Acusa a la policía en el caso del estudiante Douglas

Vladimir Villegas cogió fuerzas para saltar y quedó guindando en la talanquera

NOTA: Ver réplica de Vladimir Villegas al presente artículo en: El chinazo de José Sant Roz

Bueno, nunca le he visto fuelle político a Vladimir, como tampoco a Mario su hermano. Debo confesar que su hermano Ernesto es mi amigo y excelente periodista, para mí, el mejor de los tres. Mario tuvo durante años la columna “Izquierda” en la revista “Auténtico”, pero sus trabajos eran muy anodinos y pobres de contenido; estaban bien escritos pero no decían absolutamente nada. En estos tiempos los he estado revisando y de allí no se puede encontrar algo que valga la pena: puros ripios.

Es un caso, el de Vladimir. En un rápido recorrido, sabemos que estuvo de secretario por el Congreso o en la Constituyente, después pasó por VTV y que luego no lo acompañó la suerte como embajador en México; más tarde cuando regresó apareció bastante gris en un Viceministerio de la Cancillería. Al parecer renunció para independizarse políticamente y dedicarse al periodismo “serio”, “imparcial” y “medular” de derecha. Ahora tiene programas por radio y televisión y tirando hacia lo exquisito de la gente “educada y formal”. Él no quiere desperdiciarse: No se pierde las fiestas a todo tren que se hace en “El Nacional” cada año, y en las fotos (en las que nunca queda bien), sale al lado de Bobolongo, de Ravell, de Ramón Escovar Salom, etc. Va cogiendo pedigrí, pues, porque hijo de gato no debe cazar ratón. En realidad, Vladimir, desde que se ha ido distanciándose de los chavistas, le ha cambiado la sonrisa, aparece embutido en ampulosos trajes, y claro, sus soberbios mostachos a la francesa lo delatan completamente. Sonríe, pero sus ojos quedan fríos, imperfectos, vagos, etéreos. ¿Por qué?

Con las amarras sueltas, Vlamidir se inventó un programa con Idania Chirinos en el que aparecían en la introducción, en un duelo de espaldas, moderno y chic, copiado de revistas rosas, como “Hola”, por ejemplo.

El otro día, enciendo el cajón, y ¡Oh!, ¡SORPRESA!: allí está Teodoro departiendo dulcemente con Vladimir (Teodoro, el que le dijo a su padre, ¡levántate Lázaro!). Aquel programa parecía una fiesta. De todo se reían. Teodoro y Vladimir, felices, de tú a tú, como si nada en el mundo hubiese pasado. Qué simpáticos todos, y Vladimir no encontraba qué hacer para halagar al viejo ex jefe del MAS, con chistes, “buenos modales”, bromitas subliminales y sonrisotas que se veían que eran más falsas que medio liso.

Teodoro todo un as con sus eternas babiecadas, con Vladimir se sentía como pez en el agua, en todas partes haciendo verónicas y tratando de recoger su larga y sucia capa. Si le preguntaban por qué se empató con Rafael Caldera, el reía, el sabía por dónde venían los tiros, él entendía por qué lo querían enfilar por allí, pero todavía no ha nacido el que lo encajone. Se revolcaba, saltaba, paladeaba el triunfo de saber aplastar como moscas a todo aquel que le menee el pasado, rematando: “YO SIGO SIENDO DE IZQUIERDA”. Claro, se trata de un sarcasmo y ambos se ríen, chancean, por lo que Vladimir puja por no abrir la boca, pero los mostachos se le alzan. Un programa que debería llamarse “PUCHEROS DE RISAS”. A fin de cuentas todos sabemos qué es lo que se celebra: la guasa de la política. Es tratar de mantenerse en la línea bella de lo correcto, de lo serio, de lo profundo y formal que exige la cartilla de los medios para que se pueda debutar en sociedad.

Pero lo que más me ha llamado la atención de Vladimir fue su último artículo en “El Nacional”, donde de frente sugiere que fue la policía la que le dio el “metrazo” a estudiante Douglas Rojas Jiménez. Titula el artículo: “El asesinato de Douglas Rojas”, y añade: “La muerte del estudiante Douglas Rojas, como consecuencia de un disparo que recibiera durante una manifestación realizada en Mérida, es de esos hechos que no sólo causan dolor sino también indignación.”

Ante todo señor Vladimir, Douglas no estaba en una manifestación, y lo hirieron dentro de la Facultad de Medicina, a una distancia bastante apreciable de donde se encontraban las fuerzas policiales. ¿Que lo impele a usted decir, así a boca de jarro que se encontraba en una manifestación? Me parece que le está atacndo el mismo síndrome que corroe actualmente a Lina Ron, y mucho cuidado.

De pronto Vladimir prácticamente dice que el gobierno de Chávez se desenvuelve como los de la IV República, cuando expresa: “No es la primera vez que un estudiante muere como consecuencia de armas de fuego "aliñadas" con guáimaros o metras, y que tienen efectos tan o más letales que una bala. En mis manos no existen pruebas que me permitan afirmar cien por ciento que la metra disparada contra ese infortunado estudiante merideño salió de un arma policial. Pero sí puedo decir que recuerdo numerosos casos de estudiantes muertos en similares circunstancias. Y, salvo prueba en contrario, los funcionarios policiales presentes en los hechos son los primeros sospechosos. Al momento de escribir estas líneas se anunciaba que el Cicpc ordenó el allanamiento de la sede de la Policía de Mérida para proseguir las investigaciones. Ojalá aparezca el culpable, sea quien sea, y se le someta a juicio para que pague por lo que hizo. Y ojalá que no se le dé continuidad a una espiral de violencia que sólo puede generar una nueva tragedia. Los estudiantes tienen derecho a movilizarse, y deben estar vigilantes para que ningún aprovechado pretenda manipular demagógicamente sus acciones de calle, y sus protestas. Pero de lo ocurrido se desprende una reflexión.”

Pero he aquí lo peor: “Si, como parece, la metra que le segó la vida a Douglas Rojas fue disparada por un funcionario policial, entonces eso indica que se trata de una acción criminal premeditada, ejecutada con la mayor mala intención que se pueda imaginar por alguien que debe velar por el cumplimiento de la ley. Y un cuerpo policial no puede tener ni funcionarios que actúen de esa forma ni jefes que les estimulen o les premien esa conducta, heredada de los códigos policiales no escritos que se aplicó en el pasado contra las protestas de estudiantes. En este caso no sólo debería ser enjuiciado el autor material sino también habría que determinar las responsabilidades de los superiores que están obligados a velar por el apego de la institución y sus miembros a la Ley y al Estado de Derecho.”

Para mí está clarísimo que Vladimir ya saltó la talanquera; que no lo hizo como Ramón Martínez o Ismael García, o el mismo Baduel, ciertamente. Pero de que la saltó la saltó, y en eso debemos estar claro.

Lástima.



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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

 jsantroz@gmail.com      @jsantroz

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