No hay peor cuña que la del mismo palo

Golpe envolvente

La desidia sigue inalterada; los invito a ir por las calles con los sentidos abiertos. Si es por el centro de Caracas, vayan al Centro Simón Bolívar y observen el deterioro intacto: de las barandas relucientes no queda nada ¡Ni las barandas! Los ríos de orine aromatizan todo el entorno. Todo está marcado con la impronta de una restauración que no termina nunca, mientras la suciedad lo colma todo de una asquerosidad ejemplar. Si a alguna ciudad del mundo deberíamos enviarle un catálogo del abismo en el que podrían caer sus monumentos y edificios emblemáticos, lo haríamos con las fotos de la propia Caracas. Mientras tanto nada cambia, la basura, los mendigos durmiendo a pocos metros de las puertas del CNE, precisamente uno de los organismos que nos hace ser tan iguales a los ciudadanos de este país.

En otros casos ocurren cosas harto inexplicables, por ejemplo: para el sábado pasado se programó en Vargas un Megamercado en Maiquetía, esto es a la altura del Mercado Pesquero, pues bien, lo cierto es que esa era la información que manejaba la gente y con esa información se levantaron, ese sábado a las 4:30 de la madrugada, para hacerse de un buen puesto en la cola donde se suponía venderían los perniles, tan deseados por estos días. ¡Oh sorpresa! Al llegar al lugar las personas eran informadas por “algunos lugareños”, que el mentado mercado había sido trasladado para Naiguatá, pero nos notifican desde esa población que no hubo perniles…

Ahora bien, ese sábado que nombro se cumplían 8 años de la tragedia de Vargas, que dejó un saldo de más de 30.000 muertos, y ni hablar de los sobrevivientes que hubieron de vivir las penurias de la ausencia de sus familiares, vecinos y amigos, de los recuerdos cruentos de esos días terribles, de los traumas y el destierro hacia lugares tan alejados de su terruño. Pues, aunque sabemos que nada consuela esos dolores, las instituciones cayeron en un mutismo tan parecido a la desidia inalterada de la que hablamos al inicio de estas palabras… Para Vargas y sus víctimas no hay consuelo – ni de las autoridades.

Lo que si supimos es que por la zona de Catia La Mar, diligentes carniceros de establecimientos privados abrieron los empaques al vacío de la carne importada para Mercal y así, sin más ni más reempacarla en bandejas de anime para venderla en sus neveras como Punta Trasera. En cambio el exitoso Mercalito que durante varias semanas se efectuó en el Callejón Vargas de la zona de El Respiro no se llevó a cabo “por falta de mercancía”, tal como comentaron los encargados – Se los digo: No hay consuelo.

Lo de la carne y los comercios privados bien vale una buena investigación, para ver algún resultado, porque de nada sirve que la comunidad haga las denuncias por medios públicos, como este, y que la inacción siga igualita – cuando eso pasa con tanta frecuencia, por mi pueblo lo llamamos complicidad.

De la basura, sólo podemos decir que con eso también los escuálidos nos están ganando la batalla y por paliza: nuevamente les invito muy cordialmente a que se den un paseíto por el oeste de Vargas, por allí los montones son un primor. Con lo único que han conseguido deleitarnos nuestros “dirigentes” es con la reproducción del paisaje de acumulación de desechos sólidos como el de hace ocho años atrás.

En nuestro pueblo de negros hay noticias sorprendentes, comentan las comunidades que hasta contamos con instituciones étnicamente puras: arios suizos las pueblan y su hermetismo racial ya es proverbial, tanto como la exuberante pléyade de importados con que los jefes de las instituciones llenan sus cargos más allegados. Para colmo, al parecer somos un pueblo de descerebrados, entre nosotros no hay quien nos dirija, siempre son de otras regiones ¿Será que prevalece aquella mentalidad de la colonia que rezaba que ni indios ni negros jamás alcanzaban la mayoría de edad como para mandarse a si mismos?

En los detalles duerme el diablo; no sólo debemos hablar de cuestiones estratégicas y abstractas, también en las simplezas de la vida cotidiana se evidencian las contradicciones. El gran enemigo puede estar dentro de nosotros, al acostumbrarnos mansamente a brincar todos los días la misma cloaca, a pagar el precio de rapiña del comerciante inescrupuloso con quien nos toca convivir o a callar la injusticia de que se nos nieguen derechos, por temor a las retaliaciones. La crítica que se hace desde aquí, desde el campo del pueblo, es necesaria es indispensable. La crítica constructiva es nuestra aliada y encierra el germen de nuestras fortalezas.

La crítica abierta es la única manera que el pueblo asuma de manera pública la responsabilidad que le corresponde frente a los problemas que menciona; indudablemente eso es mejor a que prefiera el secreto del voto para dejar oír su inconformidad.

La cultura del pasado nos envuelve, pregna nuestros sentidos; es la ideología dominante que los mantuanos adecopeyanos inocularon en todos. Es la pedigüeñería portuaria, la limosna a la que se nos acostumbró y que todavía no la arrancamos del alma.

También es el uso erróneo del poder que, desde la pretensión de imponer la voluntad individual, niega al colectivo, niega las costumbres ancestrales y desde su soberbia individualista, también pretende negar las leyes sociales que son tan indómitas como los ríos que se llevaron a nuestros hermanos, por cuya memoria hoy juramos darnos una vida más digna; que la mayoría de ellos, gente pobre, no pudo tener.

Patria, Socialismo o Muerte, no tenemos otro camino que vencer.


elmacaurelio@yahoo.es


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El Macaurelio

Periodista, Politólogo, poeta, escritor, humorista y ensayista. Columnista en varios medios, digitales e impresos.

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