Migajas de vida

DIARIO - MAYO-2022

21-5-22: LUEGO DE VARIOS DÍAS de lluvia, al fin se asoma cierto veranillo. Días atrás fueron de totumazos de agua, de vaguadas por toda la región andina con una inclemencia pocas veces vista. Salimos hoy a las ocho de la mañana hacia Canaguá, con un sol reverberante pero esplendoroso, hasta entrañable. Antes de coger la autopista, nos detenemos donde el frutero Eliécer, en La Parroquia, para hacer algunas compras. Siendo Canagua tierra excelente para sembrar casi todo lo que uno quiera, y de hecho casi todo el mundo siembra algo, es difícil conseguir buenas verduras o frutas. O en caso de conseguirlas, exprimen los bolsillos, y ahora con la fiebre que ha traído sembrar café, muchos se olvidarán o no tendrán tiempo para ocuparse de las hortalizas.

Viajar remueve las dendritas, renueva los sentidos y expande la gloria y los deseos de vivir.

Una vez que cogemos la empinada cuesta de Estanques, enfilando ya hacia Los Pueblos del Sur, entramos en un terreno escabroso: vamos dando trompicones con la camioneta, navegando a veces entre verdaderos cráteres. El paisaje desde estas primeras cumbres nos comienza a mostrar, a la izquierda, la espectacular autopista que entronca con los túneles, vía El Vigía. Luego a la derecha la imponente vista de El Anís y toda la zona de Chiguará. El traslado en buseta desde Canaguá a Mérida cuesta doce dólares, lo que no me parece caro tomando en cuenta lo estropeado del camino y que se trata de un viaje de seis horas.

Hemos visto carritos de paseo que se atreven a internarse en estas montañas, y quedan, como suelo decir, destartalados y escarranchados. El crecimiento de la vegetación es tan feroz, dándole tales dentelladas al camino que le quita casi todo el espacio a la vía. Ahí vamos sorteando grietas, maniguas atravesadas, zarpazos de vejucos que bambolean de los grandes árboles, derrumbes, amojonamientos de barro, palos y piedras. Mientras conducía me entregaba a otros pensamientos, recordé que el presidente Maduro ha creado una nueva línea en las redes para reportar necesidades del pueblo con el 1x10, y éste problema en los caminos de Los Pueblos del Sur debe considerarse algo prioritario para estos fines, y sería darle empuje a miles de familias que viven de la agricultura y de la cría. Bueno, pensaba también, que alguien podría decir: "-Pues, miren a Sant Roz que parece que la crisis no lo ha golpeado como a la mayoría, que todavía tiene camioneta y se permite de vez en cuando, ir a visitar su casita en el campo, a unas cinco horas de Mérida". Tienen estos críticos, en parte, algo de razón, pero debo decirles que me he dedicado a disimiles ocupaciones para tratar de mantenerme a flote: vender un carrito que utilizábamos para los trajines de la ciudad, luego con mi esposa dedicarnos a producir café (trillarlo, tostarlo y molerlo), a hacer trueques, fletes y, hasta vender aceite quemado entre otras actividades más. Pero la explicación de estos medios de defensa en medio de la espantosa guerra económica que hemos vivido, los dejaré para otros escritos. Sí, tengo una camioneta que cuesta los cuatro ojos de la cara sostenerla. Poco antes de hacer este viaje tuve que arreglarle algunas cositas, porque mi mujer no deja de recordarme que se nos está chatarreando y que llegará el día en que nos podamos quedar sin ir a ver nuestra siembra, nuestra huertecita, nuestra casa. Pues, con unos minúsculos ahorros le hemos ido haciendo las revisiones más esenciales: una puerta por donde se le estaba metiendo el agua, reponer los requeridos niveles de todos los líquidos, la compra por cuotas del aceite, lo del engrase de sus articulaciones. En fin. Por falta de grasa hace dos años se nos dañó el cardán. Pues, para evitar otros daños por falta de engrase, me dirigí al taller mecánico de Niño y como no tenía en funcionamiento el compresor, entonces fui a donde Juan, el mecánico de los frenos, quien me atendió muy amablemente. Pensé que ponerle la grasita no debía ser costoso. Buscaron un viejo inyector y en tres minutos vino un muchacho y me dijo: "-Listo, señor". Con cartera en mano fui a la administración del negocio donde dos obesas damas, muy ejecutivas, que debo confesar que me dieron muy mala espina, comenzaron a mover papeles y a dudar qué cobrarme, hasta que a la final oí el golpe mortal: "Son doce dólares, señor Rodríguez". ¡Doce dólares! Me quedaba por revisar lo de la puerta, fui a otro taller, iba asustado, y por fortuna, un muchacho de nombre Adrián, más generoso que amable, destapó unos conductos atapuzados de barro y no me cobró nada. Entre unas de cal y otras de arena, así vamos llevando la vida, entre susticos, resuelves y saltitos de alegría porque aún seguimos tirando, pero siempre con espíritu de chamos.

