Hora menguada

Globovisión se deshilacha al mejor estilo de Plaza Altamira, la simbiosis del último reducto mediático con el difunto canal de Bárcenas constituye la crónica de un suicidio anunciado por la succión del movimiento centrífugo de las aguas servidas en el excusado, arrastrándoles a su destino final.

Solo les resta observar como se diluyen los efectos peregrinos de la guarimba traganíqueles que expuso a los muchachos de la burguesía estudiantil ante el espejo implacable de la realidad, manipulados como rebaños. Las razones de la “lucha” cambiaron seis veces en igual número de días, con cada cambio un retroceso, en lo que se suponía era frente de ataque. Así duraron ocho o nueve jornadas, ignorando incautos el silencioso desplazamiento envolvente que armaba el contraataque del pueblo soberano, disponiendo en la primera fila del debate al estudiantado humanista.

Los niños bien se presentaron en la Asamblea Nacional renuentes a discutir; contaban con el discurso naranja encargado por papis deseosos de verles modelar el mejor traje en la pasarela del evento que corrobora las libertades en Venezuela. Llevaban bajo el brazo una coreografía digna de Osmel Souza, pero como salieron tarde al colegio, olvidaron en casa las ideas y el Juan corazón que mami les coloca a diario en la lunchera. Era comprensible entonces la pretensión consumada de presentarse al debate a leer con atropello la fría proclama publicitaria para luego retirarse en malcriada formación. Sus rostros presumían la pírrica victoria de haber sido oídos, creyendo dejar a la contraparte vestida como novia de pueblo. Ignoraban que había sido concedida su petición y el país entero presenciaba la celada en cadena nacional, por lo que resultaron boquiabiertos al ver a los jóvenes revolucionarios dirigiéndose al soberano con auténtica honestidad en el fondo y la forma de dignas intervenciones cargadas de amor.

Los chicos templados no tuvieron nada que decir; luego de proclamar envalentonados a los cuatro vientos su derecho a protestar en El Calvario o la Plaza Bolívar, terminaban yéndose con la vergüenza camuflada en transportes de tropa que les llevaban a “casita”, sanos y salvos.

Entre tanto, el comando mediático observaba absorto desde la cabina situacional el agotamiento del efímero movimiento incapaz de convocar la violencia requerida para pasar el testigo a los aparatos armados tarifados que se quedaron con las ganas y el adelanto en dólares, por ahora.

En cuanto a las intervenciones del estudiantado bolivariano, no tenemos dudas que el país entero formó su propio criterio.

Ahora bien, tantas derrotas en tan pocos días nos dan clara lectura de la desesperación imperante en la derecha recalcitrante que, cansada de vender infructuosamente a la patria decidió quemar las naves exponiendo sus muchachos a la humillación nacional. Debemos estar más alertas que nunca porque se acerca la hora menguada de la batalla final.



cordovatofano@hotmail.com


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Daniel Córdova Tofano


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