Especial para el diario VEA

Los “entretelones” de un gran teatro

No podía ser de otra manera, bastó que se anunciara un cambio en la Junta Directiva del Complejo Cultural “Teresa Carreño”, para que voces agoreras comenzaran a gemir. Por lo que nada tiene de raro toparse con titulares de este tenor: “Nuevos directivos del TTC son todos del oficialismo”

Y no deja de sorprenderme esta forma de pensar, puesto que después de casi cinco años con Chávez en la Presidencia; tras siete procesos electorales, en los que la oposición salió archí derrotada; tras un golpe de Estado que fue desbaratado gracias a la voluntad de un pueblo comprometido con un proyecto político y además fiel a su líder; tras un intento de desestabilizar la economía del país, al que el pueblo respondió una vez más cerrando filas en torno al Presidente, y aguantando sin chistar las penurias que les hicieron padecer los conspiradores; no creo que todavía haya alguien que dude que quien manda en este país es el Chavismo. Entonces qué de raro habrá de tener que la Junta Directiva de un ente cultural se integre con gente que pertenece al oficialismo, y que por ello está en capacidad de comprender y poner en marcha las políticas que se vienen diseñando en materia cultural.

Repugna, y de que manera, el discurso utilizado para descalificar a quienes tienen la responsabilidad de gerenciar ese centro cultural, puesto que es un discurso estructurado para impedir, a como dé lugar, que se adelante cualquier cambio en el ámbito cultural.

Entonces no es raro que se le eche en cara al actual Presidente del Complejo Cultural Teresa Carreño que “suena a retórica hueca la letanía sobre abrir el teatro a los excluidos. ¿Cómo piensa usted lograr que ese 80 % de venezolanos que se acuestan hoy sin saber si van a comer mañana aparten 50 mil bolívares de su presupuesto de actividades de ocio y tiempo libre para comprar los boletos subsidiados, por ejemplo, de Olga Tañón?

Y es que hoy se preocupan por un 80% de venezolanos que se acuestan sin saber si habrán de comer al día siguiente. Antes les tenía sin cuidado. Ignorando, no faltaba más, que ese porcentaje ha disminuido sustancialmente tras 4 años de una efectiva acción de Gobierno. Pero tanto ayer como hoy, bien difícil es que alguien pueda apartar 50 mil bolívares para ir al teatro, pero no solamente los que no tienen con que comer, ya que conozco a infinidad de profesionales que no podemos darnos ese lujo, puesto que por muy subsidiado que esté un espectáculo el costo de la entrada debe, en la mayoría de los casos, multiplicarse por dos, a no ser que no se tenga pareja. Y de referirnos a excluidos, no es descabellado afirmar que ellos no son el 80% de la población, sino el 99%. Puesto que un 1%, cuantitativamente significa doscientas cuarenta mil personas. Y ese 1% representa cuatro veces más personas de las que podrían asistir al Teresa Carreño, si la Sala Ríos Reyna funcionara los treinta días del mes. O lo que es lo mismo, sería el número de personas que pudieran acceder a ella durante cuatro meses, en el supuesto de que el teatro trabajara de lunes a lunes.

Y allí es donde está el meollo del asunto. Puesto que no más de doscientas cincuenta mil personas durante años han sido las beneficiarias de las políticas “culturales” del Estado. Y tal como lo afirmara hace dos años en una conferencia, en los últimos 25 años el Estado ha invertido cientos de miles de millones de bolívares en la cultura. ¿Para qué? ¿En beneficio de quiénes?... ¿de ese uno por ciento al que ya me he referido? . Una exposición como esta, así como cualquier otra exposición, no tendrá sentido si queda circunscrita a un reducido grupo. Lo que se invierta en ella o en ellas será un despilfarro de recursos económicos y humanos.

Una exposición tendrá sentido sólo cuando trascienda del círculo de los iniciados, por no decir de los “iluminados”.

Tendrá sentido cuando en torno a ella se propicien debates, foros, conferencias; pero no únicamente en el marco físico del lugar en la que se presenta. En la televisión, en la radio. Que trascienda el marco impreso, y por ende limitante, del catálogo.

Tendrá sentido cuando recorra el país, y en su recorrido vaya generando inquietudes, emociones, preguntas y reflexiones.

Tendrá sentido cuando ella llegue a estudiantes de escuela y liceos. Cuando quienes hoy se inhiben de entrar a un museo, porque como me lo han dicho lo que allí se muestra no lo comprenden, tengan acceso a él y reciban orientación y explicación comprensible.

Tenemos que comprender, de una vez por todas, que una persona puede vivir toda su vida sin saber a lo que sabe el caviar; pero no puede pasar un día entero sin tomar un vaso de agua.

Eso es lo que ha sucedido hasta hoy con la cultura en Venezuela. La inmensa mayoría puede vivir sin degustarla. Hay que revertir esta situación y que la cultura se convierta en un vaso de agua del que no se puede prescindir.

Y como estos son tiempos de cambio, vamos pues a aprovecharlos. Y nada mejor para ello que el Complejo Cultural Teresa Carreño, sea el barco insignia de la cultura venezolana.

Por lo cual en él debería tener su sede una compañía de danzas venezolanas, la que no existe. Una orquesta sinfónica orientada hacia la música popular venezolana. Una escuela de teatro, una de títeres, y ser así mismo un laboratorio en el que se fueran probando y decantando nuevas propuestas en materia de artes escénicas.

Pero así mismo ser la sede de una escuela de formación de técnicos en sonido, en iluminación, en carpintería, en escenografía, en electricidad, en vestuarios, en guías de sala. En fin una escuela en la que se formen jóvenes que después habrán de ocuparse de darle vida a los demás teatros de la capital y de las demás ciudades del interior de la República.

Pero eso no lo entienden quienes se precian de ser los “Meritocráticos” del Teresa Carreño, los mismos que se conduelen porque la “chusma” haya comenzado a sentarse en asientos reservados, según ellos, para más finos traseros.

Y es que son, como castizamente lo afirma Francisco Umbral, para mear y no soltar gota.

Caracas, 30 de octubre de 2003





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Juan Vicente Gómez Gómez


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