Escuálidos frustrados queman bandera de Brasil

Los oposicionistas fanáticos, mejor conocidos como escuálidos, proyectan su odio contra Chávez a cualquier objeto, acción, obra y otros que relacionen con el Presidente. Llegan al punto de ponerse en contra del país, alimentados por el odio hacia el Comandante Chávez. Si el Rey de España, a quien adora como suyo, manda a callar al Presidente, ellos se ponen del lado del Rey, celebran el hecho y mandan a hacer franelas con la expresión “Por qué no te callas”. Si Uribe dice que tiene en manos unas computadoras que recuperaron después de un bombardeo y que en ellas hay información que compromete a Chávez, sin pestañear y sin poner en duda que una computadora sobreviva intacta tan certero ataque, se ponen a gritar a favor del Presidente de Colombia y a pedir la cabeza de Chávez frita en aceite. Así es nuestra oposición. Su odio personal hacia el Presidente no les permite valorar sus acciones, no les permite distinguir entre el país y su Gobierno. Para ellos estar en contra del Gobierno es estar en contra del país. Su enfermedad es grave.

Pero el colmo del oposicionismo, el colmo de ese odio enfermizo se manifestó este fin de semana. El escenario era perfecto para manifestar su repudio al Dictador, al sátrapa de Barinas. Un juego de fútbol entre Brasil en Venezuela que se realizaría en el Estadio Gillette de Foxboro en la ciudad de Chicago. Se estima que en las tribunas había 54.500 fanáticos brasileños y unos 500 venezolanos. Los escuálidos soñaban con una humillación de la vinotinto en suelo estadounidense. Que placer les produciría que Brasil goleara 15 a 0 a Venezuela en el territorio de su adorado Bush. Prepararon las banderas brasileñas, se fueron para los bares de Las Mercedes a ver la derrota en pantalla gigante. Los machitos, las samurais, los yaris y otros carros adorados por la juventud hacían dobles filas frente a lo sitios más visitados. Unos cuantos se encargaban de pintar consignas en las ventanas de los vehículos alusivas al penta campeón. Viva Brasil. Brasil, I Love You. Dame un hijo ____ (complete usted el espacio en blanco con futbolista brasileño de su preferencia) y así sucesivamente. Las caras pintadas de verde y amarillo, bailando ritmo de samba y bebiendo caipiriña, esperando el pitazo inicial para ser testigos de la humillación de la vinotinto. Sonó el silbato, gritaron eufóricos: Brasil, Brasil, Brasil. Comenzó el juego. Se comían las uñas, se jalaban los pelos, no podía creer que el equipo de Brasil no se impusiera como único dueño del terreno.

El primer golpe a las aspiraciones escuálidas llegó en el minuto seis, cuando Giancarlo Maldonado perforó la arquería brasileña y puso el juego 1 a 0. En 17 oportunidades no habíamos podido derrotar a Brasil en el campo de fútbol. La estocada la recibieron cuando Ronald Vargas, en una jugada espectacular, anoto el segundo gol. Todos gritaron: Oh! Oh! No podían creerlo, Venezuela 2, Brasil 0. “Maldito Lula”, gritó uno, “Coño, la chequera de Chávez compra toa vaina”. Seguían en vilo, esperaban que Brasil despertara y revirtiera el marcador. Pero no llegaba la “explosión” brasileña. Se acababa el tiempo y las estrellas brasileñas no relucían. Se acercaba el final, comenzaron a llorar, se abrazaban consolándose unos con otros, unas a otras, otros con unas, unas con unas y así sucesivamente. “Marica, creo que perdimos”, le dijo María Inés a Rosa Elena. Anunciaron una prórroga de tres minutos. Se acabó toda esperanza, Brasil estaba siendo derrotado por unos jugadores de franela vinotinto que del odio veían roja. “Que mierda”, “Que bolas”, “Inútiles” vociferaban a la gran pantalla, ese resultado Venezuela 2-Brasil 0, les atormentaba. Sonó el pitazo final, ya no tenían fuerzas para gritar, la frustración se apoderó de ellos y ellas. Una vez en la calle, confundidos, no sabían que hacer, todavía no podían creerlo. Uno de los fanáticos del Brasil salió corriendo con una gran bandera de ese país, la tiró al contra el asfalto, la pisoteó y luego la quemó.

Por primera vez le ganamos a la oncena verde amarilla. Pero eso a los escuálidos no les gusta, porque fue en tiempos de este Gobierno que tal hazaña sucedió. El Gobierno Bolivariano tiene muy poco que ver con ese triunfo de manera directa. Ese triunfo se debe al esfuerzo de años, a la perseverancia, a la creencia en que podemos desarrollar un fútbol de altura, claro que el Gobierno lo ha estimulado con su política de estímulo y apoyo directo a todos los deportes. Los logros están a la vista. Pero el odio no los deja ver, el odio ciego los pone contra el país y sus triunfos.



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Julio Mosquera


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