El Pantano de Vargas


Ignoro si existen dos personas que dicen ser Mario Vargas Llosa, el famoso y exquisito escritor. Lo que sé a ciencia cierta es que hay uno peruano, autor de novelas fabulosas como La ciudad y los perros, Napoleón y las visitadoras o La tía Julia y el escribidor.

Ese Vargas Llosa funge como individuo progresista, dedicado en una época a cantar las alabanzas de Gabriel García Márquez y su novela Cien años de soledad, en lo cual coincidimos, pues la imaginación del Gabo, unida a su calidad narrativa, son dignas de todo encomio. Además, en opinión de muchos, se trata de la novela más importante de la lengua castellana después del Quijote. Si no me equivoco, aquel Vargas Llosa también era enemigo de las dictaduras.

El otro Mario Vargas Llosa es un intelectual que adoptó la nacionalidad española en un pésimo momento, cuando la derecha más recalcitrante de aquel país tomó el poder, resucitando las mañas adquiridas durante la férrea tiranía del Generalísimo Francisco Franco y Bahamonde. Hay quienes piensan que lo hizo por despecho, tras ser candidato a la presidencia del Perú y obtener una nutrida votación, que, no obstante, no le bastó para ganar ya que el APRA se alió con Fujimori.

Como quiera que sea, este Vargas Llosa, el súbdito del rey Juan Carlos, se ha dedicado últimamente a pregonar conceptos desconsiderados sobre el Presidente Hugo Chávez, lo que demuestra mucha inquina, pero poca información actualizada.

El intelectual español de origen peruano como base de sus criticas tilda al mandatario venezolano de autoritario.

Esto me confunde un tris pues yo suponía que si algo admira Vargas Llosa es un gobernante enérgico, que aplique la ley e imponga el orden sin andar con titubeos. Algo así como hace Aznar con los miembros y simpatizantes de ETA.

Lamentablemente en lo del autoritarismo se equivocó con Chávez. Por menos de lo que le espetan las radios y televisoras criollas, en otro país impondrían multas o retiros de licencias a las estaciones.

Aquí, en cambio, todavía estamos esperando que entre los militares participantes en el golpe de Estado alguno sea acusado aunque sea de indisciplina o por no obedecer a su comandante en jefe y lo sentencien a la cárcel.

En cuanto a Vargas Llosa, si se salió del pantano de la política peruana ¿por qué se mete ahora en las vainas de Venezuela?


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Augusto Hernández / Ultimas Noticias


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