No hubo un disfraz para la Virgen de Los Encargos…

1-3-22: MARTES DE CARNAVAL. Ayer no hubo corte de electricidad, y así se ha estado hasta ahora cuando son las ocho de la mañana. Me planto en el porche a ver las comparsas naturales de estos carnavales. Discurren por el camino real varias de ellas: la de los pavorreales y piscos, otra de cochinos, la de las cabras y gallinas, la de los perros cazadores, la de los becerros. Alguien me dijo que en la cumbre de Los Atalitos se aparece de vez encuando la Virgen de los Encargos. Que tiene muchos, se les encarga novios o novias, muchachos, buenas cosechas, atenciones en el cielo para los que se han ido y ayudas para los que les cuesta ganarse la arepa.

Por los vientos que soplan, al menos mediática y económicamente ya hemos entrado en la TERCERA GUERRA MUNDIAL. ¿Cuándo pasaremos al terreno de la confrontación militar directa entre las distintas potencias de este mundo? Bueno, está por verse, pero de nuevo el centro de este espantoso conflicto se encuentra en Europa, y lo que veo es que Rusia no puede retroceder en sus planes y estrategias, y los mediocres dirigentes de Occidente van directo a una derrota total. Hay un Guaidó en Ucrania, un tipo que realmente no es un político ni mucho menos un estratega. Pero es lo que tiene Occidente para tratar de ganar esta guerra. Según un cálculo del centro de Altos Estudios de la página ENSARTAOS, Estados Unidos produjo en el mundo, en cien años, unos 237 Guaidóses para manejar países a su antojo y robarles sus recursos. Toda América Latina ha sido y lo sigue siendo, un perfecto manojo de Guaidóses.

Luego de varios días apagados y con leves lluvias, puede ser que hoy salga el sol.

Ayer seguimos abonando matas con el pudre que hemos ido acumulando en el cambural.

Neptalí nació un 29 de febrero, de modo que hoy le corresponde celebrar su cumpleaños. Ha venido Natalí para pedirle a María Eugenia que por favor le haga la torta del "cumple" para su papá. El cumpleaños se celebrará en nuestra casa esta tarde a las 5.

El día sigue tapado, sin posibilidad de que vaya a salir el sol, hasta hoy a las diez de la mañana. Viene Ángel a tratar de arreglar la señal del televisor y luego de muchos intentos se va sin poder lograrlo.

Nunca por esta época se han visto días tan apagados.

A las cinco de la tarde llega Neptali con su padre, el señor Corsino (invidente), y su hermano Ángel, a los que se unen doña Marcolina (invidente), y sus hijos Natali y Toñito. Nos sentamos en el porche a conversar y recorremos todos los temas posibles, desde religión, política y agricultura hasta la poesía. Se habla de nuevo de la última cosecha de café y de cómo llegan por estos lares compradores colombianos con pacas de billetes de cincuenta mil dólares y más a buscar nuestro café. Estos colombianos quedan admirados de la calidad de nuestro café que luego exportan al mundo diciendo que es de sus cosechas. Luego pasamos a la sala a cantar el "cumpleaños feliz", y después a trocear la torta. Antes de trocearla, su hija Natalí le pide a Neptalí que pida un deseo, y él solemne y grave se detiene unos segundos con el cuchillo en la mano. De seguro que pide porque pronto pueda construir su casita en El Cobre, porque la que tenía (como ya hemos dicho) se la llevó la vaguada del pasado agosto. Abrazos y buenos deseos, flashes de los celulares, se reparte la torta con café y agua de panela.

A las 7:30 se va la luz, vuelve a las 12:30…

2-3-22: MIÉRCOLES DE CENIZA: hemos dado nuestra primera caminata desde que llegamos a La Coromoto. El día amanece apagado como todos los que se vienen dando desde el jueves pasado. Me dirijo al escaparate a buscar un pantalón cómodo para la jornada y me encuentro un viejo mono azul que un día compré en un remate en Caracas, cerca de la Avenida Fuerzas Armadas. Recuerdo que sobre una acera, un hombre tenía un promontorio de calzones a precios realmente increíbles y cogí uno azul y acolchado, grueso con grandes bolsillos. Un día que salí a caminar en Mérida con este mono y por los lados del complejo deportivo Las Cinco Águilas, se me vino encima un enorme perro blanco que me clavó los dientes a nivel de los jarretes, abriéndole un boquete que nunca remendé.

