Compatriota, conozca nuestra historia para que no lo engañen

Ojo: A Bolívar también lo acusaron de ser "Don Regalón"

Realmente, a nadie en los primeros años de la independencia se hubiese planteado llamar “regalones” a los patriotas porque anduviesen en plan de apoyar con recursos el proyecto de nuestra liberación. Todavía aquella batalla no se ha terminado. En 1813, para la Campaña Admirable, la Nueva Granada (a través del eminente Camilo Torres) ofreció recursos, ideas y socorros al proyecto de Bolívar.

Poco después Haití le aportó inmensos recursos al Libertador para que llevase a cabo la famosa expedición de Los Cayos, ¿y a quién, que no fuese un godo miserable podía ocurrírsele llamar regalón al Presidente Alejandro Petión en aquel enero de 1816? Para los detalles de la ayuda fue encargado el general haitiano, gobernador militar de Los Cayos, general Ignacio Marión, quien entregó al Libertador 6.000 fusiles, municiones, víveres, una imprenta completa, el flete de algunas goletas y una importante suma de dinero. Con todo esto Bolívar organizó una pequeña flota de 7 goletas, y así junto con el General Santiago Mariño, el General Manuel Piar, el Almirante Brión, acompañado de otros de sus amigos de Haití, Robert Sutherland, la expedición zarpó el 31 de marzo de 1816. Formaban también parte de ella Gregor MacGregor, Francisco Antonio Zea, Pedro María Freites, Bartolomé Salom, Pedro León Torres, Carlos Soublette, Pedro Briceño Méndez, Manuel Valdés, Diego Ibarra, Juan Bautista Bideau, Carlos Chamberlain, Juan Baillío, Carlos Eloy Demarquet, Renato Beluche, Henry Ducoudray-Holstein, entre otros otros.

Fueron enormes los beneficios que esta expedición aportó a la revolución, porque esos recursos no eran sólo de Haití sino de la América toda. Así se entendía la lucha para la época. Cuando Bolívar con sus fuerzas expedicionarias llega a Carúpano lo primero que hace es proclamar la abolición de la esclavitud. Claro, no habían sido los blancos gringos (que jamás nos dieron una locha en toda la contienda contra los realistas), sino los que habían sido esclavos en Haití quienes nos habían ayudado. El gran aporte de la Expedición de los Cayos permitió que Santiago Mariño, Manuel Piar y luego José Francisco Bermúdez emprendieran la liberación del oriente del país, que MacGregor con Soublette y otros jefes lograran abrirse camino, para luego Bolívar asumir el proyecto de cruzar los Andes.

¿A quién podía ocurrírsele entonces el que Bolívar pudiese ser tildado de loco regalón por tomar gran parte de los recursos militares nuestros para emprender la liberación de la Nueva Granada? Bolívar con 25.000 hombres sobre las armas, casi todos venezolanos, cruzó toda la Nueva Granada y traspasó Pasto para darle la libertad a los quiteños, a los peruanos, fundar una nueva nación y ofrecer todos sus recursos a favor de la causa de Chile y Argentina. El general Francisco de Paula Santander (el gran traidor y amante de los discursos de James Monroe), entonces se enervaba en sus cartas y le decía al Libertador que se dejara de andar defendiendo “casas ajenas”, a lo que Bolívar le respondió que aún cuando quedara un solo americano gimiendo bajo la bota goda, su casa también sería la suya y estaba obligado a ayudarle. Entonces Santander solía decir no sólo que Bolívar era un “gran regalón” de lo que no era suyo, sino que además era “el loco de las malditas correrías” porque no quería sino dedicarse a dar lo de Colombia a todo el mundo sin hacerle caso al Congreso de Colombia.

Ahora bien, los que critican a Chávez de que es regalón seguramente están fuertemente convencidos de EE UU es un país generoso, benefactor de los pobres, solidario con el débil y que vive ayudando al mundo. El famoso escritor Gore Vidal dice que EE UU nunca le ha dado una migaja de pan a nadie, y que todo lo que ofrece con grandes anuncios y propaganda es todo por un interés mercantilista al que luego le saca cien mil ojos de la cara.

España y Francia prestaron grandes servicios a la causa de la independencia de los EE UU. Venezuela, en los inicios de su revolución aspiraba contar con la ayuda del vecino del Norte, que hacía poco se había liberado de la de Gran Bretaña. Es decir, considerábamos a los norteamericanos hermanos nuestros por haber sufrido ellos también los efectos funestos de la colonización y por ser, después de todo, hijos del Nuevo Mundo; que además conocían los tremendos sacrificios que representaba enfrentarse a un país poderoso por tradición guerrera, como lo eran los viejos imperios de Europa; que sabían que nuestra lucha era más terrible, por cuanto iba a ser afrontada por un pueblo en su mayoría analfabeto, sin recursos militares, sin ninguna experiencia en la administración de gobiernos, sin ejércitos y sin la fuerza de cohesión moral de un pueblo dividido en clases infeccionadas de odios, vejaciones y recelos.