Esa camioneta nuestra, que nos lleva y trae, la compramos usada hace unos doce años, y fue en una operación que considero milagrosa: la tenía una enfermera que trabajaba en Camiula, y en un principio no me pareció la más adecuada para mí por lo duro que podía llegar a ser para manejarla, pues es del tipo sincrónica, moderna pero rústica. La probé, le encontré ruidos raros, anduve indeciso hasta que le dije a la doña que no estaba interesado. Había vendido mi carrito, que no era cuatro por cuatro, y al mismo tiempo y urgido, me di a la amarga tarea de buscar alguna oportunidad, visitando docenas de concesionarios. Comencé a ver que los precios se estaban disparando aterradoramente, y a los pocos días llamé a la enfermera de Camiula quien me dijo que ya la camioneta la tenía vendida. Perdí el pulso, cogí aliento y me lancé en súplicas proponiéndole que en el acto le daría en efectivo el importe, y que nos viéramos de inmediato donde ella dijera. El milagro se dio porque la mujer recapacitó y repuso: "-Bueno, vamos a vernos en una hora en el Banco de Venezuela". No sé si me había dicho una mentira sobre que ya tenía vendido el carro cambiándolo por un apartamento, pero si lo hizo funcionó tanto para ella como para mí. En la raya, considero, que hice aquel negocio, porque a partir de entonces nunca más vi en ventas de carros usados este tipo de camionetas al precio que adquirimos la nuestra.

Poco después de Las Labranzas nos detuvimos a tomar café, vimos la inmensidad de aquellos conmovedores parajes por donde discurre la Cuenca de El Chama y se ve una gran claridad apenas empañada por una especie de calima. Según algunos meteorólogos esta calima proviene del desierto del Sahara. Ahí, entre sorbo y sorbo estuvimos un rato contemplando esas estribaciones que cogen hacia las tierras de Barinas, sus picachos y morros en forma de papelones perdiéndose en infinitas degradaciones del azul y del gris. Continuamos la marcha, el carro encendió perfectamente, embragamos confiados la primera y nos hundimos entre una cadena de frondosos pinos. Hay suspiros que traspasan el esternón con la plenitud de la gloria, ensanchan la pleura, recorren todos los resquicios de los bronquios, oxigenan los pulmones y la sangre se renueva de tal modo que ya uno se cree de nuevo un carajito. Pasamos por el Páramo de Las Nieves y se inició el descenso hacia los predios de la Cuenca de Uribante.

Cerca de la una de la tarde, por los lados de la antigua hacienda Los Marañones, nos detuvimos a yantar. María Eugenia trajo preparado unos sabrosos sanduches con queso que trasegamos con agua de limón y papelón. En masticando también nos bebemos esos vientos veraniegos que encorvan las matas más recias como los pinos y los yagrumos. Esta zona es umbrosa, apacible, relajante. Verde por todos lados, ganado pastando al fondo de una extensa pradera, se ven los callejones que propician las grandes vaguadas como costras enormes en las laderas.