Nos ponemos las botas de goma, cogemos nuestros bastones, nuestras gorras, el morral y emprendemos la marcha con el dolor de que ya no nos acompañe nuestra inolvidable perra Solita. Cruzamos el río, vemos la siembra de café de Xioli en una falda casi vertical que corre a lo largo del camino, es tan placentero encontrarnos con estos lugares, volver a la hondonada de los pinos y pasar por El Cobre, donde Neptalí está levantando su casa. A lo lejos saludamos a Marcolina que está lavando unos cacharros en el lavadero, y le prometemos que al regresar nos detendremos a tomar café. Pasamos el segundo portón y por unos desfiladeros vemos a Neptalí, Toñito y Natali recoger café en unos tatucos negros. Los saludamos y continuamos la marcha. Vamos viendo al fondo de las inmensas faldas donde está la casita de Juvencio, y el camino que ha hecho Ever Molina para llegar en moto a su finca. Vamos oyendo el canto de los turpiales, el pío pío de los gavilanes y el canto de las urracas, rompiendo la conmoción del especioso silencio. Por los desfiladeros vamos viendo otras casitas en las que no habíamos reparado antes, una con un hermoso patio, bastantes aves de corral, una antena para coger canales de televisión. Pareciera, pues, que está naciendo una nueva comunidad por estos lados. Andando, yo le comento a María Eugenia retazos de la lectura de la "Montaña Mágica" mientras que ella me refiere lo que va leyendo de "Espléndida aurora" de Jack London. Poco antes de llegar a los predios de Onofre decidimos devolvernos. Con qué dolor recordamos al señor Antonio quien está muy enfermo, porque por estos lados el solía recoger café. María Eugenia va diciendo que tiene que preguntarle a Marcolina si ya encontraron al lorito que se les había perdido hace tres días. Nos topamos con un grupo de vacas, becerros y toros atravesados en la vía con toda la mansa honorabilidad de sus cervices que ni se inmutan cuando les pasamos por un lado. Nos ven aquellas doñas y señorones con sus solemnes ojazos tristes, adustos y serios. Otras, encantadoras señoritas de tiernas ubres se alegran al vernos; las saludamos, avanzamos entre los pajonales, por entre las tortas de bostas y las boñigas de mula. No corre nada de brisa en las inmensidades de estas montañas, cielo gris, apaciguados los guayabales, los guamos, los pepeos. Entramos a la casa de Marcolina y apreciamos el espacio donde se construirán los nuevos aposentos, y ahí sentimos asentada la mudez infinita de los cielos, los promontorios de arena traída de la vega del río de Canaguá; las rolas, los horcones de cínaro, las vigas de peralejo. Disfrutamos de la espectacular vista porque se está en una hermosa explanada desde la que se domina todo el valle, al extremo derecho se divisa desde la escuelita hasta los fosos en los que se ubica la propiedad del señor Juvencio y la finca de Abraham. Llega el cafecito bien cerrero de mano de Natali, deambulan los gatos y perros, el loro que apareció, gallinas y cochinos correteando por el patio casi metidos en nuestras conversas. Doña Marcolina, a pesar de no ver, anda de un lado a otro en sus quehaceres, y nos entrega una cuajada con leche de cabra que nos ofreció ayer en medio de los festejos del cumpleaños de Neptalí.

3-3-22: Hoy, a las ocho, sale el sol en toda su grandiosidad, aunque hay baches en el cielo que lo ocultan de rato en rato. Decidimos jugar a la pelota.

Ha venido Natalí para que María Eugenia le enseñe cómo se hace el pan árabe.

Me ha estado rondando la idea como para un cuento y me pongo a escribirlo, y en su primera forma se lo doy a leer a María Eugenia quien lo revisa y dice que le ha gustado. A ella por lo general le gusta lo que escribo, y yo siempre suelo creerle a medias porque después de todo la responsabilidad es mía y cuando me enfrento a los retoques, los pleitos conmigo mismo cómo escuecen.

4-3-22: hoy, es la indiferencia ante todo lo que me impide escribir.

5-3-22: Madrugamos para el regreso, sólo con un cafecito en las entrañas. Metemos un refuerzo de cambures maduros como avío para el viaje. Viene con nosotros Roberto y su esposa María, además de su niñita y María Fernanda, su sobrina. Va nuestra camioneta hasta los calcañales con encomiendas para familiares de coromotanos que viven en la ciudad. Otra vez entre semáforos y avenidas colmadas de carros, otra vez en la divinidad dual de la esperanza indestructible y la vida eterna. Ya Dios nos cogió confesados…



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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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