Y yo que pensaba atrapar la felicidad en estas Navidades

¡Pobre de mí! Dice una canción y, que conste que, no me arrepiento, año tras año, he esperado trepar en buena parte a todos los confines de la vida por descubrir y, en ese recrearme de expectativas no dibutativas, sino reales, es decir alcanzables, por lo que en este año 2022 me inflé de mucha alegría que quizás pasen de largo y, dentro de mi psicología que encaja a pulso en lo socrático, por lo menos puedo opinar sin resentimiento alguno en este intrigante desorden que pareciera un engaño más dentro de ese transcurrir que no planificamos, ni podemos hacer nada que mejore el lograr la estabilidad del bienestar de todos, en parte la mía es sin egoísmo alguno.

Aclaro que no sé o, quizás percibo la felicidad como una palabra muy subjetiva que cada quien la interpreta a su manera y yo con mi risa me atraganto de esa paz que me reconforta cuando no ofendo, ni le deseo mal a alguien, es más, me abruma y hasta crítico a los típicos extravagantes que son felices por demás aunque sea maldiciendo el quehacer de otros con su música de suspiros entre vitores de vigores que les da fama de recios personajes que respiran la solidaridad de sabios ultrosos.

Bueno, lo cierto es que yo que quería, es decir, deseaba ser feliz en este pequeño compartir de las Navidades de este diciembre que entró en nuestras vidas de un año más que pronto se irá y, el por venir está para muchos en la mira de sus buenos deseos salpicados dentro de la estadística de lo relajante de abrumadoras felicidades y posible es decir, un feliz año para ti que es bastante venturoso, aunque el abrazo de solidaridad está por verse, pero algo es algo, si de recrearnos se trata.

Dichosos y bien afortunadas todas aquellas personas que en esta Venezuela de la actualidad ansiosa, podrán saciar sus deseos de placidez en buena parte de darle vida al momento actual de complacerse a sí mismos y que nos dejen a los pobres ver y percibir lo que por lo general nos está prohibido por lo poco que nos entra para administrar en comidas, sabores y bebidas, como parte de una felicidad que para la mayoría es inalcanzable y más ahora que nos rodea el verdor de un poder que entró en nuestro panorama en ebullición extensiva desde el Norte y nos trampea el presente como el futuro que, posiblemente las estrellas del firmamento pudieran ser más alcanzables a nuestra petición de ser dentro de esta dinámica que nos lleva de mal en peor, pero bien para pocos y, nuestro concilio será que el siguiente año será mejor con su presupuesto bien afinado para no traspasar esa raya amarilla como castigo que, nos somete a diario a padecer dentro de la esperanza que siempre está por venir, pero jamás llega a satisfacernos.

Antes le pedíamos al Niño Jesús y, con ese sueño nos dormían y luego despertábamos llenos de ilusiones, pero esa ilusión ahora la satisface S"anta" que jamás se aparece en los hogares pobres, pero somos felices y cuál es para mí la mayor felicidad, pues, el estar vivo, porque seguimos soñando que eso nadie no los puede quitar, ni importa que no haya hallacas ni pan de jamón, pero sí un gran corazón como coraza que refuerza sentires y padeceres y que rebota en darle más esperanza a la esperanza al amarillo, al sur y al rojo y a la libertad de que por lo menos subsistimos, no importa que estragados de bajos sentimientos, pero la moral y las luces siempre nos acompañan, no importa que el dólar nos haga cada día más pobres y compre la felicidad de muchos, pero seguimos soñando que es vida.

Dice un dicho popular que, comer escondido es más sabroso, y quién no, mientras, yo relleno mis ideas de tranquilidad con una paz interior que no la brinca un venado y, la salsa de mi atracción es que a Venezuela cada día la quiero más y, a todos aquellos que andan perdidos en su miseria humana también tienen cabida para pensar y desear que algún día seremos mejores, no importa que la brújula del conformismo siga dando saltos esporádicos y el balance de la justicia social algún día llegará, pero por los momentos me recrea desearles que vivan el presente, aunque no lo traguen y que tengan un "feliz" año y recuerden que seremos lo que queremos ser con la voluntad de la solvencia que el pasaporte de la vida no nos desampare y, aquellos que se fueron cualquiera el motivo, se les recuerda que siempre los recordaremos y que acá la vida es como el cuento que empezamos, "hubo una vez", pero posible es, seguro que sí.

Ah, y les recuerdo que, el que dice que no, dice que sí y, además, no hay amor sin dolor.



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Esteban Rojas


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