Bolívar echando vainas

¡Qué vainón les echó Bolívar a sus enemigos de siempre! Todavía sigue dirigiendo pueblos que no se rinden, creando movimientos emancipadores, asustando reyes e imperios de sólo asomar la punta de su espada.

Todos, sin excepción fueron (y son) efímeras piltrafas; mientras el mago de los imposibles, simplemente se hizo inmortal y no cesa de recrearse cada día en cualquier rincón donde florezca el bien.

Matarlo a traición, no pudieron, aunque la traición terminó matándolo de pena. Ninguna derrota logró derrotarlo, y se creció tras cada tropiezo, haciéndose maestro en "el arte de vencer".

Es verdad que sufrió tristezas, pero contagió alegrías. Es cierto que poseyó riquezas como el que más, sin importarle tener que vivir por espinados momentos de pobreza, siéndole necesario apelar a la caridad de los amigos.

Bolívar dicta cátedras cotidianas de dignidad. Su fantasma mantiene en jaque a la canalla que se ha organizado en la transnacional antibolivariana más grande de la historia. Estos enemigos de la humanidad (a los que no nombraré por decencia), vociferan cualquier calumnia que se haya urdido desde los tiempos del Loco Mérida, Ducoudray Holstein, Riva Agüero y Lorenzo María Lleras.

Los gringos han intentado las más inverosímiles estratagemas para domesticar el legado bolivariano, como en vida conspiraron en su contra a través de tipos matones, aristocráticos esclavistas, genocidas de pueblos originarios, como Willian Henry Harrison, Joel Poinset y Willian Tudor, directamente mandados por los presidentes de turno en Estados Unidos.

¿Alguien recordará a estos agentes imperialistas? ¿Quién les habrá ofrendado una canción?

Para conocer a Bolívar bastaría ir mirando la lista de sus detractores: la gusanera más asquerosa les antecede: la podredumbre moral que destilan causa náuseas hasta en las cloacas del averno.

El Libertador, en cambio, ha inspirado a la poesía universal los más sublimes versos. Por doquier se cantan himnos a Bolívar. La trova libertaria de Abya Yala apela a su nombre para decir Patria, para jurar lealtad y soñar futuros.

Bolívar no pudo ser borrado de la historia (aunque lo tacharan en los textos) por más saña que le imprimieran los santanderistas en la Nueva Granada, los paecistas en Venezuela, la oligarquía peruana, las editoriales españolas. Imposible soslayar la gesta gigantesca de aquel genio de la libertad, al que la gloria se le rendía enamorada.

Menos pudieron sacarlo del corazón de los pueblos que hermanó como la hilandera que teje con hilos del alma.

Bolívar vivió más allá de la muerte en la lucha de Rafael Urdaneta por sostener su proyecto emancipatorio. Baralt lo reivindicó en la historiografía abriéndose paso entre los políticos que usurparon el poder de la República defenestrando a su fundador. Zamora hizo renacer los senderos de justicia perdidos.

El cubano José Martí rescató el bolivarianismo revolucionario a finales del siglo XIX, mientras el nicaragüense Augusto César Sandino lo relanza la primera mitad del XX.

En Ecuador, el Viejo Luchador Eloy Alfaro y su compatriota José Peralta, renuevan la vocación antiimperialista del Libertador a inicios del siglo pasado, y se plantean acuerdos (Pacto Secreto) con el presidente venezolano Cipriano Castro, José Santos Zelaya de Nicaragua, y el colombiano Rafael Uribe Uribe en la más absoluta orientación bolivariana.

Bolívar es el tema de conversación en una modesta casa frente al Océano Pacífico peruano, donde la revolucionaria Manuelita Sáenz, acompañada del Maestro Simón Rodríguez, reciben al italiano Giuseppe Garibaldi, artífice de la República de Italia.

Miguel de Unamuno dialoga con el Bolívar que lo deslumbra. Gabriela Mistral, Neruda y Rubén Darío y Miguel Ángel Asturias, y Los Olimareños, Gloria Martín, Lilia Vera, Los Guaraguaos, Serenata Guayanesa, Silvio Rodríguez, Pablito Milanés, Alí Primera, Miguelito Ordóñez y muchas gaitas del Lago Maracaibo, joropos llaneros, milongas sureñas; cantos de Inti Ilimani, Quillapayún, y las guerrillas de Guadalupe Salcedo, Argimiro Gabaldón, Farabundo Martí, Fidel y el Che, y un Chávez reivindicándolo en el siglo que camina, más la infinita creación artística del pueblo indoamericano que incesantemente invoca a Bolívar para existir y resistir.

¡Qué tronco de vaina les ha echado Bolívar a nuestros enemigos! Hacerse el muerto desde hace 192 años, cuando nada indica que algún día vaya a morir de verdad.



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Yldefonso Finol

Economista. Militante chavista. Poeta. Escritor. Ex constituyente. Cronista de Maracaibo

 caciquenigale@yahoo.es      @IldefonsoFinol

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