La Facultad de Agronomía de la Universidad Central de Venezuela tiene una larga y destacada historia en la agricultura venezolana, en primer lugar fue la primera muestra de ubicar en el interior algo que se veía venir, no cabría en la Caracas de mediados del siglo XX, no por eso, las demás instituciones de la agricultura se fueron desarrollando centralizadas en Caracas, una forma de percibir el poder sobre la tenencia y uso de la tierra. Es luego que se realizaron algunos intentos de mover instituciones del Estado con pertinencia en la agricultura al interior, siempre fallidos, cuya primera evidencia de fracaso fue colocar en Caracas oficinas de enlace para estar cerca del presidencialismo nocivo que nos persigue. De los 51 ministros de agricultura conocidos, muy pocos tenían sentido del valor de la Facultad de Agronomía de la UCV y luego de otras universidades que crearon esos programas en zonas de alta pertinencia de la agricultura para el desarrollo regional. De allí que esa sea una de las realidades del fracaso del desarrollo agrícola venezolano. Ninguno de estos ministros tuvo la posibilidad real de interactuar con los órganos de gobierno de la educación universitaria para ayudar a responder estas dos preguntas: ¿Cuál es la agricultura que requiere el país?¿Cómo se vincula un proyecto nacional de agricultura con visión territorial a la universidad que queremos?
Esas dos preguntas me abrieron las puertas de la Universidad, en 1968, cuando ya soplaban ligeros vientos de renovación académica, y luego fue un volcán de ideas transformadoras para la universidad venezolana, pero que luego evidenció que la universidad no es el país, que el pais contiene la universidad y esta se debe a la sociedad total. Muchas luchas fueron bombardeos de ideas a las cuales el poder constituido no haría caso, y fue tanto así que al inicio de los años 70, el mismo presidente que vapuleó las Escuelas Técnicas Industriales, cerró la UCV y provocó una estampida y persecución de líderes estudiantiles y de profesores con ideas progresistas. Regresar del allanamiento significó que cada tema de orden mundial, era una bandera para lanzarse a la calle, hubo violencia y muerte en la mayoría de las universidades del país, etiquetadas como autónomas y a las cuales se combatirían desde el poder con la creación de Universidades Experimentales, que a buenas tenían pertinencia regional.
La Facultad de Agronomía siguió formando gente y talentos en el cuerpo profesoral, que fueron y vinieron del exterior, con formación académica en la punta del conocimiento para la agricultura industrial, esa agricultura que había sido denunciada en los proceso de renovación académica. En todo caso, la facultad de Agronomía era un referente internacional por su contribución a la formación de conocimientos para esa agricultura, aunque algunas disidencias planeaban revisar otros modelos de agricultura, menos deletéreos del suelo y el ambiente en general.
En ese ambiente, los tiempos de grado se alargaron, y un grupo pequeño de estudiantes ingresados en 1968, ideamos un plan para adelantar cursos sin afectar el sistema de prelaciones, y terminamos graduados, en mayo de 1975, con una cohorte anterior, con la cual teníamos pocos nexos y menor cohesión que la nuestra. En lo que si coincidíamos era que habíamos recibido una formación de muy alto nivel, porque el enfoque del conocimiento en la universidad iba por esos rumbos, profundidad, antes que utilidad. Hoy día veo a mis profesores como genios, posiblemente porque por otra vía se consigue la forma de interactuar con el mundo agrícola más amplio y con comunidades agrícolas más conspicuas. Asi que, egresamos en la Promoción JJ Cabrera Malo, que no tenía nada de malo, a pesar que el gran proyecto mono productor de agricultura forestal con pino Caribe le ganó amigos y enemistades eternas. Hubo un momento de mi vida, que interactué con PROFORCA desde otra universidad que quería, hacer de esa experiencia, un grupo de programas formativos para el desarrollo de las sabanas del sur de Monagas y de Anzoátegui, y del norte de Bolívar. Así fue como valoré inmensamente el epónimo de mi profesión y a los tontos que no entendieron la trascendencia de ese gran proyecto.
En este mes, cumplimos 50 años de egresados, cada unos de nosotros que sobrevivimos a los años somos una historia a contar, fuimos diversos políticamente y nos desempeñamos según nuestras convicciones, pero no creo que alguno haya tenido la desfachatez de ser parte de los "complot" que llevaron al pais a ser dependiente en materia de alimentos, importadores netos de alimentos, con una balanza comercial negativa y con efectos económicos que favorecían la agricultura de otros países. Asi cerramos el Siglo XX, con una agricultura venida a menos, con 80 % de la tierra en manos del 20 % de los tenedores de tierras, con una inmensa masa de campesinos sin tierra o con tierras no aptas para sobrevivir a expensas de la agricultura; mas del 75 % de la cartera agrícola fue a manos de los amos de la agricultura industrial; la deforestación inmisericorde de las grandes forestas convirtieron bosques en relictos de árboles, todo para hacer potreros. Todo un caos. Si bien es cierto que sostengo ese imposible que mis colegas de promoción tengan culpa en este caos, es preferible que cada quien según sus responsabilidades con los gobiernos de la IV Republica, se revise y espíe cualquier culpa que crea tener.
