TSJ aborta intento de sembrar la choropolítica en la realidad venezolana

La migración, constituye un elemental derecho humano consagrado por las Naciones Unidas, como un derecho que garantiza a todo ciudadano o ciudadana del planeta poder movilizarse –libremente- a todo lo largo y ancho del planeta, sin otra limitación que no sean sus posibilidades económicas. Un derecho humano, que ejercido a plenitud, no persigue otro fin sino la búsqueda del goce y disfrute de la felicidad, para quien lo ejerce. De un derecho humano para quien pueda y quiera ejercerlo, los gobiernos imperialistas de EEUU y Europa, en búsqueda de sus objetivos expansionistas y obtención de mayores ganancias lo han pervertido, convirtiéndolo en una obligación para poblaciones enteras del Medio Oriente, América, África y demás continentes del planeta, que han entrado a la órbita de sus apetencias de dominación. Las guerras imperialistas de EEUU y Europa (OTAN) en Irak, Libia y Siria, solo trajeron a sus poblaciones: muerte, destrucción y migraciones masivas. Por millones, se desplazan habitantes de las antes esplendorosas poblaciones de la Libia de Gadafi, hoy destruida y todavía en guerra; el Irak pacífico y estable de Sadam Hussein y la próspera y pujante Siria de Bashar al Assad. Ahora, esas poblaciones huyen de la violencia y las balas hacia destinos más seguros y pacíficos, valga decir: Europa, escenario construido –mediáticamente- como seguro y estable. En la América, ocurrió algo parecido, que llevó a millones de ciudadanas y ciudadanos colombianos a migrar en búsqueda de seguridad y paz. No por casualidad, Venezuela, cuenta con más de cinco millones de refugiados, hoy integrados –plenamente- a la sociedad venezolana. Centroamérica, es un caso a destacar. Allí, las guerras promovidas, financiadas y ejecutadas por los gobiernos de EEUU, se entronizaron y obligaron a ciudadanas y ciudadanos centroamericanos a huir en búsqueda de seguridad y paz, la cual solo vieron posible en su vecino del norte: los Estados Unidos. De la guerra, provienen los acuerdos de paz y con ellos nuevas y refinadas modalidades de dominación imperialista. EEUU, se negó a sacar sus garras de Centroamérica y aquellos países que intentaron independizarse vieron surgir dictaduras militares, ahora ejercidas por civiles, valga decir: «dictaduras democratizadas», las cuales procuraron instaurar como modelo de vida, el estilo americano. Centroamérica, vio surgir en su seno la democracia de mercado, modelo -si así pudiera llamársele- que va acompañado de sus siameses del narcotráfico, la inseguridad y el neoliberalismo, en fin, la mala vida. Con la notable excepción de Nicaragua, por millares –las y los centroamericanos- huyen de sus naciones, en procura de la pax y seguridad norteamericana original, que pueda garantizarles seguridad personal, empleos, en fin, calidad de vida que no pueden garantizarles, los gobiernos impuestos «democráticamente» por los EEUU.

El enfoque dado por la Administración Biden-Harris al tema migratorio, ha cambiado en relación al otorgado por la Administración Trump-Pence. Mientras, Donald Trump, se concentró en frenar la migración criminalizándola y enfrentándola con muros y bloqueos; la gestión de Biden, pretende ahora detenerla mediante la promoción de la prosperidad económica en aquellos países hoy bajo la égida imperial estadounidense. «El tema no solo de promover la prosperidad económica, sino también el de la corrupción es algo que es muy central para el presidente Biden y se ha comprometido en desarrollar una fuerza de tarea regional de corrupción…», decía Juan González, director de la oficina de Asuntos del Hemisferio Occidental de la Administración Biden, en una conferencia de prensa realizada en Washington D.C. en abril de este año. Joe «el dormido», desempolva el tema de la corrupción para ocultar las causas verdaderas de la migración centroamericana, valga decir: los malos gobiernos regidos todos por la democracia: Made in USA, la democracia de mercado, que solo genera exclusión, pobreza, desempleo, inseguridad y marginalidad. No es la corrupción, la causa de que poblaciones enteras, familias enteras, huyan al norte de la América en busca de paz y seguridad sino el modelo político, social y económico que les ha impuesto el imperialismo de los EEUU al pueblo Centroamericano por la fuerza de la corrupción de los gobiernos estadounidenses. En junio pasado, Biden, señalaba: «La corrupción amenaza la seguridad nacional de Estados Unidos, la equidad económica, los esfuerzos globales de lucha contra la pobreza y el desarrollo, y la democracia misma» (EFE, 03-06-2021), añadiendo: «Mi Administración liderará los esfuerzos para promover la buena gobernanza; traer transparencia a los sistemas financieros de los Estados Unidos y del mundo; prevenir y combatir la corrupción en el país y en el extranjero; y hacen que sea cada vez más difícil para los actores corruptos proteger sus actividades». ¿Cuán sincero es el mensaje de Biden? Veámoslo desde la perspectiva de las recientes elecciones regionales celebradas el 21 de noviembre en la República Bolivariana de Venezuela. Allí, la Administración Biden-Harris presentó más de 60 mil candidatos y candidatas a elegir para funciones de gobierno. Las fuerzas patrióticas y revolucionarias, tan solo 3.082 candidatas y candidatos. De las 23 gobernaciones más la Alcaldía de la Capital de la República, las fuerzas patrióticas y revolucionarias obtuvieron la victoria en 18 más la Alcaldía de la Capital, mientras las fuerzas washingtonianas se alzaban con la victoria en solo 3 gobernaciones, quedando pendiente una gobernación por decidir en enero próximo, el Estado Bolivariano de Barinas.

