La Revolución no permite llorar

LA REVOLUCIÓN NO PERMITE LLORAR


Hoy me roza en la cara la derrota, pareciera que llegó la hora de llorar. Durante todos estos años de lucha revolucionaria, lo tenía prohibido. Ni una lágrima por aquellos que murieron por la vida, ni una por las injusticias sociales, ni por los hechos del 4F, ni siquiera cuando vi por televisión a Lucas Rincón anunciando la supuesta renuncia del Presidente. Consolar, si, a muchos, esposas, madres, amigos, compatriotas, pero llorar me estaba vedado. Recuerdo, que en la mañana del 12A, una compatriota entró a mi oficina en la Asamblea Nacional con los ojos llenos de lágrimas. La abracé fuertemente y le dije: “Está prohibido llorar, es hora de recomenzar la lucha revolucionaria”. Soporté, entonces, un largo día de no trabajo, los vítores desenfrenados de mis compañeros de oficina (opositores agazapados) quiénes cantando y bailando celebraban la caída del gobierno, las agresiones y amenazas a mi integridad, sin una lágrima, con la moral revolucionaria intacta. Era solo una caída, la historia de esos hechos aún estaba por escribirse.

Cuando, el día sábado 13, vi salir a mis hijos de casa les dije “la Revolución no permite llorar” pase lo que pase, supe que lo habían comprendido, en sus miradas brillaba el canto de la patria buena. Salí, junto a mis hijos y miles de venezolanos, dispuesta a vencer o morir, afortunadamente la victoria esbozo su mejor sonrisa.

Tres meses más tarde, el Presidente de la Asamblea Nacional firmó mi destitución. Nuevamente, me tocó caminar en medio de una oficina que estaba de fiesta por mi salida, sin tristezas, aunque llorara mi corazón tenía una sonrisa en el rostro. Sonreía, porque pensaba que quiénes se quedaban a cargo eran capaces de entender lo necesario de una Asamblea Nacional donde no se festejara la caída de un gobierno, ni su propia eliminación.

Ilusa de mi, por no comprender lo certero del Golpe de Estado. Tal vez, dirán algunos, por falta de visión política, o por ingenuidad, dirán otros. Lo cierto es que a partir de esa fecha, en la Asamblea Nacional, como en todas partes, se cayeron muchas máscaras. La quinta columna emergía con toda su crudeza. En la actualidad casi todos, por no decir todos, quiénes desde cargos de confianza soportaron junto conmigo los abucheos, acorralamientos, humillaciones y agresiones de ese día, por diversas razones no son empleados de la Asamblea Nacional, los que quedan, laboran con la certeza de ser despedidos en cualquier momento.

Paradójicamente, quienes si están siendo llamados a conformar el Consejo Superior de Asesoría de la Asamblea Nacional, son figuras de la talla de Escobar Salom; Cecilia Sosa; Iván Dario Baduel; Manuel Rachadell, entre otras personalidades. Todos ellos con altísimas credenciales, y amplios conocimientos en materia legislativa, pero cuadros políticos públicos de la contrarevolución. No sería extraño que en poco tiempo los Diputados aprueben las leyes necesarias para “Sacar por la fuerza y detener” a gobernadores y alcaldes chavistas, y/o un manual que enseñe como eliminar la Constitución y los Poderes Públicos sin ser declarados golpistas.

Tengo entendido que esta o similares situaciones se repiten en todas las instituciones públicas a lo largo y ancho del país, es un secreto a voces. Pocos revolucionarios tuvieron acceso a cargos públicos durante los tiempos de la IV República. Ahora, que dirigen y/o asesoran instituciones vitales para el cambio, se autodenominan “institucionalistas”, despiden bolivarianos, los descalifican moralmente, les impiden organizarse en movimientos laborales e ingresan a los organismos públicos a opositores para darle un carácter técnico al desarrollo de su gestión, después de todos, aseguran, no son políticos.

Es evidente que las instituciones públicas son los organismos tendentes a dar respuestas a las necesidades de la colectividad, por cuanto a éstos les compete la formulación, ejecución y desarrollo de las políticas del Estado. Ahora bien, dentro de todo proceso político es importante hacer de los administradores cuadros capaces de superarse ideológica y políticamente. En este sentido, el Che Guevara, logra reconocer que en función de los principios que defiende la revolución cubana, los administradores no pueden ser meros técnicos al servicio del Estado, sino cuadros políticos – administrativos de calidad de dirigentes y, desarrolla una serie de cualidades requeridas para ser un “Administrador Revolucionario”.

Por otro lado, la dirigencia de la IV República siempre ha tenido claro estos preceptos, de allí que estén ávidos por ubicar sus cuadros administrativos dentro de la función pública actual, desplazando, por cualquier vía, los trabajadores bolivarianos, lamentablemente con la complicidad de los institucionalistas. Su objetivo estratégico es consolidar la élite opositora en posiciones, cada vez más, relevantes. Ganar espacio para alcanzar su meta final, que no es otra que impedir que la revolución encuentre respuesta en la institucionalidad y su esfuerzo sea diluido en el tiempo.

En este punto, comienzo a sentir tristeza debido a que me recuerda el desmenbramiento progresivo de la revolución sandinista, producto de la descalificación de sus dirigentes y del lento posicionamiento de sus más acérrimos detractores, lo cual se constituyó en una forma lenta y sutil, pero segura, de agotarla. Después de todo, existen diversas vías de dar un Golpe de Estado.

Traigo a colación mi experiencia personal en la Asamblea Nacional, primero porque me niego a la complicidad silenciosa, además, no acepto que estos hechos sigan siendo objeto de conversaciones de salón y, por último, porque la victoria sólo se alcanza luchando, informando, aprendiendo de los errores, avanzando. Es entonces, imprescindible tomar conciencia de lo que está en juego, cuando se hace eco de la descalificación a ultranza, o no se comunica el saboteo a la gestión pública, o cuando se desmoraliza a un compatriota para despedirlo de su cargo.

La experiencia cubana dejó una gran lección, la comprendemos o sencillamente, llegó la hora de comenzar a llorar porque estamos avanzando lentamente por el camino del fin Los administradores en cargos públicos de esta V República, sí deben ser cuadros políticos-administrativos. La Administración, decía Rivero, tiene un carácter utilitario, por tanto hay que comenzar por ubicar en los cargos públicos de toda índole a los cuadros políticos de la Revolución. La falta de credenciales y/o experiencia, de ser ese el problema, puede ser superada con la creación de escuelas de Administración para preparar cultural y técnicamente cuadros para la dirección de las empresas capitalistas y de los organismos públicos.

Críticas, siempre las habrá, pero la patria buena es una exigencia de muchos, de todos aquellos que la mañana del sábado 13 de Abril, prefirieron morir, antes que fallar. Esta es la lección de una historia escrita con sangre y sin tristezas. No admito que la derrota que hoy me roza la cara tienda puentes para el avance de mis lágrimas, después de todo a los que luchamos toda la vida nos está prohibido llorar.





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Rusalki Alvarado


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