Llegamos a nuestra casita de El Valle de la Luna, a la una y media de la tarde, encontrándola en perfectas condiciones. ¡Carajo!, qué falta tan grande nos hace nuestra perra Solita, la que salía enloquecida a saltarnos, a hociquearnos y besarnos. Por doquier en esta casa se siente su inmensa ausencia, y cómo la lloramos cada vez que se nos atraviesa el recuerdo de aquellas sus locas correrías, sus espasmos y ladridos, sus gemidos con los que nos levantaba cada mañana. Aquel salpicar de patas invitándonos para que la sacáramos a caminar por las montañas. Aquellos ojos de parapara amorosos y vivos. He de confesar que era tanta su inocencia, su cariño, su entrega, su desaforada lealtad y nobleza, que su partida ha sido de lo que más me ha dolido en este mundo. Vivo con esa herida sangrante en todo lo que me recuerda a ella.

22-5-22: Hoy domingo hemos tenido visita de muchos amigos de la aldea. Ha venido la vecina Engracia y su hija Lucía Valentina; Neptalí, su esposa Marcolina y su hijo Toñito, Manuel Ovidio y Alesio (hermanos de Neptalí, éste último nos trajo un racimo de cambur), Consuelo, cuñada de Neptalí (quien nos trajo yuca, limones y dos huevos de pisca), las nietas de Consuelo (Orianni y Arianni con una bella chirimoya), el señor Corsino y su hijo Enrique (quienes nos trajeron huevos) y ya casi cerrando la tarde llegó Ángel del pueblo con una sonrisota de oreja a oreja.

Con ellos hemos conversado de los últimos grandes acontecimientos en el pueblo. Del problema de la gasolina que tiene casi dos meses que no llega y que precisamente se está a la espera de una cisterna para mañana. Se calcula que hay en la cola más de doscientos carros y unas quinientas motos. Hablamos del tiempo, del momento cuando ha de cortarse la madera y capar los animales (sean toros, cerdos, perros o gatos) que debe hacerse en menguante, también del inevitable tema de la producción de café, tomando en cuenta que fue el Municipio Arzobispo Chacón quien obtuvo el segundo lugar en la Feria del Café el pasado abril, con participación de famosos catadores de varios países. Existen muchas versiones sobre cómo fue que el joven, ahora héroe canagüero, Santiago García, logró esta grandiosa victoria. Sin ninguna duda que en la zona de Canaguá se produce el mejor café de Venezuela y uno de los mejores del mundo, dada las condiciones del terreno y de su altura. Notables empresarios colombianos se trasladan a Canaguá a comprar café. Lo compran con los ojos cerrados. Casi todos coinciden en que en este pueblo muy pocos conocían del famoso evento, que sólo estaban enterados los más ricos negociantes. Ocho días antes llega la noticia, y los productores más famosos, movilizan sus jornaleros, recogen cientos de cargas en camiones 350, y se trasladan en volandas a Caracas. Algunos creían que el referido evento se trataba más de cantidad que de calidad. El joven Santiago García, en una marusa coge y se lleva para la primera prueba, dos kilos de su cosecha, y como puede parte en una cola hasta Estanques, un recorrido en carro de más de cuatro horas. De aquí alguien le da otro aventón y llega al Anís donde se han concentrado otros caficultores canagüeros, para ver cómo hacen para llegar a Caracas. Allí se queda Santiago varias horas varado sin saber qué hacer, y como último recurso decide llamar a un viejo comprador de su café que reside en el Estado Lara, quien le dice que se vaya al aeropuerto de El Vigía que él le paga el pasaje. Es así como este muchacho consigue llegar al Fuerte Tiuna, lugar del Concurso. Esta es la historia que me ha llegado aquí a El Valle de la Luna. No sé si es veraz, porque tengo planes de ir al pueblo a conversar con el afamado muchacho para confirmarlo.

Se cuenta que la fama que adquirieron tanto el café de Tovar como el de Santa Cruz de Mora fue gracias al escapulario ajeno tomado de los caficultores de la zona de Canaguá. Negociaban tovareños y santacruceños el café canagüero diciendo que era de ellos y así lo difundían por todo el occidente del país.

