamiento del Espacio Público, multiplicación de actores políticos y culturales. El país ya no es el hato de Doña Bárbara sino un confluir de pasiones variopintas que darán frutos, si los odiados extremismos no nos atrapan. Un día ya no te aplaudirán porque cuentes solo la mitad interesada de una historia, como ahora haces en este artículo, y ese dia ya no habrá que buscar a los notables que conspiran contra el gobierno o contra la coordinadora democrática. Un día, sin aspavientos, los ciudadanos participarán en la justa medida de la realidad que viven.

Así debe ser, para que dejemos de existir por boca de nuestros, no menos respetables, amigos notables.


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Daniel Castro Aniyar


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