La expropiación del Sambil y la revolución bolivariana

La decisión presidencial sobre una eventual expropiación del Centro Comercial Sambil en La Candelaria devela un problema estructural de la Revolución Bolivariana, pero también muestra la verdadera cara neoliberal de la oposición.

El Presidente de la República tiene razón. El Sambil de La Candelaria debe ser expropiado. De eso no debe haber la menor duda. El daño urbanístico y medioambiental que le hará a la parroquia La Candelaria será muchísimo mayor que frenar cualquier tipo de inversión económica.

Por ello, resulta preocupante escuchar y leer a los “revolucionarios” que están mas allá del bien y del mal, argumentar que es “demasiado tarde” para expropiar al Sambil, que “se ha invertido mucho” y que le “costará empleo” a los venezolanos.

¡No me jodan!

Como si ellos formaran parte de la junta directiva empresarial del Sambil (diría Marx), o si los Centros Comerciales fueran la única fuente de empleo en Venezuela.

Peor es la oposición, a quien parece que le hubieran tocado la madre, con la defensa acérrima que han hecho de los empresarios del Sambil, que hasta un referéndum han pedido a favor del ecocidio y la matanza urbanística que solían ejecutar sin miramientos en otras zonas del país, particularmente en los altos mirandinos, donde degollaron montañas para construir mas centros comerciales.

Esta defensa salvaje de la oposición por el capitalismo neoliberal debe llamar la atención, porque contradice de manera elocuente su predica a favor de las Misiones, y demuestra que no le faltarán escrúpulos para construir centros privados para la salud y la educación, la vialidad y la infraestructura, la banca y las finanzas, como hicieron en el pasado y seguirán intentando hacer en el futuro para el beneficio de unos pocos..

Esa es la verdadera cara de la oposición: neoliberal hasta los tuétanos.

Pero la decisión presidencial sobre una eventual expropiación del Sambil en La Candelaria también devela un problema estructural de la Revolución Bolivariana, que debe ser objeto de discusiones abiertas y sin complejos, a todo nivel.

La construcción del Sambil la debió haber sido autorizada años atrás por el Alcalde Bernal, un alcalde revolucionario.

¿Se consultó al habitante de La Candelaria como le corresponde a un alcalde revolucionario, o se impuso el interés capitalista ante cualquier otra consideración democrática, socialista y revolucionaria?

El Presidente de la República, Hugo Chávez, no es el Alcalde de Caracas ni de ninguna otra parroquia en Venezuela.

¿Debemos esperar a ver que dice el Presidente para saber que algo anda mal, o es deber revolucionario, particularmente del habitante de La Candelaria, hacer saber su inconformidad con el ecocidio y matanza urbanística que se desarrollaba ante sus ojos con la mirada impávida de la Alcaldía de Caracas?

¿Cuántos sambiles u otras aberraciones de concreto están asesinando actualmente la urbanidad, las zonas verdes, los espacios de esparcimiento, las canchas deportivas y centros culturales, entre otros, en todo el territorio nacional?

¿Tenemos que esperar a que Chávez se entere para poder reivindicar los derechos del pueblo?

El Sambil es apenas un ejemplo de una situación que también es extensiva a otros aspectos de la realidad socio-económica del país.

Allí están problemas como el de la basura y la inseguridad que nos costó la Gobernación de Miranda y la Alcaldía Mayor de Caracas, y que requieren soluciones menos improvisadas y que perduren en el tiempo.

La Revolución Bolivariana aun carece de una estructura dinámica y sistemática que le permita de manera ágil, oportuna y permanente, atacar los problemas que afronta la sociedad venezolana.

La Revolución Bolivariana necesita desarrollar estructuras ciertamente revolucionarias, y para ello necesita que sus cuadros, militantes y simpatizantes hagan de la práctica lo que se aboga de palabra.

En ello, el PSUV y los Consejos Comunales tienen una gran tarea por delante: por un lado luchar contra el sectarismo que muchas veces impide que las denuncias, quejas, procesos de autocrítica y revisiones, puedan encontrar su apropiado espacio de discusión dialéctica, y por la otra, desarrollar los mecanismos apropiados para que ese proceso pueda materializarse en resultados concretos y de esta manera avanzar de manera cohesionada.

Entre tanto, expropiemos al Sambil.





carrascoeugenio@yahoo.com



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Eugenio Carrasco


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