24-5-22: ha lloviznado tenuemente por la madrugada. El día se presenta apagado, luego de tres días de intenso verano. María Eugenia ha podado el ficus que está en el porche, y ha estado arreglando las cortinas de los cuartos y dándole algún cambio a los muebles de la casa.

Nos ha visitado Jennifer (hija de un sobrino del señor Corsino) nos trae huevos y cambures verdes. Pregunta que cuando regresaremos a Mérida porque sus padres están interesados en mandar unos bultos de café. Por cierto, el café se ha disparado como nunca, quizá a partir de que Canaguá quedara en segundo lugar en la Feria que se realizó el mes pasado. Se vende en 5.2 dólares en azul, lo que representa un incremento de un setenta por ciento en relación con lo que se pagaba el año pasado.

De nuestra cosecha nosotros recogeremos café para prepararlo criollamente, es decir del tipo corriente.

Nos ha visitado Ángel y quedamos en podar el guamo negro ubicado en el cambural el próximo día viernes.

He hecho una caminata hasta los predios de la propiedad de Onofre. Habiendo pasado la hondonada de los pinos y remontado la cuesta hasta El Cobre, salieron dos perritos bien escandalosos, y detrás de ellos vi a Toñito. Le pregunté por la familia y me dijo que su papá estaba trabajando en la albañilería de la casita y hasta allá me dirigí. Encontré a Neptalí metido de lleno en la construcción junto con el maestro de obra. Pasó Neptalí a mostrarme la nueva instalación en la que tienen a las cabras: excelente trabajo con madera y techo de zinc, construida un poco más abajo de una hilera de matas de guayaba, en plena falda de un cerro. La vista es conmovedora, se ve al fondo todo el camino real, el impresionante valle que va desde la escuelita hasta el camino que conduce a la finca de Ever Molina. Muchos caminos se han ido abriendo por toda la montaña de Los Atalitos. En la vertiente derecha se ve la casa de señor Antonio, la del señor Juvencio y la de Alesio. La de Silvio, a un lado del río no se aprecia porque la tapa el bosque. Me contó Toñito que tiene siete cabras, que está vendiendo leche y tiene a la venta dulces de leche por encargo. Me detuve un rato recorriendo la casita que está construyendo Neptalí, y vi al maestro colocándole las instalaciones eléctricas. La tiene ya frisada, pero le hace falta el cemento para el piso. Estando allí, llegó un camión cargado de arena. Neptalí me mencionó varios proyectos que tiene para el área exterior: hacer un muro o un volado para aprovechar unos tubos estructurales que le sobraron; hacer un corredor para guardar el café y reservar un espacio para que se puedan estacionar algunos carros. Neptalí, que durante mucho tiempo tuvo una famosa posada, Las Hortensias, piensa retomar este negocio, y el lugar se presta por la hermosura del paisaje y el grandioso paraje en el que ha situado su casa.

Continué mi camino disfrutando del agradable ambiente, un poco frío, sin nada de sol. Silencio total, pasando al lado de las vacadas, viendo la casita de Francis (hermana de Jennifer) allá abajo al fondo del sendero. Llegué hasta el portón rosado a cuyo lado hay una frondosa mata de guayabitas del Perú. Crucé un bosquecito y me fui internando en la inmensidad de la calma más sagrada, hasta la cuesta que conduce a la casa de Onofre, y aquí emprendí el regreso….

25-5-22: Cada cual viene programado con sus genes a cumplir un papel en este mundo. Existen aquellos que poseen, digamos, una genética que los ubica entre la clase de los Pendejos. Por otro lado, está la clase de los Negociantes que poseen el don o el poder de decodificar a los Pendejos para dominarlos y utilizarlos a su antojo. La detección de un Negociante a un Pendejo es inmediata, e incluso llega a ser hasta inconsciente. Los Negociantes envían señales a los Pendejos que se suponen cumplirán de manera automática, sin pestañar, sin vacilar. Si un Pendejo llega a desobedecer una orden enviada por un Negociante éste lo interpretará de inmediato como un desafío, algo imperdonable. Se considera por parte del Negociante, que el Pendejo ha nacido para obedecerle, para cumplirle, para no dejarle en la estacada. Esto fue muy bien entendido y analizado por Marx.

