El estado de Florida versus América Latina

Si por un momento usted piensa en el hecho que el presidente de los EEUU, George W. Bush, está en el poder porque un sector electoral latino, específicamente de ascendencia cubana, radicado en el estado de Florida, lo apoyó turbiamente, con aquello de los delegados y la trampa en el momento del escrutinio; usted fácilmente puede llegar a la conclusión que el universo electoral de dicho estado reviste una desmesurada importancia a la hora de sumar puntos durante una campaña presidencial.

Para decirlo de otro modo: probablemente no haya otro estado en los EEUU cuyo apoyo en bloque a determinado candidato no se condicione con la implementación de específicas políticas de satisfacción local, como el atornillamiento del cerco político económico a la isla de Cuba para darle reintegro al anticastrismo electoral, ya tradicional; o como el nuevo accionar contra otro objetivo, Venezuela, cuyo petitorio nace de la ilustre fundación de la también nueva cofradía política del estado floral: la cubano-venezolana, cuya visión de mundo devino en estrecharse y hacerse única en virtud de la necesidad de luchar contra el fantasma del comunismo latinoamericano, anacrónica propuesta ideológica del antiprogreso a ser combatida con el derrocamiento y muerte de sus principales promotores, Hugo Chávez y Fidel Castro, cual si viviéramos aún en los años de la Guerra Fría, por decir menos.

Es decir, un vulgar chantaje. Tu me das lo que yo quiero o si no, no... Tanto así que durante las campañas presidenciales los candidatos se cuidan de no incurrir en insinuar siquiera el tendido de puentes hacia esos dos monstruos latinoamericanos de la política mundial: bajarían inmediatamente en la intención de voto, perdiendo sus ansiados delegados, por lo visto claves en los últimos resultados de elecciones presidenciales en los EEUU. Se tiene, pues, que el estado Florida pesa signficativamente sobre los candidatos y sus promesas, y, aun más allá, sobre los presidentes ya electos, en el momento en que implementan su plan de gobierno y su política exterior respecto de Latinoamérica. Su petitorio de asesinar y derrocar dirigentes regionales contrarios a sus intereses (Cuba, Venezuela, otros), es, prácticamente, una política oficial departamental.

Poseen los recursos políticos, económicos y hasta paramilitares para ejercer su presión, como si se tratara Florida de un estado dentro de otro, con una especie de autonomía federal robada un gran día -¡al imperio!- por unos contrarrevolucionarios arribistas y más tarde fortalecida por la aparición repentina de unos políticos golpistas, prófugos de la justicia, cubanos y venezolanos, respectivamente. Los políticos de ascendencia cubana, por ejemplo, con presencia deliberante en el Congreso de los EEUU, dado el tiempo que ya promedian en el país, viven del esfuerzo de bloquear sistemáticamente la posibilidad del restablecimiento de las relaciones tolerantes entre los dos países. Si Cuba no es de ellos, no es de nadie, habría que repetir con ellos. Así como viven y vivieron otros muchos tenebrosos personajes, como los Mas Canosa, los Bosh y los Posada Carriles, trabajando contra su propia patria para el gobierno agresor de los EEUU, y como hacen hoy los venezolanos prófugos, invocado el aparataje bélico e invasor de la política imperial para el sabotaje y el terrorismo de Estado, del estado de Florida y del Estado del gobierno norteamericano, que es lo mismo, según ambas entidades se obligan y se identifican entre sí mismas.

Como si dijéramos que la política norteamericana respecto de América Latina pareciera estar filtrada en el cedazo de los humores recalcitrantes del emporio cubano en el estado de Florida, transida por el desprecio político de la interlocución válida, tal como prescribe el conocido paradigma de "patio trasero", cuando no el olvido y la insignificancia, o cuando no el sabotaje, la operación encubierta, el espionaje, el golpismo y terrorismo oficiales. Naturalmente, nada más ridículo que insinuar que la política imperialista de los EEUU respecto de esto lares se deba a la agenda contranacionalista de los cubanos en Miami: esa es una constitución genética que caracteriza al engendro capitalista de los EEUU. Nada más ingenuo, ¡pero como pesa el estado de Florida en la definición de los criterios de tratamiento político para este continente! Y para quien no haya oído el dicho popular que se me viene a las mientes respecto de la traviesa conchupancia de estos dos estados, uno dentro del otro, se los dejo, sin abundar con más palabras: "El muchacho que llora y la madre que lo pellizca".

En fin, dígase que tanto rumiar político y tanto espectro del exilio caminando por sus calles, han hecho del susodicho estado una suerte de escuela de donde emana la enseñanza del hábito y de los mecanismos para la presión política, definidamente hacia el asesinato, la violencia y la trasgresión soberana. Nombrar a Otto Reich, Ileana Ros-Lehtinen u Orlando Bosch, por mencionar un trío, constituye un acto de abundamiento escatológico respecto de la pila modélica donde se ha cultivado el específico gentilicio político de un componente poblacional que se ha hecho influyente y determinante en demasía.

