Que nadie se engañe. Si algo ha quedado claro tras el grotesco show de los cuatro autoasilados en la embajada de Argentina en Venezuela es que la oposición fascista criolla ha pasado del libreto político al guion de ciencia ficción. Y no precisamente buena ficción: lo suyo parece más bien un guion desechado de "Misión Imposible 9: Rescate en Altamira".
Lo ocurrido desde marzo de 2024 hasta mayo de 2025 con los seis militantes radicales que se autoencerraron en la sede diplomática argentina, sin orden de aprehensión, sin amenaza real y sin dignidad política, es una joya del absurdo que solo se entiende si uno analiza los intereses geopolíticos y los mecanismos de manipulación comunicacional en juego.
Cuando el asilo es autoimpuesto y ridículo
Pedro Urruchurtu, Humberto Villalobos, Omar González, Magalli Meda, Claudia Macero y Fernando Martínez Mottola decidieron en marzo del 2024 refugiarse voluntariamente en la embajada de Argentina alegando persecución política. Nadie los perseguía. Nadie los buscaba. Ni una sola orden judicial existía contra ellos. Pero la victimización es el oxígeno de la derecha sin pueblo, y un buen autoasilo siempre queda bien en titulares de agencias extranjeras.
Dos salieron por la puerta delantera, sin dramas. Claudia Macero se fue a su casa sin rasguños ni epílogos melodramáticos. Mottola, enfermo, también se retiró, y luego falleció. Paz a sus restos. Pero los otros cuatro decidieron quedarse en el teatro, montando un espectáculo cada vez más ridículo: que si les cortaban la luz, que si no tenían agua, que si no podían comer ni tuitear.
Spoiler: todo era mentira.
El asedio invisible y la parrilla de la discordia
Durante meses, Meda y compañía lanzaron acusaciones diarias: el gobierno bolivariano los "tenía sitiados", "vivían en la oscuridad" y "morían de hambre". Mientras tanto, en redes sociales publicaban videos perfectamente iluminados, hacían videoconferencias, y en el jardín de la embajada corría el vino y la carne a la brasa. ¿Eso es asedio? Si lo es, que me asedien también.
Aparecían pulcros, bien vestidos, recién peinados, con el cutis brillante y sin señales de sufrimiento. El libreto del asedio se les fue cayendo como peluca en carnaval. El pueblo venezolano, testigo de esa farsa, se burlaba mientras ellos seguían creyéndose protagonistas de una telenovela.
El "rescate" que nadie vio (ni verá)
Y cuando el mundo entero ya no prestaba atención a su encierro voluntario, el 6 de mayo de 2025 apareció el gran chiste de este capítulo: Marco Rubio, el eterno bufón imperial, declaró en su cuenta de X que "los asilados han sido rescatados exitosamente y están en territorio estadounidense". Más épico que eso, solo si lo hubiera dicho desde un portaaviones con lentes oscuros y música de Hans Zimmer de fondo.
Pero hay un pequeño problema, Marco: si eso fuera cierto, estarías confesando públicamente una violación a la soberanía venezolana, un acto militar clandestino en un país con defensa aérea activa, un crimen internacional con todas las letras. Y además, estarías exponiendo al gobierno de Trump a una tormenta diplomática innecesaria. ¿O es que crees que los Sukhoi son adornos de feria?
No hubo helicóptero. No hubo cuerdas ninja. No hubo "fuerza Delta". Nadie voló sobre la terraza. Nadie bajó por el barranco. Nadie pasó por la puerta principal sin ser visto por los cuerpos de seguridad venezolanos que custodian 24/7. Lo que sí hubo fue una negociación discreta, un acuerdo de alto nivel, una salida pactada. Y esa, precisamente, es la parte que más les duele admitir.
Cuando la ficción se desinfla y la diplomacia avanza
La vocera del Departamento de Estado, Tammy Bruce, fue clara al desmentir cualquier operación de rescate. Dijo lo que ya sabíamos: todo era un invento. Y no uno cualquiera, sino uno torpe, infantil, que subestima la inteligencia colectiva del pueblo y que intenta hacer pasar a cuatro militantes de un partido marginal como protagonistas de una película de acción.
Mientras tanto, el presidente Nicolás Maduro consolidaba relaciones estratégicas en Rusia con líderes de peso global. Y es allí donde verdaderamente ardieron los fascistas: el contraste entre un líder con agenda internacional concreta y unos opositores jugando a ser rehenes de su propia mentira no podía ser más abrumador.
La operación fue política, no táctica. No hubo intervención. Hubo negociación.
Y aunque traten de disfrazarla con capas de mentiras, lo cierto es que la Revolución Bolivariana no cayó en la trampa. Dejó que los cuatro farsantes se cocinaran en su propio caldo, desmontó cada mentira con hechos, y dejó en ridículo a la narrativa del asedio. Lo único que fue rescatado aquí fue la dignidad del Estado frente a una campaña de manipulación sin éxito.
Así que no, Marco, no vino Ethan Hunt a Caracas. Y los únicos que deben ser rescatados son los restos morales de una oposición que no logra ni fingir con dignidad.