27-5-22: No sé si es porque ahora soy más consciente del valor del tiempo, por lo que cada vez más me estoy ocupando más del valor de la tierra, de lo que produce. Ahora viejo es cuando me estoy dedicando a la siembra de un poco de café y me mantengo atento a cómo le afecta el cambio climático, las variedades que se adaptan mejor a este clima, las distintas floraciones que dan al año. Creo que este ha sido el año más lluvioso en décadas. Lluvioso y con la alternancia de unos soles abrasadores, quemantes, y hasta enfermizos puedo decir.

Ayer, con María Eugenia, me dediqué a limpiar la calzada que bordea la casa y da hacia el río. Fue una jornada dura por lo pedregoso del terreno y el monte recio que se había venido formado. Los planes que tenemos es sembrar café en esta calzada.

Hoy, con mucho dolor le hemos dicho adiós al frondoso y viejo guamo negro que nos acompañó durante más de diez años, aquí en la casita de El Valle de la Luna. El pobre guamo estaba cundido de esa plaga que por estos lados llaman pajarita. Lo ha descopado Ángel, y el terreno que da al camino ha quedado como si hubiese pasado un vendaval, arrumándose en él grandes promontorios de troncos, ramas y hojas. Ahora el sol le llega de pleno al cambural, al cafeto, al eucalipto, al naranjo y al mandarino y nos tranquiliza que las raíces no causen daño al séptico y a la tanquilla de sedimentación. Ha sido un día de mucho trabajo y tenemos leña para el resto del año.

Por agosto vamos a tener nuestra mejor cosecha de café. Creo que vamos a tener al menos una carga.

Nos echamos un descanso por la tardecita, mientras nos tomamos un té de orégano. Nos sentamos en el porche a contemplar la inmensidad inmarcesible de la montaña Los Atalitos. Ahí vemos pasar muy bien acicalado el señor Evencio, cosa que hace después de la dura jornada del día. Imaginamos que va a hacerle una visita a los amigos que están por allá abajo, por los lados de Cheo. Mañana temprano lo veremos con el andrajoso traje de trabajo. Ahí nos estamos pensando las cosas de este mundo, que a fin de cuentas, lo que sirve es una sabiduría que se relacione con el conocimiento de la tierra, de las plantas, de los animales, del tiempo de sembrar y del tiempo de cosechar. ¿Qué no está arraigado en lo que se pueda labrar, crear o abonar con las manos? Le sale del alma decir a María Eugenia que este es el lugar más feliz del mundo, tal vez algo parecido a la Montaña Mágica que nos describe Thomas Mann, con la gran diferencia de que aquí no hay un sanatorio, y si hay enfermos, por lo general son muy pocos. Aquí la magia de la montaña nos hacer brotar los sentimientos más solidarios con la gente, con los animales y las plantas. En mil novecientos metros cuadrado de terreno poseemos toda la riqueza del universo, un espacio para explayarnos viendo las estrellas por la noche. Un espacio con una troja donde colgar las hamacas y mirar la gloriosa placidez de todos los azules, verdes y amarillos de las montañas. Mil vericuetos en los palmos de caminos dentro del terreno por el que no nos cansamos de caminar viendo las moras, los limoneros, el cambural, la granadina, el precioso eucalipto, el mandarino, que todo eso nos lo sabemos de memoria pero que en cada recorrido encontramos algo diferente.

