Reflexiones de una docente jubilada y la crisis del país

En el año 2003, cuando el Ministerio de Educación me jubiló, luego de haber trabajado como Docente por horas durante más de 27 años en la ciudad de Coro, por mi cabeza jamás pasó la idea de que 20 años después yo estaría atravesando por una de las etapas más precarias de mi vida, siendo ya una adulta mayor; y digo una de las etapas más precarias, porque la primera, fue durante mi niñez: provengo de una familia afrodescendiente y muy humilde, cuyas raíces están en La Sierra de Falcón, en una comunidad muy pintoresca: Cabure, en el Municipio Petit. Tanto en mi tierra natal, como luego en Coro, a donde nos trasladamos, tuvimos siempre una vida de estrecheces, y fue así durante la niñez y adolescencia.

Toda esa situación de estrechez económica mejoraría con el tiempo, cuando mis hermanas y yo comenzamos a trabajar desde jóvenes. Me inicié en la labor educativa como docente no graduada. Posteriormente obtuve el título de Profesora al cursar estudios en la U.P.E.L., en el año 1981.

Ahora bien, alguna persona que lea este escrito, se preguntará el porqué de publicar estas notas biográficas, las cuales sólo a mi pueden interesar; y tienen razón: sólo a mí interesan; pero hoy las comparto con ustedes porque siento que a mis 71 años, esta situación por la que atravieso pudiera ser la misma vivida por miles de trabajadores jubilados(as) en nuestro país; porque aparte de mi edad, desde hace varios años presento varias patologías: diabetes, hipertensión, artrosis severa en rodilla derecha, síndrome postpolio en miembro inferior izquierdo; arritmia cardiaca severa; insuficiencia arterial y venosa en ambos miembros inferiores; deambulo con muletas y cada día se me dificulta más caminar, y subir o bajar escaleras.

Todas estas patologías trato de enfrentarlas mediante tratamiento médico, el cual me resulta bastante costoso. Tomo diariamente; Metformina de 850 mg., Olmesartan de 20 mg., Bisoprolol de 2.50 mg., Pentoxifilina de 400 mg., Diosmina de 600 mg., Amiodarona de 200 mg., Omeprazol de 20 mg. Muchas veces dos o tres de los medicamentos se terminan unos ocho (8) días antes de cumplirse un mes de haberlos comprado. Por lo general compro mis medicamentos el día 17 o 18 cuando el Presidente Maduro entrega el Bono contra la Guerra Económica, y es así porque el sueldo quincenal que me paga el Ministerio de Educación los días 10 y 25 es sólo de 400 y pico de Bolívares. Y es ese día -17 ó 18- cuando me siento en mi mecedor y me hago siempre las mismas preguntas: ¿Cómo hago para comprar todos esos medicamentos y que quede dinero para pagar los servicios básicos: Facturas de Cantv, Corpoelec, Hidrofalcón, Imaud, y el Servicio funerario? ¿Cómo hago para adquirir algunos alimentos, y es eso: sólo algunos alimentos? Si no tengo hijos ni marido que me ayuden con estos gastos?

Tampoco tengo familiares en el extranjero que me envíen alguna remesa con la cual pueda cubrir algunos de estos gastos? En fin, ¿Cómo solventar lo antes referido con un dólar que cada día –y algunas veces en menos de 24 horas- sube tanto que uno reflexiona sobre esto: han sido detenidas algunas personas que especulaban con el precio del dólar paralelo, pero uno observa que el dólar del Banco Central sigue subiendo. Esto resulta medio grotesco.

Ésta y otras reflexiones sobre mis condiciones de salud y económicas, y también sobre la situación del país, las hago, como ya dije, sentada en mi mecedor, y es allí, donde experimento que me gana la tristeza; me siento impotente, siento unas inmensas ganas de llorar, y le suplico a Dios Todopoderoso, -ya con las lágrimas rodando por mi rostro- que, por favor, ayude a los venezolanos(as) (incluidos los trabajadores jubilados(as) a seguir soportando este suplicio.

Prof. Fulvia Polanco B.

fulviapolanco@gmail.com



Esta nota ha sido leída aproximadamente 851 veces.



Noticias Recientes:

Comparte en las redes sociales


Síguenos en Facebook y Twitter