¿Águilas o gallinas?

Cuentan que una vez un montañista ascendió hasta lo más alto de un peligroso risco y allí encontró un nido de águila; tomó uno de los dos huevos que halló en él, e hizo que una gallina de su corral lo empollara. El aguilucho nació junto con los polluelos y creció con ellos creyendo que era uno más de la pollada. Inició su vida piando y llegó a adulto cacareando; nunca notó la diferencia con los que tomó por sus hermanos; tampoco ellos percibieron en él nada diferente: al fin y al cabo también escarbaba la tierra, comía insectos y semillas, y volaba a ras del piso, tal cual como ellos lo hacían.

Pasaron los años y el águila envejeció en aquel estrecho mundo delimitado por el corral; sus alas se atrofiaron, porque nunca fueron usadas para volar. Un día, al levantar los ojos al cielo, contempló extasiada a un ave maravillosa que sobrevolaba el corral; su aspec-to majestuoso imponía respeto, su estilo de vuelo parecía inimitable al dominar el aire con un ligero movimiento de sus poderosas alas; mas que volar, parecía deslizarse entre las co-rrientes.  “¡Que hermosa ave; ojalá pudiera volar como ella!” comentó a una gallina.  “¿Cómo se llama?” le preguntó.  “Es un águila, la reina del aire; pero ni lo pienses: ¡ja-más podrás volar como ella!” fue la respuesta de su amiga. ¡El águila del corral nunca pudo imaginar que había contemplado a su propia hermana!

¿Cuántas “águilas” ha formado como “gallinas” el sistema educativo venezolano, encerrándolas en el “corral de la mediocridad” que muchos profesionales equivocados de carrera han procurado mantener lo suficientemente cerrado como para evitar que alguno de los “polluelos” puestos a su cuidado remonten vuelo convertidos en “maravillosas águilas”? Es cierto que no toda la culpa es de nuestros educadores, y que un buen número de ellos, amantes de su profesión, se angustian ante la impotencia a la que el sistema los somete; pero también es verdad que una gran mayoría, atrapados en “la gran equivocación de su vida” no se han dado cuenta que el país que tenemos no es culpa sólo de las políticas equi-vocadas, sino de que nuestro sistema educativo no permite seleccionar, estimular, destacar y premiar “las águilas” que surgen, para crear la bandada con la cual levantará el vuelo nuestro país, hacia “un cielo de mayores realizaciones”.

Muchas veces levantamos los ojos al “cielo de la ciencia, la tecnología, el deporte y la cultura” en donde “planean” un gran número de países desarrollados, deseando “volar” como ellos, y no falta “la gallina” que pretende convencernos de que nunca podremos imi-tarlos porque hemos nacido para no levantar el vuelo más que algunos centímetros sobre la tierra. Y convencidos de “la verdad absoluta” que acabamos de oír, dejamos de aletear con la seguridad de que cualquier intento de remontar el vuelo terminará en una estrepitosa caída.

El verdadero delito de los gobiernos anteriores no ha sido el saqueo del erario, ni la entrega de nuestras riquezas naturales, ni la falta de desarrollo de nuestra industria; ha sido el robarnos la esperanza de ser mejores y el permitir que nuestro sistema educativo sea el resultado del asesoramiento de los “testaferros de la transculturización”, para beneficio de quienes les conviene que nos mantengamos en nuestra condición de atraso; no medido en función de otros, sino de nuestra propia capacidad.

El mayor mérito de los planes de becas para que nuestros jóvenes estudien en los países más desarrollados no ha sido el de permitirle que se formen en los últimos avances de la ciencia (porque no siempre redunda en beneficio directo para nuestro país: muchos de ellos terminan trabajando en áreas de investigación de las cuales estamos muy lejos de aplicar a corto plazo; o son aprovechados por el país en donde realizan los estudios, y en el que frecuentemente se quedan); el mayor mérito consiste en habernos permitido descubrir que no somos “gallinas”, que somos “águilas” capaces de elevarnos tan alto como queramos; que es falso que existan países, o continentes donde se nace inteligente y otros donde no podemos serlo, como han querido hacernos creer. Esos planes de becas han permitido que hayamos podido iniciar una nueva etapa para el reconocimiento de nuestros propios valo-res, dando así el paso más trascendental para el desarrollo como nación.

Muchas esperanzas se han cifrado en este proceso político cuyo fundamento consis-te en el reconocimiento de los derechos, valores y capacidad del pueblo venezolano; pero él no resolverá absolutamente nada si no cambiamos nuestra mentalidad; si no empezamos por “rescatar los aguiluchos” antes de que crezcan con la idea de que “son gallinas”, y ésta no es una tarea sólo del sistema educativo: ¡Es de todos, y debe empezar por el hogar! De-bemos recordarles diariamente a nuestros hijos del inmenso potencial que llevan por dentro; pero que deben esforzarse para desarrollarlo. Debe continuar en la escuela y seguir en todas las áreas.

Debemos estimular los que destaquen y premiar los mejores, en cualquier campo de actividad que surjan. Debemos dejar la mezquindad a un lado y reconocer que los hay me-jores que nosotros, sin que seamos peores que ellos. Debemos seguir los ejemplos que otros países hermanos nos dan. Debemos emular a ese glorioso pueblo cubano que continuamen-te demuestran ser un “nido de águilas” y no un “corral de gallinas”. Si ellos lo hicieron, nosotros también podemos lograrlo: con planificación, persistencia, estímulo, disciplina, ayuda, sacrificio y reconocimiento; ¡aun contra el cacareo de las gallinas que afirman que el golazo de Arango contra Australia no nos permite soñar con asistir al Mundial de Alemania a demostrar que aquí ha nacido una generación de águilas; pero que sólo remontarán el vuelo para advertirle al mundo sobre los peligros que lo acechan, y no para depredarlo!


luiserangel@hotmail.com


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Luis E. Rangel M.


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