Todo el mundo por aquí está dedicado a cultivar la tierra, a ponerla a producir y la gente ha aprendido a hacer todo por sí misma. Ángel tiene conejos, Toñito cría cabras, Consuelo atiende una bandada de piscos y pavos, cada casa tiene sus vacas y becerros, unos para la venta matan ganado y otros cochinos. Doña Rosa, la esposa de Jairo, cultiva rosas y son tan bellas que vienen del pueblo a comprarlas, tiene el más hermoso jardín en cien kilómetros a la redonda. Se consigue queso, cuajada, dulces de leche de cabra, huevos, entre los productos que más se consiguen está la yuca, la caña, el maíz, el cambur, cierto tipos de plátano, ocumo, lechuga, tomates y pimentones (quien se propone a sembrarlos), papa, apio, cebolla, auyama, mora, fresas, limones, mandarinas y naranjas, además de toda clase de yerbas medicinales.

29-5-22: esplendoroso día el de hoy domingo, que nos ha permitido arreglar en parte el gran vendaval de ramas y hojas que ha dejado el descope del guamo. El colchón de hojas secas es tan grande que al pisarlas nos hundimos hasta los tobillos.

A las dos de la tarde ha venido Ángel para hacer la caminata que habíamos acordado hasta casa de Ramón Isidro. Aprovechará Ángel de entregar una harina de juquial a una familia que vive más abajo del borde de la explanada, el punto desde el cual se contempla el pueblo de Canagua. A un lado de este está el terreno del hacendado cafetalero Luis Díaz. Vamos con el encargo de traerle de donde Ramón Isidro un queso a la vecina Engracia. Pasamos por El Cobre y nos detenemos a ver el aprisco de Toñito y la casita que está construyendo Neptalí. Continuamos la marcha pasando por el filo de esa cuesta con sus maravillosas vistas como ya hemos señalado, la vista del camino real y la tupida hondonada por donde corre el río La Coromoto. En el camino nos enteramos que Ramón Isidro no está en su finca sino en el pueblo porque tiene a su suegro muy enfermo. Pasamos dejando a un lado el desvío hacia la casa de Ramón Isidro y continuamos hacia lo que llaman El Borde, allí donde se ve el pueblo de Canaguá.

Pocas veces he visto un día tan esplendoroso. Comenzamos a descender hasta que en un punto Ángel se detiene para abrir un tranquero. Nos encontramos a la entrada de un camino, como encantado por las artísticas figuras que forman antiquísimos árboles de cínaro blanco. Nos vamos adentrando por un frondoso bosque. Parecen los troncos figuras humanas voluptuosamente entrelazadas. Así vamos ascendiendo hasta dar con una casita en cuyo porche vemos varias personas conversando.

  • Pasen, siéntense.

Hay unos niños. Unas muchachas se retiran y nos dejan sus puestos. Están dos hombres que nos miran algo extrañados. Nos sentamos. Miramos el ambiente por los alrededores, un sembradío medio acabado, un jeep metido en un garaje, una siembra de café, un perrito chiguagüero muy simpático, que no ladra y todo se le va en mover el rabo. Sí, aquí ha pasado una gran desgracia, y el aire pesado, los rostros, todo así lo indican. Ángel, muy amigo de esta familia, ha pasado al interior de la casa a entregar el juquial y a conversar con la familia.

Luego vinimos a caer en la cuenta que nos encontrábamos en casa de un conocido hacendado que murió hace poco de un ACV, persona de unos cincuenta y ocho años que ha dejado en la orfandad a varios hijos pequeños, encantadores y muy listos como vamos viendo. El referido señor, sufrió el ACV una madrugada, en momentos en que se encontraba haciendo una cola para echar gasolina. Era buen guitarrista, y allí su hija nos mostró una foto en la que aparece su señor padre elegantemente vestido con su guitarra en las manos. Una desgracia que yo atribuyo a las sanciones y bloqueos pero que otros por aquí se las achacan al gobierno (y lo mejor es nunca entrar en estos terrenos porque arderá Troya). Nosotros nos quedamos en el porche conversando con el señor Luis Díaz. Nosotros tenemos una siembrita con unas trescientas matas de café, y el señor Luis tiene en su terreno unas veinticinco mil matas de café, y por eso está muy preocupado por lo costoso que está el abono. Así nos estamos una larga hora departiendo con la hija del finado quien también está aprendiendo a tocar la guitarra y comentándonos cómo ha estado el asunto de la repartición de la herencia, porque el finado también tenía unas tierras por los lados de Casanare, a donde la familia va de vez en cuando a ver un ganado. Al parecer por Casanare hay buen pasto para el ganado, cuando las vacas paren se las traen a Canaguá. Conversando con don Luis Díaz sobre el problema del cultivo del café lo encontramos muy preocupado por el alto costo de los abonos. Se ha desatado por estos lados, a partir de la feria del café en Caracas, como hemos dicho, una fiebre intensísima por cultivar este rubro. Nos extrañó que en ningún momento llegáramos a ver a la viuda, pero cuando emprendemos el regreso, Ángel, que estuvo conversando con ella casi una hora, nos refiere que la pobre desde la muerte de su marido está profundamente deprimida, con unos encierros en los que no quiere ver a nadie. Se trata de una señora joven, de unos treinta y cinco años, que no hace sino tratarse con médicos psiquiatras.