¿Qué tan sincero es, el mensaje de Biden de luchar contra la corrupción? Los 3 gobernadores -promovidos por Washington- y triunfantes para dirigir los Estados de Cojedes, Nueva Esparta y Zulia, son tres viejos adecos que fueron reprendidos e inhabilitados por haber cometidos actos de corrupción durante sus gestiones en cargos públicos por la Contraloría General de la República. La vigencia de dichas sanciones ya pasó, indicativo que cumplieron sus respectivas sentencias sancionatorias. En Venezuela, «choro» lo relacionamos con delincuente. El diccionario de la lengua española, define la narcopolítica como la «Actividad política en que las instituciones del Estado están muy influidas por el narcotráfico». En analogía, definimos la «choropolítica» como la «Actividad política en que las instituciones del Estado están muy influidas por la delincuencia». Es el fenómeno negativo, que asoma del resultado obtenido por Washington, en algunos Estados del país. Se imaginan -por un instante- que, en la Capital de la República, Municipio Libertador, se hubiera inscrito como candidato alias «el koki», delincuente prófugo de la justicia por sus crímenes cometidos en la Cota 905 y hubiese resultado ganador. Algo parecido, intentó hacer Freddy Superlano, al inscribirse en el Estado Barinas y casi que gana. No obstante, los resortes morales de la República se activaron a tiempo. Superlano, se hizo famoso gracias al motel Penélope de Cúcuta, en donde se gastó en prostitutas y drogas la fabulosa suma de 250 mil dólares, en efectivo, en febrero 2019, después de aquel concierto: Venezuela Aid Live, y el fracasado intento de invadir la República desde Cúcuta con bandas paramilitares. Hecho, que marcó el punto de partida del gigantesco robo de los recursos destinados a la supuesta «ayuda humanitaria», destinada al pueblo venezolano que no le llegó nunca. En dicho bacanal, el primo de Superlano, Carlos Salinas, murió por sobredosis de drogas. El entonces, supuesto embajador de la republiquita de la corrupción en Colombia, Humberto Calderón Berti, solicitó una investigación a la fiscalía colombiana sobre lo ocurrido, lo que provocó su destitución de parte del autoproclamado rey de los corruptos, Juan Guaidó, quien designó como nuevo embajador de la republiquita de la corrupción al «choro» Freddy Superlano, quien de manera -sorprendente e inaudita-, se inscribe para participar en las elecciones del 21N y estuvo de igual a igual, en número de votos, con sus contrincantes.

Venezuela, «sin querer queriendo» desnuda la falsedad del discurso imperialista de Biden. La corrupción, es un flagelo consustancial al modelo capitalista de democracia de mercado, sino cómo explicar que un maestro no graduado, funcionario público, pasó a ser uno de los grandes millonarios de la región zuliana, o el otrora clase media quien se promocionó políticamente por décadas como: «Joe de clase media» pudo convertirse en uno de los grandes millonarios de Delaware; mientras que, su contrincante y millonario Donald Trump, vio descender su fortuna -estimada en 2015 en 4,1 billones de dólares- a 2,5 billones de dólares en 2020. Todo lo contrario del «Joe de clase media», ahora convertido en un despierto y glamuroso millonario y no precisamente gracias al trabajo honesto de un funcionario público estadounidense…

Caracas, 02-12-2021



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Henry Escalante


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