Cuando la congresista norteamericana por Florida en 2003 declara para el cineasta británico Dollan Cannell que "El día que muera Fidel será de celebración , quiero que desaparezca... Si alguien lo hiciera (lo asesinara) o lo derrocara, no lloraría una lágrima, quiero verlo a 6 pies bajo tierra" (1) no hace más que dar fe del específico pasto dialéctico que ambienta la política de su estado y que permite labrarse una carrera política con seguridad exitosa. Demás está decir que luchó para lograr el indulto de los terroristas Bosch y Posada Carriles, rayando en el lugar común de izar las consuetudinarias banderas de la política local

Otro que declara 'Hay dos países que nos causan preocupación en América Latina, uno es Cuba y el otro es Venezuela y Estados Unidos va a seguir con suma atención […]" es el cubano-estadounidense Otto Reich, nacido en Cuba en 1945, educado en Carolina del Norte, pero profundamente consustanciado con las actividades anticastristas del estado de las flores (2). Es un penitente agente de derrocamientos para el continente, con calado más profundo en el aparato oficial del gobierno norteamericano.

De forma, caballero lector, que si a usted no le parece que el estado de Florida posee una cultura política cansonamente monocorde que desde sus bases electorales es utilizada para chantajear al imperio en su agenda de agresión para con América Latina, es porque todavía falta comentar el capítulo Venezuela. En un principio fue Cuba, la semilla contrarrevolucionaria que floreció en el estado de Florida –valga el juego de palabras-, creando el armazón dialéctico para entubar el combate contra el brote nacionalista y soberano de la isla; pero con el tiempo el furor local y específico se generalizó como política de estado contra la América Latina toda. Hasta el punto que Otto Reich (de gran relación con el estado) e Ileana-Ros no son penitentes golpistas dedicados a Cuba sola: su campo de acción es el continente suramericano total como paradigma colonizado. De modo que hay que decir que el estado de Florida evoluciona abriéndose hacia un discurso político más universalmente conspirador e interventor, como hemos ingenuamente insinuado desde el principio.

Y nada tiene de raro que albergue a infractores políticos de todo tipo procedentes del "patio trasero". Golpistas, terroristas, asesinos, genocidas, palangristas... Por ejemplo, los venezolanos prófugos a raíz del capítulo político de Hugo Chávez actualmente intentan fundar su "pequeña Venecia" en el estado, no teniendo nada de extraño que en breve, dado la onda de cambios que vive el continente, enfrentado al estigma colonizador del imperio, el estado de Florida se empiece a llenar de la escoria infractora procedentes desde los otros países tambien , háblese de Ecuador, Bolivia, Nicaragua y hasta Argentina, donde hace día apenas la ultraderecha intentó afinar una especie de golpe económico con cabeza imperial tras las espaldas. De esta suerte, sería la entidad el crisol de las anticulturas, especie de raza cósmica latinoamericana, aérea, sin raíz en la tierra, tierra propia o conocida, evocadoramente recordada.

Hace ya un rato largo que la franquicia venezolana en Miami confundió su petitorio antichavista con el local del estado, el anticastrista, esforzándose por hacer de su discurso antichavista una política de estado con rango de chantaje más universal. Aunque es una huelga del discurso, que no puede abundar más semáticamente donde las cosas se desbordan. Harto es sabido que el gobierno de los EEUU, dado su trauma energético, no requiere ser azuzado con gran tesón contra Venezuela, propuesto como está de defenestrar a su presidente constitucional. Y resulta curioso, aunque no sorprendente, pillar como los locales mayameros venezolanos observan en sus vuelos lingüísticos los mismos giros semánticos que parecen ser condición sine qua non del estilo político de Florida: un actor golpista por ahí, de esos de la primera camada prófuga, hizo pública apología de la muerte de Hugo Chávez, recomendando el uso de armas con mirilla telescópica para eliminarlo.

De manera que al sol de hoy dos son los objetos por separado de la política de ataque del estado de Florida, Hugo Chávez y Fidel Castro, pero uno sólo el paquete golpista. Cubanos y venezolanos ya no hacen distingos a la hora de expresar sus deseos de muerte, y ya entre ellos mismos no parecen diferenciarse. El esquema primero antifidelista, evolucionado hoy a antichavista, se ha trascendido a sí mismo y ha devenido en ser el "esquema", la "política", el propósito", con visos de esquela oficial contra América Latina dentro del aparato de Estado estadounidense, abierto a futuro a la incorporación de otros gentilicios cipayos y contranacionalistas. La última expresión de la singular naturaleza cósmica del estado de Florida, con su política del exilio, fue la perpetrada por su legislador Connie Mack, cuando intentó acorralar en Washington al Secretario General de la OEA, José Miguel Insulza, para que declarase al presidente venezolano como aliado de grupos guerrilleros o terroristas (10 abr 2008).

Es, en fin, el estado de Florida y su política del exilio, adoptada oficialmente de manera accidental, pero quizás con la psíquica remembranza de un histórico pasado autonomista, español, cubano y hasta republicano (aunque fugazmente), hoy en uso como base de la disidencia política suramericana. Un estado de la Unión americana con una específica y sentida psicología de la individualidad, que hace la diferencia con los otros estados y que lo retrata como el estado latino anglosajón de los EEUU cabeza de playa contra la América martiana o bolivariana.

Referencias:
(1) Tomado de Emilio Palavicini: "Verdades de Apure" en Las Verdades de Miguel. - (2.008) abr 4-10; p. 21.

(2) Para más detalles, vea Ernesto Carmona: "¿Quién es Otto Reich" en Rebelión [en línea] 24 mar 2004. Págs.: 10 pantallas. - http://www.rebelion.org/cuba/040329carmona.htm. - (Consulta: 12 abr de 2008)

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Oscar Camero Lezama

Escritor e investigador. Estudió Literatura en la UCV. Activista de izquierda. Apasionado por la filosofía, fotografía, viajes, ciudad, salud, música llanera y la investigación documental.

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