Por el camino de regreso, nos encontramos con Gaudencio, quien iba con una camioneta Toyota cargada de matas de café de la variedad llamada Villa Nueva para sembrarlas en su finca. Nos invitó a compartir un cafecito. Más adelante, a medio kilómetro de camino, nos lo volvimos a encontrar junto a un enorme y hermoso perro mucuchicero. Allí estaba descargando el café, entramos en conversa, más tarde se nos une Onofre, vecino de Gaudencio.

Regresamos a casa cerca de las siete de la noche, debo reconocerlo, bastante cansado, tan cansado que no quise ni cenar.

En quitándonos las botas, llega Cheo para obsequiarnos un medio fardo de cambures verdes y seis huevos. Había estado esperando a que llegáramos para entregarnos estos alimentos. Hemos preguntado por su hermano que ha estado malo con un viejo acceso en una pierna, y nos ha dicho que ha seguido mejorando gracias a una medicina preparada con moringa.

30-5-22: Hoy ha sido el día de arrancarle a las matas de café y de limón esa furibunda plaga de pajarita. La pajarita tiene la habilidad de camuflarse con las hojas de los árboles, es casi idéntica, echa unos bulbos sobre las ramas, se expande y seca las matas, la produce el excremento de un tipo de ave.

María Eugenia ha hecho trabajo de albañilería cogiendo goteras y protegiendo el techo por los lados del cuarto de las herramientas.

Almorzamos frijolitos con paticas de cochino, generoso obsequio de nuestra vecina Engracia.

Como a la cuatro de la tarde, María Eugenia me corta el pelo, sentado, mirando el sublime espectáculo de la "V" infinita del valle que va cayendo hacia la infinitud del pueblo, frente a la cocina. Desde que estalló la cruenta crisis de 2017, ella asumió también este trabajo de peluquera. Me dice que he quedado "bello, bello", lo cual sólo ella se lo cree.

Por la tarde regamos nuestras maticas, porque el sol del día ha sido intenso, calcinante.

A las siete de la noche se fue la luz y nos fuimos al patio un rato a contemplar las estrellas. Hay que tomar en cuenta todo lo que uno se ve interiormente contemplando las estrellas, es tan relajante como absorbente.

31-5-22: escucho gritos de alguien que pasa en un camión. Están trayendo la comida para los niños en la escuelita, luego me percato que se trata de Carlos Chacón quien se acerca para saludarnos, viene con uno de sus amigos, el morocho Raúl. Poco después también se acercan las educadoras Vilma Díaz y Bolivia Cerrada quienes recorren las aldeas llevando comida para las escuelas. Hablamos del café y de los planes que tiene Carlos de cultivar unas doscientas mil matas: el boom del café en la región sigue disparándose. El Morocho nos ofrece de regalo unas veinte matas del tipo de Castilla y Villa Nueva. Nos enteramos de la gran variedad de café que existe en la región: manzano, caturra, criollo, villa nueva, araguaney, castilla, borbón, lo cual quiere decir que en nuestro patio debemos tener casi de todos esos tipos.

