El brillante historiador Luís Pellicer, al que tengo en alta estima, definía al pueblo venezolano como como el más mestizo de Latinoamérica, cosa que lo hacía más atrevido y menos dispuesto a agachar la cabeza, pero ojo, dijo, no necesariamente más igualitario. Pues bien, sin tener dudas de que esto es así, pienso que tenemos arraigadas, junto a esas características positivas, otras que no lo son tanto. Me refiero a lo que he llamado, en diversas ocasiones, un cierto torcimiento ante lo normativo, la rigurosidad y la responsabilidad. Lo he llamado el tumbaito venezolano. Ese del "qué fue lo que dijo", "cómo qué hora es", "cuánto hay pa ́ eso" y el clásico "como vaya viniendo vamos viendo".
Lo preocupante de tal tumbaito es que no queda restringido a la conductaguachamaronade ciertos colectivos sociales, marca también la conducta empresarial, la corporativa y a las instituciones del Estado. Pareciera innecesario dar algunos ejemplos de esto último, pero, por si acaso, recordemos el reciente discurso del Presidente, ante el Tribunal Supremo, en el acto de Apertura Judicial 2024. O el relato que acaba de hacer el Fiscal General de la República sobre el caso El Aissami.
Hace ya más de un año que se destapó este notable hecho de corrupción que comprometía altos niveles gubernamentales. Se habló entonces de la desaparición de más de 20 mil millones de dólares, cifra tan grande, luego de la reducción al mínimo de nuestra explotación petrolera, que podía paralizar la economía nacional. Cayeron las cabezas de algunos altos funcionarios y al señor El Aissami se le recluyó -según la vozpópuli- en el Fuerte Tiuna.
Ahora, aparece esposado y también su cómplice, el banquero del Estado. Los miles de millones de dólares robados a la Nación pasan de los veintitrés. La declaración oficial señala que ellos tenían como objetivo destruir la economía venezolana para generar el colapso del país, caos y miseria extrema... Lo que equivale a decir que no eran ladrones, sólo fichas que trabajaban para la derecha y el imperio. Ok, la vaina está del carajo, ahora nos cuentan una de vaqueros.