Aunque al principio se buscó ayuda en el Norte, la gran esperanza se concentraba en Inglaterra donde Miranda desde hacía muchos años realizaba una ardua labor revolucionaria. Estas esperanzas se desvanecieron cuando Inglaterra, dirigida, como siempre, por intereses meramente mercantilistas, decidió dar apoyo a España en su lucha contra Napoleón. Para entonces ya Venezuela había quemado las naves y se encontraba en pleno hervidero revolucionario. Nunca pueblo alguno se lanzaba a una lucha tan peligrosa en medio de recursos tan deplorables de todo tipo, y rodeado por el sombrío silencio de las naciones poderosas. Parecía que Bolívar desafiaba a los mil demonios de la guerra contando sólo con su valor y el de unos cuantos harapientos soldados. El terror y la tragedia no tardó en llegar, y aunque Bolívar -como veremos- estaba dispuesto a luchar contra el mundo entero si éste se oponía a la causa de la libertad americana, el grueso de los políticos no podía dejar de considerar la posibilidad de un tratado con alguna nación poderosa. En este sentido, encontrándose casi todos los caminos cerrados, se pensó seriamente en conferenciar con Rusia. A tal extremo había llegado la desesperación, que se pensaba en un país tan extraño y desconocido para nosotros, tan distante en todos los sentidos y que además era gobernado por una aristocracia despótica y que tenía grandes intereses en común con los imperios monárquicos de Europa.

¿Qué hacía con respecto a la independencia suramericana el poderoso del Norte? La rica, fresca, impasible, extensa y vigorosa América del Norte contaba 35 años de haberse declarado independiente cuando nosotros firmábamos la declaración el 5 de julio de 1811. Desde un principio se mostraron reacios a darnos ayuda. A diferencia de los gobernadores del Norte, Simón Bolívar libertó el extenso territorio de la Nueva Granada, hoy el país de Colombia; cruzó los Andes e independizó también Ecuador, Perú, y fundó la República de Bolivia. No sólo eso, sino que hizo planes para liberar Cuba y Puerto Rico. La libertad de Cuba se vio estropeada durante dos generaciones, porque EE UU en connivencia con Inglaterra hizo saber a nuestros patriotas que no estaban de acuerdo con la inmediata independencia de aquella isla. Si EE UU permitía que nos debatiésemos en la más horrorosa escasez de recursos era sencillamente porque poco le interesaba el que fuéramos esclavos de la España imperial. Fue así como durante más de diez años mantuvo una inexcusable imparcialidad a pesar de los innumerables pedidos de ayuda de nuestros pueblos. A veces su imparcialidad se traducía en burla, en desprecio e incluso en una sórdida alianza con los enemigos de la revolución. Los patriotas, fatigados de recibir negativas y excusas de neutralidad con el invasor español, decidieron cancelar sus ansiosos pedidos a EE UU Mientras así nos trataba EE UU, Haití, uno de los países más pobres del mundo, trastornado por toda clase de calamidades sociales, en condiciones económicas deplorables, tuvo la infinita nobleza y generosidad de ofrecer hombres, armas y dinero para nuestra libertad. Compárese el pasado con el presente y véase la funesta actitud del país del Norte ante los débiles de Latinoamérica.

El gobierno del Norte hizo presos a numerosos ingleses que venían a servir bajo las órdenes del Libertador; promulgó una serie de leyes para impedir toda clase de auxilios a los patriotas. Una de ellas decretaba diez años de presidio y diez mil pesos de multa a todo ciudadano norteamericano que quisiera servir a nuestra causa. Según palabras del propio Bolívar, estas eran leyes que equivalían a una declaratoria de muerte a nuestra independencia. Estas leyes siguieron vigentes hasta el año 1819, ocho años después de haberse firmado nuestra declaración de independencia, y como los gobernantes gringos siempre reaccionan sólo frente a la fuerza y el cálculo, variaron su política por el rotundo triunfo que obtuvimos en la Batalla de Boyacá.

En 1818, las goletas, la Tigre y la Libertad, provenientes de EE UU, entraron por el Orinoco. Bajaban por la región de Angostura para abastecer de armas y alimentos a los realistas. En esa zona se preparaban serios combates y el Libertador había decretado un bloqueo, el cual hizo público a las naciones del mundo. Las dos goletas haciéndose las inocentes pretendieron burlar nuestras fuerzas, pero fueron apresadas y se les confiscó cuanto llevaban. Debemos recordar que Bolívar era severo en todo lo que concernía a nuestra soberanía y a nuestra dignidad. Incluso hubo momentos en que desafió al propio cielo, porque algunos creían ver en los fenómenos naturales la causa de alguna oposición a sus ideales de libertad. El honor era esencial para su sentido de la vida. La precaria condición de nuestros pueblos al respecto lo mató prematuramente. En sus últimos años, viendo al país destrozado por las miserias y las estridencias de los partidos, exclamó: En América no hay dignidad y tengo vergüenza de llamarme americano.

Los yanquis pidieron a través de su agente en Venezuela una inmediata indemnización de sus dos goletas. No hay nada que martirice más a los gringos que tocarles sus dólares. El nombre de este agente era Bautista Irving quien con su lenguaje quejoso y amenazante, como siempre, acusa de ilegal y abusivo el apresamiento de los buques. Exige explicaciones. Se desata entonces un intercambio de correspondencia donde Bolívar asume el caso con todas las de un jurista experto en asuntos internacionales.

El argumento que esgrime Irvine es que se le ha hecho daño a los neutrales. Bolívar no deja esperar su contundente respuesta: ¡Neutrales! quienes han intentado y ejecutado burlar el bloqueo y el sitio de las plazas de Guayana y Angostura, para dar armas a unos verdugos y para alimentar a unos tigres, que por tres siglos han derramado la mayor parte de la sangre americana. ¡Sangre de sus propios hermanos!

En esto último debemos reconocer que Bolívar utiliza un argumento ineficaz a la sensibilidad del norteamericano. Los yanquis jamás se han considerado hermanos de nadie, sino de sus negocios.

jsantroz@yahoo.es





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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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