El Destete

El niño escuchó con atención las explicaciones que dio el dirigente empresarial para justificar las razones del desabastecimiento de leche en polvo en todo el país.

Sin embargo, el niño no logró entender nada cuando el representante del sector privado se refirió a que la “falta de productos lácteos es un problema estructural y multifactorial, que genera distorsiones paralizantes y la especulación en la venta de la divisa permuta”.

Sus padres, también confundidos ante las frases rebuscadas del comerciante, tampoco lograron aclarar sus grandes interrogantes sobre la crisis de la escasez del rubro lácteo en Venezuela.

-Estoy fregao -dijo el chiquillo en voz baja y desanimada.

En avalancha, como las aguas levantiscas de un tsunami, en su mente se arremolinaron más preocupaciones de las que un niño de su corta edad puede soportar.

Esa noche el chiquillo se acostó con un insoportable desespero en el estómago. Trató de conciliar el sueño con la ofuscación provocada por las palabras del dirigente empresarial, pero su esfuerzo resultó inútil y precario. Entrando la madrugada, el pequeño se convenció que ambas cosas no cabían en su colchoneta percudida por la privación y la necesidad.

En la mañana -con los ojos trasnochados y una terrible crepitación en la cavidad del estómago- tomó la determinación más importante que habría de asumir en su corta vida: viajar de manera urgente a la Isla de Margarita. Quiso hacerlo en la cresta de una ola, pero se persuadió que más rápido era viajar en un avión. Por lo tanto, se dirigió al aeropuerto más cercano.

En el terminal aéreo, impulsado por la valiente gana de vivir, el niño se montó de polizón en la primera aeronave que se dirigía a Porlamar. Al llegar a la isla de Margarita, soportando codazos y los empujones de los turistas, miró extasiado los cerros gemelos que se levantaban generosos ante sus inocentes ojos.

Boquiabierto ante el monumento natural, apreció con mayor intensidad la exasperación de su estómago. Caminó un largo trecho hacia los cerros gemelos. Sintió que las piernas le fallaban y su cuerpecito famélico se agotaba cada vez más en el ascenso. Hasta que el cansancio, el vacío del estómago y las palabras imprecisas e inhumanas del dirigente empresarial, terminaron por arrancarle el último aliento de su vida. Fatalmente, el sueño del niño se quedó en la mitad del cerro.

La nota de prensa fue sucinta y dura: “Un niño de cinco años de edad, aproximadamente, fue encontrado muerto en el cerro Las Tetas de María Guevara. El infante llevaba en el bolsillo del pantalón un recorte de periódico que recogía las declaraciones interesadas de un dirigente empresarial que informó sobre las supuestas razones de la escasez de leche en polvo en el mercado venezolano. Al lado del cuerpo sin vida del niño, se encontró un balde vacío”.


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Vidal Chávez López


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