¿Cuál es nuestra solución final?

Solía decir Don Miguel de Unamuno que la civilización en el hombre es apenas un barniz y que basta rasguñar ligeramente para que asome la piel salvaje debajo de esa tenue película. Da escalofrío pensar que esto lo decía a principios del siglo XX, cuando la humanidad saludaba con optimismo los nuevos tiempos y ni siquiera se presentía la cadena de desgracias que depararían las guerras mundiales o la crueldad fratricida de la Guerra Civil española. Tampoco aparecían en el horizonte los testimonios aterradores de Hitler, Stalin, Mussolini y Franco, sin mencionar nuestros propios aportes latinoamericanos encabezados por Somoza y Pinochet ni la espantosa matanza de fin de siglo que diezmó la población ruandesa o la destrucción de Irak a comienzos del XXI.

Es importante tener presente esta afirmación y estos ejemplos al momento de abordar la agresividad injustificada que a ratos caracteriza el debate político que por estos días damos en Venezuela. Sectores radicalizados de uno y otro bando parecen más interesados en profundizar las diferencias, en exagerarlas y hacerlas insalvables, que en lograr consensos y consolidar mayorías. Y no sólo se trata de insultos y descalificaciones –ya de suyo censurable- sino que abarca auténticas declaraciones de guerra, de agresiones y acosos personales, de mentiras y difamaciones orquestadas concientemente para provocar enfrentamientos y destruir a los adversarios.

Algunos piensan ingenuamente que esto no genera secuelas y que al final, cuando los cauces amenacen seriamente en debordarse, se podrán reestablecer puentes y llenar los vacíos con razones y sensatez. Se equivocan. Cuando se acumulan humillaciones y temores termina por aparecer la piel de lobo y lanzarnos con decisión asesina sobre nuestros adversarios, convertidos hace tiempo en enemigos cuya destrucción es la garantía de nuestra existencia. En Ruanda, Africa, 1994, con este convencimiento se dió muerte a un millón de personas en apenas cien días, un promedio escalofriante de diez mil personas muertas a machetazos cada día. No hay que olvidar que los nazis de Hitler pertenecían a una de las naciones más adelantadas de Europa y que lo ocurrido en Ruanda fue hace apenas unos años, meses, días.

No es que crea que este desenlace es inminente e inevitable. Pero parece sensato poner las barbas en remojo. ¿Qué vamos a hacer con los que piensan distinto a nosotros y quieren un destino diferente al que nosotros aspiramos para nuestro país? ¿El 40% antichavista fusilará al 60% chavista? ¿O al revés? ¿O los mandaremos para Cuba o Miami, según sea el caso? Fermín Toro, a la caída de José Tadeo Monagas, le respondía a quienes pedían muerte a los partidarios y colaboradores de Monagas: “tendríamos que fusilar medio país” y planteaba caminos a la reconciliación que, sin embargo, no lograron evitar la Guerra Federal.

Es tiempo de la política en su expresión más noble: Creación de espacio y tiempo para la discusión honesta de los planteamientos, reconocimiento mutuo de quienes participan, generación de consensos de cara a las grandes mayorías. En ese sentido, los partidarios de la Revolución, precisamente por ser mayoría, tenemos la máxima responsabilidad.

rhbolivar@gmail.com


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Rafael Hernández Bolívar

Psicología Social (UCV). Bibliotecario y promotor de lectura. Periodista

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