En la reciente encuesta de Schemel el PSUV obtuvo un 33% de respaldo y dobló a los partidarios de los partidos opositores que obtuvieron sólo el 16%. A lo mejor la cercanía del encuestador con el gobierno ayudó algo, pero, eso es nimio, lo trascendente es que el 51% de los entrevistados se declararon ni-ni.
Si validáramos estos datos, el evento electoral será, con mucho, el más complicado de los 25 años del partido gobernante. Bastante más que para la oposición. Ella pudiera conformarse, a pesar de su veterana torpeza, en un sólo bloque, atrayendo buena parte de ese ni-ni.
Al PSUV, le ha hecho mucho daño los años transcurridos luego de Chávez. Sin él la revolución les quedó grande. No pasa de ser, ahora, un partido socialdemócrata, al estilo de la AD del 41, o tal vez, del Partido de la Revolución Mexicana de los años 30.
Pero, más allá de las ronchas que tal afirmación levante, lo cierto es que el PSUV está descendiendo por una pendiente cada vez más inclinada. Sólo la arrogancia los lleva a desafiarla. No quieren ver lo obvio. Lo que suceda en esta cuesta abajo es culpa del Partido, no de su conductor -y estoy bien lejos de excusar a Maduro- les sería muy fácil así evadir responsabilidades. Las revoluciones, a diferencia de los regímenes liberales o de los dictatoriales, deben ser conducidas por un equipo, esa es su primigenia y virtuosa esencia.
Así ocurrió en los primeros cinco años de la revolución bolchevique, un equipo de iguales la dirigió. Luego de la muerte de Lenin, la cosa cambió dramáticamente. Es bueno leer "El último combate de Lenin". Allí Moshé Lewin nos dice: Los dirigentes y administradores del Estado revolucionario se sienten tentados a anteponer los privilegios a la función que los justifica... Se estaba refiriendo al Buró Político bolchevique que, de ser una dirección colectiva de siete hombres con la misma jerarquía, se convirtió en el cubil de los alabanceros estalinistas. Ya vimos las consecuencias.
Al morir Chávez, que era una figura absolutamente excepcional, el Partido debió llenar ese vacío, conformando una dirección colectiva y revolucionaria, con Maduro dirigiéndola. Lejos de eso se promovió el culto al presidente y su impuesta continuidad. La revolución se va deshaciendo.