La parte triste de estos cincuenta años fue que dejamos de vernos, de compartir, y los necrófilos se percataron que casi 70 (pueden ser más) egresados habían fallecido, aunque las sorpresas fueron grandes cuando alguien colocaba en la lista, que abrieron con fines de conmemoración, yo estoy vivo, y resido en Caracas... la otra parte triste fue que esa lista se partidizó y unos cuantos fuimos excluidos por ser de izquierda, y algunos de izquierda enmudecieron y los dejaron seguir allí. Duele que las autoridades de la Facultad de Agronomía no sepan de esto o se hagan las bolsas. Vaya forma de cagar un propósito común: Conmemorar la bicoca de 50 años de graduados.
Muchos de los colegas agrónomos de la promoción JJ Cabrera Malo recibimos el siglo XXI jubilados, con nueva forma de gobernar la agricultura, con grandes expectativas, pero otros con temor a que se hiciera de la tierra el punto de partida para una gran revolución, que fue por donde empezó la revolución soviética y la mexicana, ambas fracasadas en materia de propiedad de la tierra para quien la trabaja. Posiblemente esas dos revoluciones dejaron la cultura de lo posible y de lo propio.
Estos 25 años vivimos los altibajos de las políticas agrícolas, aun con el rescate de tierras, la producción agrícola se encaminó a subir hasta el primer decenio, luego revertió y volvimos a los indicadores del finado Caldera, el mismo que nos allanó la universidad, en su primer mandato.
En estos 25 años tuve la oportunidad de aprender y hacer en otras escuelas, donde el ánimo no había mermado, como el INIA, un organismo para la ciencia y la tecnología agrícola, con muy buenos desarrollos teóricos sobre una nueva agricultura. Los últimos años del INIA han sido agónicos, pero parece que quieren volverlo a reflotar. Pero esa experiencia en la gestión de un gran amigo, nos llevó a planes de escalamiento productivo, plan nacional de semillas, plan de agricultura familiar y plan nacional de acuicultura continental. Sobre todos estos años he escrito en Aporrea, siempre utilizando la crítica propositiva. Por eso no los desgasto en repetirle mis opiniones, que todavía están plasmadas allí y son válidas.
Finalmente esos 50 años significaron un gran reto, la Facultad de Agronomía nos dijo que éramos parte de un gran futuro, que todavía no ha llegado, pero el futuro siempre debería ser esperanzador no apocalíptico. Este y cualquier gobierno debe retomar la agricultura como el principal proyecto de desarrollo, acompañados sin duda del extractivismo sostenible, de la construcción y el desarrollo industrial.
No se puede llegar a la muerte y ser unos agrónomos prejuiciados, en mi caso y de otros compañeros, sembraremos un araguaney y lo cuidaremos hasta donde lleguemos, esa será nuestra celebración de estos cincuenta años de egresados
Los que partieron
En honor a nuestros colegas de la promoción
XXIX JJ Cabrera Malo, quienes llegaron primero
que nosotros al cielo de los agrónomos:
¡Oh terrible espantapájaros!
La única figura que espanta la felicidad
viene queriendo, le causa placer
la hora de partir marca la pauta de su presencia.
Si te has percatado los pájaros saben nuestro destino
ese día hay muchos sostenidos en los cables de la calle que una vez fue aula
allí llegamos con las sillas de extensión colgando del hombro
y estudiamos bajo el hechizo de las lámparas que regalaban luz. .
¡Momentos finales de la existencia!
Pasa por la mente los diálogos alegres y los cantos del Caliche
las prematuras colas del comedor universitario
los exámenes sádicos de...
los viajes a husmear los pastizales de Barinas
las noticias y adelantos de la Chinche Roja
los besos y escondrijos de las caricias
las calificaciones en improvisadas carteleras
y la alegría del amigo con un orgásmico ¡coño pasé!
¡Momentos finales de la existencia!
Pasan por la mente los juegos de basquetbol en el estacionamiento
con todas la miradas sobre el juego
con los pasillos y el cafetín como tribunas.
Se recuerdan en fracciones de segundo
los personajes algo desquiciados que siempre tenían historias por contar
y un loco que sabía más que el cochino frito, intoxicado de libros.
Pasa el teatro universitario eludiendo lo panfletario
la coral universitaria, esa que nos cantó el Gaudemos igitus
las asambleas de facultad cambiando al mundo terrible de las guerras
aplaudimos que a los gringos los sacaron unos seres pequeñines a patadas en Vietnam
pero siempre hubo razones para protestar
y un día un capitán estudiante de otra universidad dirigió los tanques contra nuestros sueños
sufrimos y disfrutamos un año de ignominia.
¡Momentos felices de la existencia!
Llegó la beca y el pago por bolsas, decían
llegaron la vacaciones y hasta lloramos las ausencias
llegaron los semestres finales y dejamos de ser asambleístas
y un día firmamos unos libros extraños aceptando nuestra salida
olemos a ingenieros, si olemos a esperanzas, olemos a triunfo
¡Momentos felices de la existencia!
Hasta que un día partimos con un epitafio grabado en la mente:
"Aquí se enseña a explotar la tierra y no a los hombres"
Tantas historias y anécdotas para que un día la vida sea otra cosa