Me cuenta Carlos el terrible problema que se presenta al traer gasolina para estos pueblos, los costos son enormes. Hay que tomar en cuenta que para traer gasolina hasta Canaguá se invierten cinco días para poder hacer lo del traslado. Hay que buscarla en el estado Falcón y durante el recorrido se debe pasar varias noches durmiendo en la carretera, porque a las seis de la tarde hay que detenerse y pernoctar en algún lugar. No se puede viajar con esa carga de combustible de noche. Es decir, hay que ver todo lo que se debe pagar en comida, en desgaste del camión, en el chofer y el ayudante.

Por la tarde vienen Ángel y su señor padre a hacernos una visita. El señor Corsino nos cuenta que muy probablemente la semilla criolla de café, la que él conoció, esté por extinguirse. Por ejemplo, esa variedad "villa nueva", seguramente provenga de Colombia.

31-5-22: Acaba de morir en un accidente, un notable personaje de Canaguá, el señor Amadeo Mora. Se encontraba el señor Amadeo limpiando un terreno de su propiedad para sembrar, cuando al quemar un poco de hierba y al tratar de escapar del humo, lo envolvió la candela cayendo en un hoyo de cerca. No pudo salir y murió calcinado. El señor Amadeo era conocedor y apasionado de la historia de Venezuela y tenía el talento de recrear con su imaginación grandes gestas de la campaña libertadora de Simón Bolívar.

Yo no sabía qué son los hoyos de cerca y Neptalí me lo explicó. Recuerdo que hace unos tres años, me fui a hacer una excursión por los lados de la finca Los Marañones, cuando andando, de pronto caí en un hueco de metro y medio de profundidad. Era un hueco que estaba cubierto de paja. Resulta, que por estos lados no se conocía el alambre de púas y para cercar el ganado y lindar terrenos se utilizaban distintos tipos de cercas, entre ellas las de fique, las de baretas, que se hacían anudando palos con bejucos y las referidas cavas de hoyo. Las cavas de hoyo eran huecos en la tierra como de metro y medio. Se hacían largas filas que aún pueden verse en varios lugares de la región. Lo curioso es que ciertamente ni el ganado ni las bestias las podían traspasar.

1-6-22: Nuestra casita, gracias a su dueña, ha ido quedando arreglada, limpia, hermosa, con su jardín, sus rosas, trinitarias y cayenas. Se han podado los limoneros, se ha formado un grueso colchón con las hojas del guamo descopado. Y algo esencial: ya tenemos asegurada la leña para el resto del año. Como dijimos. Ciertas plantas en nuestro terreno son únicas de la región, por ejemplo, el garbancillo y el ficus, que llaman tanto la atención. Eso de que hay manos sagradas para la siembra de matas, es cierto.

Ha venido la vecina Engracia con su niña Lucía Valentina. Nos traen dos vasos colmados de currechete, divino dulce de la zona. También nos regala hígado de una vaca que han matado recientemente. La niña Lucía se queja de un fuerte dolor de oído y su madre dice que se lo curará poniéndole un poco de VicVaporú. Luego nos visita Neptalí y su esposa Marcolina. Hablamos hasta tarde noche.

3-6-22: Hoy regresamos a Mérida en medio de un día muy nublado. Se nos fueron los días y no pudimos bajar al pueblo a conversar con el joven Santiago García, quien obtuvo el segundo lugar en la pasada Feria del Café en Caracas. De modo que no pude reconfirmar la historia que tengo narrada.

Anoche repentinamente se desató un aguacero. A las siete de la mañana nos envuelve una gasa de niebla bastante tupida. Cargamos nuestros corotos en la tolva, hacemos la consabida hallaca envuelta con plástico negro. Sale la vecina a despedirnos. Le preguntamos cómo ha seguido Lucía y nos dice que con el VicVaporú, santo remedio.

Todo el camino es una bendición de espectacular belleza que en ocasiones nos hace sacar lágrimas.










 

(Mérida.2873@#0)



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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

 jsantroz@gmail.com      @jsantroz

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